La puerta fue golpeada con brusquedad. Pero no solo una vez, sino varias. Esto me alertaba. Nadie sabía mi procedencia. Rápidamente cogí mi sudadera negra.
"¡ABRAN EN NOMBRE DE LA LEY!"
Mierda. La policía. Era la primera vez que esto me ocurría. Tal vez dejé alguna pista. Pero no tenía tiempo de pensar en eso. Tenía que escapar de alguna forma. ¿Pero por dónde? Vivía en un ático y la caída seria mortal.
Mi única escapatoria era por el balcón.
Escuché la voz del casero. Maldecí al recordar que guardaba una copia de la llave. No me quedaba más tiempo. No tenía ventaja. Y si seguía aquí, acabarían por atraparme.
Sin pensarlo más, fui directo al balcón. Pero para mi sorpresa, había más agentes observando desde afuera con pistolas en mano. Literalmente, estaba rodeado.
-¡Deténgase!- Ordenó uno de los policías que habían conseguido entrar al apartamento.
-No.-
Declaré a la vez que salté por el balcón agarrándome a la barandilla del balcón situado debajo del mio. Por suerte, la puerta de éste se encontraba abierto. Así que pude acceder a la casa sin problemas.
Una anciana que vivía en ese lugar pensó que era su nieto. Quería agarrar mi moflete e invitarme a merendar. Pero con prisa me negué. Todas las salidas posibles estaban bloqueadas por agentes. Solo podía correr sin ser visto.
Una idea apareció en mi mente. Me quité la sudadera volviendo al interior de la casa.
-Pensándolo mejor, abuela, es la hora del paseo.-
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La idea salió completamente perfecta, Aun no puedo creer que se creyeran que era el nieto de la señora y me dejasen ir como si nada. Los agentes buscaban a un chico con capucha y sudadera negra. Pero no contaban con que me pusiera otra ropa, y utilizara a una señora diciendo que era su nieto noruego.
Con un poco de acento. Todo salió perfecto.
Hoy no iba a ser el día donde me atraparían. Pero debía volver a cambiar mi nombre y buscar un sitio nuevo donde pudiera quedarme tranquilamente.
Conseguí alejarme del sitio hasta llegar a un pequeño parque lleno de niños y ancianos.
-¿Ahora eres cuidador de ancianas? Yohi, no sabía que te gustasen tan mayores-
Me giré para mirarle cara a cara. Como pensaba, era él.
-Al menos ella me ha servido de escapatoria. ¿Te has dedicado a mirar? Podrías a ver ayudado.- Me despedí de la amable anciana diciéndole que nos veríamos más tarde.
-¿No le vas a dar un morreo y luego robarle la tarjeta de crédito? Oh, ya veo. La edad te está volviendo blando. Ay, querido Yohi. Parece que tu padre no te enseñó del todo bien.-
Le agarré del cuello.
- Cállate Tina, no sabes nada de mí. Y no eres quién para nombrar al hombre que me cuidó.- Gruñí mientras le soltaba y andaba en dirección contraria.
-Querido, solo bromeaba.- tocó su cuello algo molesto. -No te lo tomes a mal.-
-¿A qué has venido?-
-Para ver el espectáculo. No es mi culpa que no respondieras las llamadas.-
- Gracias por la ayuda amigo- dije con todo irónico. -¿Por qué vas vestido de Tina?-
Tina se trataba del álter ego de Natsuo. Cuando la conocí, pensé que era realmente una mujer y que esa era su personalidad, pero cuando no está trabajando es uno más al que podría matar sin piedad.
-Trabajo, nene. Cosa que tú no tienes, querido mío.-
La verdad, odiaba su comportamiento.
-No entiendo por qué sigo siendo tu amigo.- Comencé a alejarme del distrito donde había sucedido todo.
La policía me buscaba, pero no sabía cuánta información tenían de mí. Siempre fui sigiloso a la hora de atracar las viviendas. Solo movilizaba a las víctimas que poseían más dinero de la cuenta. El resto, se ocupaba otra persona, pero solo cuando yo abandonaba el lugar. Jamás vi de quién se trataba, y esa persona tampoco sabía quién era yo.
¿Cómo la policía dio conmigo si nunca dejo rastro?
Me aseguré que las cámaras de vigilancias no funcionaran ese día. Los zapatos que uso no tienen suela registrada, ya que las eliminé quemándolas un poco con el mechero para desgastarlas. Y las huellas de mis manos, estaban protegidas por doble guante para no dejar evidencia alguna de que estuve allí. Él me enseñó a tener cuidado desde bien pequeño para no acabar entre rejas.
Nadie de la zona pudo verme porque no hay ninguna otra vivienda a kilómetros. Cada vez que intentaba buscar alguna evidencia, tenía menos sentido. Lo único que sabía es que este asunto me tocaba demasiado las pelotas.
Debía dejar la ciudad, despedirme de estas calles en las que viví casi tres meses seguidos. Aunque no sería la primera vez que tenía que irme a otro país por cuestiones de trabajo.
Volviendo al mundo real, conseguí alejarme cuidadosamente del barrio. Tina me acompañó hasta llegar a unos locales para personas mayores con falta de cariño. Desde ese punto, él, desapareció de mi vista.
El bullicio de la gente caminando por las calles de Tokio permitían poder pasar desapercibido. Uno de los edificios más altos del lugar, tenía una pantalla donde reflejaban de vez en cuando la hora.
Las ocho.
-¡Oye tú!-
Alguien, desde mi espalda, posó su mano sobre mi hombro.
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El infierno está dentro de mí.
AcakUna sonrisa aparecía en su rostro cuando poco a poco, en su interior, acababa con su propia vida. Parecía sumergirse completamente en la oscuridad. Sin corazón y sin remordimientos. ¿Sentimientos? Esa palabra dejó de tener significa para él cuand...