Zoro ya no sabía que hacer, sus sentimientos hacia el Ero-Cook estaban bien definidos hace tiempo; era consciente de que todavía detestaba esa parte de Sanji que le gritaba a los cuatro vientos que había que proteger al a las mujeres y adorarlas sobre todas las cosas; ignorando el hecho de que cualquier puto humano puede defenderse si así lo desea.
Era consciente que no tenía derecho a sentirse rechazado por el rubio, que el lo había rechazado, que él se había burlado primero. Lo sabía. En serio.
Pero existía esa parte de él que decía que no era normal que el cocinero de la noche a la mañana empezase a ignorarlo como si la vida le fuese en ello. Sin responderle cuando le preguntaba algo, sin mirarlo siquiera y en cambio parecía todo lo contrario con los otros miembros de la banda.
Con ellos se reía, pasaban horas hablando en cualquier sitio hasta que él llegaba y repentinamente todos se callaban. Incluso Luffy parecía más serio de que costumbre y eso era un hallazgo raro, todos parecían realmente conscientes de su alrededor, como si esperaran algo desesperadamente. Lo que más le molestaba era la mirada de Sanji, no lo miraba las veinticuatro horas del día, pero ciertamente le dedicaba miradas nada disimuladas y eso le molestaba de sobremanera.
Que vamos, que el no era un jodido genio para darse cuenta de algo si nadie le decía nada, era el próximo Mejor Espadachín Del Mundo (si, con mayúsculas) y miembro de los Piratas Mugiwara, pero nada más. No podían pedirle demasiado, el solo dormía, comía y entrenaba.
Cansado de la situación, mientras el Going Merry avanzaba por aguas tranquilas, se levantó después de su siesta de la tarde y se dirigió a la cocina. Era un horario en el cual el cocinero estaría preparando la merienda de las dos damas de la tripulación. Aún así, bajo la mirada de sus demás Nakamas los cuales miraban disimuladamente sus pasos, se sintió realmente nervioso, ¡¿qué pasaría si Sanji no perdonaba lo que fuera que él había hecho?!
Su mirada se dirigió a la puerta que se alzaba frente a él: Era Roronoa Zoro, no un maldito cobarde como para temerle a un cocinero de cuarta. Pero cuando cruzo la puerta con toda la valentía que pudo reunir y dirigió la mirada a Sanji se sintió destruido, ¿que era lo que había hecho para que su cocinero lo mirase de tal manera? Primero con sorpresa, luego con indignación y al final, con seriedad. Con una seriedad que nunca le había dirigido al peliverde, como si su estancia allí fuese una molestia.
—Ero-Cook, dame una cerveza. —y ahí iba, diciendo un comentario diario que sabía que lo molestaba. Sanji lo miro con molestia, y tras echarle una mirada fulminante le respondió.
—¿No te cansas de beber todo el día? La cerveza te va a quitar las pocas neuronas que te quedan.
—¿Y no te cansas tú de f....—no pudo seguir, porque el rubio le indicó con la mirada que no se atreviese a terminar esa frase. Con sus cigarrillos nadie se metía.
Kuro Ashi lo miro hastiado y saco una botella de cerveza para dársela a el antiguo Cazador de Piratas.
Zoro la aceptó y después de una breve vacilación, se decidió a preguntar.
—¿Tienes algún puto problema conmigo?—nunca perdía su encanto. Algún día Sanji lograría partirle esa cara tan bonita.
—¿Que te hace pensar que gastaría mi tiempo en tener problemas contigo?—contesto luego de una mirada rápida.
—Tal vez el hecho de que me ignoras desde hace días y hablas en secreto con todos estos estúpidos. Especialmente la estúpida mayor, Nami. —sonrió. Sabía que el cocinero se enojaba si metían a sus damiselas.
Tal como pensó, Kuro Ashi empezó a defender a las dos féminas de la tripulación, diciendo cuán hermosas y valientes eran. Zoro solo rodó los ojos y susurró un "necesitado" entre dientes. Cuando Sanji hablaba de mujeres, tenía un repertorio de halagos que nunca se terminaban.
—Dime de una puta vez lo que te pasa o voy a recurrir a los idiotas que tenemos de Nakamas, tu decides. —le pegó un trago a la cerveza, manteniendo la mirada en el rubio.
Sanji miro por la ventana y vio algo que le dejo sin aliento: dos carteles que decían respectivamente "Animo, que no te va a rechazar" y "Dile que le entregas tu trasero" se veían por allí, rodeados por manos de una señorita y su Capitán, que probablemente ni siquiera sabía la connotación sexual de esa frase.
Rogó a los cielos y al océano que Zoro no mirase por la ventana, sería demasiado vergonzoso explicar algo así. Pero cuando volvió la mirada a este, noto que lo miraba fijamente y que iba rotando la cabeza hacia la ventana, Sanji sintió que todo pasaba en cámara lenta.
De un momento a otro, estaba encima del espadachín postrados en el suelo, con sus piernas a ambos lados de su cadera y sus manos tomando firmemente su rostro al tiempo que se oía una botella rompiéndose por el impacto del suelo.
Y ahí entre sus brazos, Zoro lanzó una maldición para luego mirar a los ojos azules de su Nakama. Y lo qué pasó después era algo que Sanji nunca iba a olvidar: Zoro se sonrojó.
Y no no no, no era cualquier sonrojo, ya por ser de Zoro era especial, increíble, maravilloso, precioso. Bueno, ya se entendió.
El espadachín llevó sus manos a la cadera de Sanji y quiso sacarlo de encima suyo, más bien, este se mantuvo en su lugar y lo que ocurrió después hizo que Zoro se sonrojase aún más: el rubio empezó a recorrer su rostro con sus manos, primero acarició su barbilla, para luego pasar a sus mejillas que se sentían realmente cálidas y finalizar en su frente, peinando su cabello verde hacia atrás, enroscando sus dedos entre las hebras.
Con solo una conexión entre sus ojos, Zoro supo que hacer. Subió sus manos por la espalda del contrario, para acariciar suavemente sus hombros y sentándose en el suelo, haciendo que Sanji terminase sentado en su entrepierna. Llevo sus manos por detrás de la cabeza de este y posteriormente junto sus labios en un ansioso beso.
En cuanto pudo, impulsó su lengua en la boca del rubio, mezclando sus lenguas en una batalla que le provocaba sensaciones nuevas a ambos.
A los pocos segundos se separaron por falta de aire y Zoro maldijo el hecho necesitarlo para sobrevivir.
Ambos, sonrojados a mas no poder y con un obvio problema entre los pantalones que ya empezaba a doler, tosieron disimuladamente para luego levantarse del suelo y dedicarse una mirada que claramente decía que aquello no acababa así.
Fuera de la cocina, los restantes Piratas Mugiwara celebraban en silencio, riéndose y chocándose los puños en señal de victoria.
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Alcanzadas ya horas de la noche, Sanji y Zoro yacían rendidos en la torre de vigilancia. Sus ropas se habían desprendido hacía horas y el cocinero se dedicaba a realizar círculos en el pecho del Espadachín.
—Al final, ¿por qué estabas enojado?— pregunto este tomando la mano del rubio y entrelazando sus dedos.
El nombrado se sonrojó.
—Nami-San y Robin-San dijeron que sería buena idea ignorarte para ver tu reacción. —comunicó con una sonrisa ladina— Yo ya estaba harto de tu actitud fría y creída, y de que te pasases todos los días consumiendo alcohol y durmiendo. Así que pensé, ¿por qué no?
Zoro formó una mueca, el rubio empezó a reírse cual foca y hecho sus cabellos rubios para atrás, dejando ver sus ojos claros como agua.
—¡Toda la tripulación estuvo de acuerdo con eso! ¡Hasta Luffy dijo que necesitabas una lección!— siguió riendo e hipando hasta que el peliverde le pegó un zape en la cabeza.
—Mañana los matare a todos... —susurraba mientras se acurrucaba al rubio y se tapaban, repartiéndose besos por el rostro.
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¿Peleados? - ZoSan
FanfictionOne shot. ¿Qué hacer cuando tu rubio cocinero te ignora?