Una Mano Extendida

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Narra (Tn)
 
 
 
Debo admitir que mi sorpresa fue grande al llegar a la casa de la señora Mead, pero ya no teníamos más opciones y la verdad esto parece emocionar a Michael.
 
 
- Esto arderá un poco.- Mead colocó un trapo húmedo en una de mis heridas.

- ¡Agh!- Me quejé del dolor.

- Tranquila, ya pasó.- Terminó de vendar mi brazo. - Les traeré algo de beber.-
 
 
Acomode mi ropa y vi cada rincón de la sala en la que me encontraba, la mano de Michael se posó en mi hombro y se sentó a mi lado.
 
 
- ¿Cómo te sientes?- Preguntó con cautela.

- Mejor, aunque podría curarme más rápido si tuviera pétalos de caléndula y hojas de menta.-

- Algo de herbolaria, eh. Espero que me enseñes eso también.- Rodeó mis hombros con su brazo acercándome a él. - ¿Qué te parece estar aquí?-

- Hasta el momento todo está en orden, estaremos bien mientras no volvamos.-

- Aquí tienen un poco de té. Cuando llegaron tenían las manos congeladas.- La mujer llegó con dos tazas. - Tengo entendido que se quedarán aquí.-

- Así es.- Habló Michael aceptando las tazas y dándome una de ellas. - Espero que nuestra llegada no sea inoportuna para usted.-

- Es un honor que estén aquí. Se ven muy cansados, prepararé su habitación.-

- Le ayudaré.- Ambos me miraron confundidos, me dirigí a Mead. - Es lo menos que puedo hacer por aceptarnos en su casa.-

- Como usted guste.- Me indicó el camino a la que supongo es la habitación de invitados.
 
 
Coloque las sábanas mientras Miriam se aseguraba de que hubiera toallas limpias y una colcha extra en caso de que tuviéramos frío.
 
 
- Todo está listo, le agradezco su ayuda.- Dijo con una leve sonrisa en su rostro.

- No tiene porqué dirigirse hacia mí con tanta modestia, solo soy una chica.- Tanta formalidad era un poco molesta.

- Pero es la compañera de mi señor.-

- Solo somos jóvenes.- Dije obvia. - Yo no tengo ningún problema en que me trate como a cualquier otra chica.-

- Yo tampoco.- Michael se unió a la conversación. - En realidad sólo queremos estar en un lugar tranquilo, sin pretenciones ni nada por el estilo.-

- De acuerdo, me alegra que estén aquí. La casa ya no se siente vacia.- Comentó Mead.

- Gracias por acogernos en su hogar.- Dijimos Michael y yo al mismo tiempo.

- No es nada. Ahora, chicos es hora de dormir.- Camino hasta la puerta.
- Descansen.-
 
 
Cerró la puerta, me tiré boca abajo en la cama exhausta, dentro de dos horas el sol saldrá por el horizonte. Quiero dormir lo más que pueda.
 
 
- Gracias por eso.- Michael se sentó a mi lado.

- ¿De qué hablas?- Me apoye en mis codos para tener un mejor ángulo de su cara.

- Por ser amable con la señora Mead. Sé que ella no te agrada del todo por haber participado en la misa negra, dejaste muy en claro tú desacuerdo sobre el sacrificio.- Rascó su nuca con nerviosismo. - Este es el único lugar en el que pensé, lamento si no es lo que esperabas.-
 
 
Mejoré mi postura sentándome a su lado, él tiene la mirada fija en sus manos, tal vez esta pensando en sí sus palabras me habrán molestado o si estoy enfadada con él por el incidente en la casa. Solté un largo suspiro y tomó su mano, siento como su cuerpo se tensa levemente por mi acción, sonrió un poco por eso.
 

- No la odio, al fin de cuentas todos tenemos nuestras creencias y reconozco que fui impulsiva cuando me queje por el ritual en tu honor. Y tienes razón esto no es lo que esperaba...- Sus ojos azules se posaron en mi, poniendo atención a mis palabras. - Es cien veces mejor.-

- No sé que sería de mí sin ti (Tn).- Acarició mi mejilla y plantó un corto beso en mis labios. - A veces me pregunto que hubiera sido de mi vida si nunca te hubiera conocido y... Realmente sería un jodido infierno.-
 
 
Sus palabras tenían un gran impacto en mí, ni siquiera me di cuenta de cuando mis ojos se llenaron de lágrimas. Escondí mi rostro en su cuello, él me abrazó con fuerza mientras acariciaba mi cabello.
 
 
- ¿Siempre estaremos juntos, verdad?- Murmuré.

- Siempre.- Me abrazó con más fuerza.
 
 
Un quejido salió de mi boca, sin querer había presionado uno de los rasguños que tenía en el espalda.
 
 
- Tranquilo estoy bien.- Dije cuando se separó de mi.

- Te conseguiré los ingredientes que necesitas para tu ungüento.-

- Un segundo.- Recordé un muy antiguo hechizo qué tal vez podría ayudarme. - De vita et moribus. Mutatis, mutandis.-
 

Pase mi mano derecha por encima de mi brazo, sentí un cosquilleo en el y Michael observaba atento. Quite la venda cuidadosamente, retire la gasa y ya no había ningún rastro de mi herida.
 
 
- Funcionó.- Dije sin poder creerlo aún.

- Eso es increíble.- Comento sorprendido.
 
 
Otro cosquilleo recorrió todo mi cuerpo. Me levanté de inmediato.
 
 
- ¿Qué sucede?-

- Puedes revisar mi espalda.- Me di media vuelta y levanté mi blusa lo suficiente para que Michael pudiera ver un poco más de la mitad de mi espalda.
 
 
Mi piel se erizó cuando sentí las llenas de sus dedos recorrer mi piel expuesta.
 

- Ya no hay ninguna marca. Te has curado completamente.- Su aliento me provoca cosquillas.

- Eso es nuevo.-

- ¿A qué te refieres?-

- Hace años había usado este mismo hechizo, pero no funcionó. Por eso no lo usé antes, no creí que fuera a servir esta vez.- Recordé el día en el que me raspe ambas rodillas corriendo en una colina.

- Tal vez sea porque te estás haciendo más fuerte.-

- Si... Quizás sea eso.-

- Bien, ha sido una larga noche y nosotros dos debemos dormir.- Sugirió señalando la cama.

- En eso estoy de acuerdo.- Volví a acostarme. Y en menos de un segundo sentí aún más cansancio del que tenía hace un minuto.

- Dulces sueños, mi estrella.- Se acostó a mi lado y apagó la luz.

- Soñaré contigo.- Logré decir antes de cerrar mis ojos y caer en un profundo sueño.





El Diablo En Mi •Michael Langdon X (Tn)•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora