Untitled Story Part

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  Dalia amaba el agua. Amaba el mar, el océano, los lagos, los ríos, inclusive una simplona piscina. A pesar de que no era mas que una chica, siempre se sintió mas a gusto en el agua que en la tierra, sabía que no era su hábitat. Siempre veía las aguas saladas pero nunca había podido sumergirse en mar abierto. Vivía sólo de las piscinas aunque eso no la llenara, con la esperanza de poder probar el agua salada, pero sus padres la mantenían alejada de las playas; de algún modo sabían que el mar era su hogar.

  Cuando tuvo 18 y se graduó del colegio, tuvo la oportunidad de ir a la isla de Margarita con sus compañeros. A una playa. Al agua salada.

  Llegó el día del viaje, y ella estaba muy emocionada. Supo que de alguna manera, algo especial pasaría. Al llegar, fue directo a ponerse su traje de baño y a bañarse en las aguas de la playa. Fue mejor de lo que siempre imaginó; su piel se calentó al instante, y tenía una sensación realmente reconfortante. No podía pedir nada mas, pero seguía sintiendo que le faltaba algo más. Que podía ser? Estaba con su amado mar, agua salada rodeando su ser entero. A la final lo ignoró y siguió yendo a la playa a diario durante dos semanas, y cada día se volvía más y más placentero.

  Pero no fue si no hasta el ultimo día que ocurrió la tragedia. Dalia murió ahogada. Se adentró demasiado al mar abierto y cuando se dio cuenta se encontraba a kilómetros de distancia de la orilla. Lo mejor era que no le importaba. Ella amaba el mar, se dio cuenta esas dos semanas, y quería que terminara así. No entró en pánico, simplemente se entregó al mar, permitiendo que la consumiera y la hiciera parte de sí. Porque quería ser parte del mar, quería pertenecerle.

  Cuando Dalia murió, comencé a sentir dolor en grandes cantidades. En mis piernas, en mis manos y en mi nariz. Sentía como si me estuvieran tomando y moldeando cual plastilina, cómo toda yo cambiaba y adoptaba una nueva forma. Así pase 12 horas, retorciéndome de dolor en las profundidades del mar Caribe. Pero no estaba asustada, me encontraba en mi adorado mar.

  Cuando el dolor amainó, me sorprendió darme cuenta de que podía respirar bajo el agua. Me observé detenidamente; mi piel estaba realmente pálida y levemente escarchada, con un color verdoso, y mi largo cabello flotaba alrededor de mí como un aura de color tornasolado. Lo que había confundido con un pez gigante había sido mi gran cola, del mismo tono de mi cabello, a veces verde, a veces rosa, y otras tan azul como el agua que me rodeaba. Comprendí que no me había muerto, no en realidad, solo murió la parte terrenal de mí, la que se aferraba a las cosas materiales y odiaba a los que no eran como ella.

  A pesar de todo, comencé a sentirme sola. Habrían mas como yo? Podría compartir mi experiencia con alguien? Subí a la superficie y vi a mis ex-compañeros buscándome y gritando mi nombre. Pensé en ir hacia allá cuando fui consciente de que mis pechos estaban al aire. Intente gritarles pero en vez de palabras salio un agudo chillido. También caí en la cuenta de que tenía afilados colmillos de tiburón en la boca. Ya no era humana, y el mundo que había sido mi hogar me había vuelto la espalda.

  Me sumergí de nuevo, pensando en qué haría con el resto de mi existencia.

  A lo lejos, un brillo tornasol capto mi atención. Solo eso, un leve parpadeo de color. Seguramente habría sido mi imaginación.

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⏰ Última actualización: Aug 27, 2014 ⏰

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El Día En Que Dalia MurióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora