Happy Birthday, Brownie.

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19 de Febrero, un día muy importante para la familia Brown, pues se celebraba el cumpleaños de su única hija, Millie.

Llevaban aproximadamente 6 meses, planeando la fiesta de cumpleaños número 16 de su amada hija, todo saldría perfecto. Decoración, comida, vestido e invitados. Tenían todo.

Por más que la chica tratase de buscar alguna pequeña cosa buena de festejar su cumpleaños, pero, parecía no haber. Siempre era igual. Decoraciones de un color que ni siquiera le gustaba, si el rosado es lindo, pero, no era su color favorito. La comida, prepararon platillos con nombres difíciles de pronunciar y sabores un tanto exóticos, lo mismo con el pastel, ¿no era mucho más fácil comprar un pastel de vainilla? Adoraba la vainilla. El vestido, ¿cuando ella mencionó que quería un vestido blanco? Estaba completamente segura, de que su madre no la dejaría acercarse a la mesa de postres con eso puesto. Los invitados, en esa larga lista de personas invitadas a su fiesta de cumpleaños, ni siquiera estaban sus amigos en ella, no conocía ni a la mitad de personas que asistirían, pues todos eran adultos.

No es que fuese una malagradecida, pues, sabía el esfuerzo que sus padres habían puesto en todo, como en sus anteriores cumpleaños. Pero, jamás sintió que fiesta fuese para ella, sus padres jamás le pudieron opinión respecto a la decoración o le preguntaron qué vestido quería, ni siquiera tomaron en cuanta si ella quería invitar amigos suyos. Hacían todo como ellos querían.

La fiesta había comenzado hace unos cuantos minutos. La cumpleañera se encontraba en su habitación. Estaba frente al gran espejo, observándose a ella misma, como lucía el vestido puesto en ella. Tenía que admitir que el vestido era lindo, pero no era el vertido que ella hubiese elegido para sus 16 años. La gran cantidad de maquillaje y su cabello recogido la hacía parecer por lo menos un año mayor y sus altas zapatillas con tacón, la hacían ver mucho más alta, sentía que, en cualquier momento, caería mientras bajaba por las escaleras.

Alguien tocó la puerta, sacándola de sus pensamientos.

Millie, los invitados llegaron hace 30 minutos, ven a recibirlos, no seas grosera. —Le dijo su madre. —Y, por favor, sonríe.

No hubo respuesta de parte de la castaña.

Pocos segundos después, Millie logro escuchar como su madre se alejaba.

Ella se paso las manos por su vertido, intentando alisarlo y, soltando un fuerte suspiro, salió de su habitación, tratando de mantener el equilibrio.

•~•~•~•

Habían pasado ya varias horas, la castaña se sentía incómoda por estar rodeada de adultos que no conocía. Llevaba casi una hora de pie, sería de la mesa de regalos, lugar en el que le habían dicho sus padres que estuviese. Miró la gran cantidad de cajas envueltas en papel y con un moño sobre ellas, eran demasiadas, incluso, habían algunas amontonadas y otras cuantas en el piso, puesto que no había espacio suficiente en la mesa.

Regalos, regalos y más regalos. Eran cajas decoradas que contenían cosas, las cuales, lo más probable, era que terminarían en la basura si a sus padres no le gustaban. Así era todos los años.

Cada momento en el que tenia oportunidad, la chica miraba el reloj que estaba en la pared, esperando que la manecilla más pequeña, estuviese sobre el número 11. Tan solo faltaban 10 minutos, pero estos, parecían ser eternos. Cuando tan sólo faltaban 5 minutos para que el reloj marcase las 11, la chica se escabulló entre las personas, para dirigirse a la puerta que conectaba con el jardín trasero.

Una vez que ya estaba afuera, cerró la puerta con extrema delicadeza, deseando que esta no rechinara. Estaba nerviosa, ya había imaginado mil escenas en donde, justo cuando el llegase, sus padres salían de su casa y los encontrasen en un momento 'indebido'. Decidió borrar esos pensamientos de su mente y, simplemente, esperar.

One shots || FillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora