Un final distinto

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Bueno...Yo se los advertí...creo (?)

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El gran ventanal del salón que usaba Arthur para darle las lecciones a Alfred brillaba con una gama de colores por la luz de la tarde. El aroma a papiro y tinta eran comunes en este lugar, además del polvo. Las motas diminutas flotaban tranquilas en la habitación y eran visibles si ponías atención.

Alfred no tenía tiempo ahora para verlas pasear, ya que, toda su concentración estaba en un libro que no había visto antes. Uno que le interesaba pero que era difícil de leer para él.

Un par de ojos despiertos y una cara redonda de mejillas rosadas se concentraba lo máximo que podía sobre el tomo viejo y pesado que había podido subir al escritorio. Las hojas del ejemplar eran amarillentas y otras estaban carcomidas en las orillas ya que los pequeños bichos de los libros habían encontrado al pobre libro antes de que las manitas de Alfred.

Rugosas y gruesas, las páginas debían ser tratadas con cuidado para no resquebrajarse como si fueran hojas de otoño.

Por eso, un dedo pequeño, iba marcando el ritmo con delicadeza sobre estas, mientras Alfred gesticulaba las palabras difíciles.

—Los...dragones o dra—draki...hembraa y macho, al econtraaaarse.....—Alfred hizo una mueca al seguir leyendo.—en debidas condiciones, reaali-zan...el acto de a-a-apara—hmmm, esto es difícil.—Gruñó el pequeño al trabarse.—A-pa-rea-miiiiiento.—Logró decir.—Que con-sis-te en...

—¿Alfred?

Al alzó la vista al ver que Arthur lo había encontrado.

— ¿Qué haces aquí pequeño? No es hora de tus lecciones.—Decía el ojiverde acercándose.

—¡Arthur! ¡Encontré esto! —Dijo Alfred emocionado señalando el libro.—¡Habla sobre dragones! ¡Como yo!

—Oh...—Arthur observó el viejo tomo y sonrió.—Bueno sí. pero ese libro es muy avanzado para ti Alfred.

—¿¡Eeeh!? —El pequeño hizo un puchero.—¡Pero lo estoy leyendo bien! Escucha...—Alfred fingió aclararse la garganta mientras Arthur se acomodaba cerca de Alfred.—La danza comienza cuando hembra y macho suben tan alto que sus alas se lo permiten.—Decía Alfred siguiendo el texto con fluidez ahora que estaba Arthur presente. Para su suerte, las palabras ya no eran tan difíciles.—Y en lo más alto del cielo, los dos caen en pi-ca-da a la tierra en-gan-cha-dos de las garras. El cortejo es peligroso, ya que, de esta forma, ninguno de los dos puede usar sus alas para volar...

Alfred se detuvo.

—¿Que pasa Alfred? lo estabas haciendo muy bien.

—Umh, es que... ¿Porque harían algo tan peligroso? —Cuestionó Alfred.

—Como dice el libro, es el ritual que hacen los dragones para sellar su unión eterna. Si alguno de los dos se suelta antes de tiempo, el otro lo rechazará. Sin embargo, si ninguno lo hace y se mantienen juntos hasta el último instante antes de chocar contra la tierra, los dragones celebraran su unión con fuego que marcará su éxito y estarán juntos para siempre.—Explicó Arthur, diciendo lo que relataba el libro.—En pocas palabras podría decirse que hacen esto para saber que pueden confiar uno del otro y así tener la certeza de que podrán formar una familia sana y fuerte.

—Pero... ¿Qué pasa si no se sueltan y no logran volar a tiempo? Ellos... ¿Mueren?

Arthur le dedicó una sonrisa amable al pequeño.

—No te preocupes por eso Alfred. Este libro es viejo, no te lo tienes que tomar tan literal. Es por eso que estaba un poco olvidado en mis repisas.—Alfred curvó los labios en silencio.—Alfred, ven aquí...

Cría de DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora