XVI. Promesas

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Kings Landing

Al entrar a su habitación, después de haber terminado de recibir las noticias de los guardias que envió al Norte, se encontró con su esposa. Aseada y cambiada. Estaba junto a la ventana abierta contemplando las murallas del castillo y el mar, más allá. El viento de la bahía soplaba en torno a ella y le ceñía el vestido al cuerpo de una manera que a Jaime le aceleró el pulso. La túnica era blanca, tan blanca como las colgaduras de las paredes y los cortinajes de la cama. Espirales de esmeraldas diminutas adornaban los extremos de las anchas mangas y le adornaban el corpiño. La redecilla de oro con la que se recogía el pelo estaba cuajada de esmeraldas más grandes. El escote de la túnica dejaba al descubierto los hombros y la parte superior de los pechos.

«Que hermosa es.» Pensó con asombro, casi lo había olvidado durante su ausencia.

—Ellys —cerró la puerta con suavidad— ¿Ya has pensado que dirás en el juicio?

—Diré lo que vi, sin exagerar u omitir nada —cuando se dio la vuelta, vio que tenía el rostro pálido y cansado— No vi a Lord Tyrion poner veneno en la copa del Rey.

—¿Y a Sansa Stark?

Muchos consideraban que ella era la envenenadora. Pero no había manera de encontrar a la chiquilla. Tal vez Jaime debería encargarse en persona de aquel asunto. Para empezar, habría que saber cómo había conseguido huir del castillo. «Puede que Varys tenga algún secreto, nadie conoce el Red Keep como ese eunuco.»

—Sansa no mataría a nadie —dijo Ellys— No dudo que odiara a Joffrey, pero ni siquiera tendría forma de conseguir el veneno.

Jaime se quitó la capa y la colgó de un clavo en la pared. Se acercó a Ellys hasta rodearla en la ventana.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó despacio— Tú estabas sentada junto a mi hermano, y tenías motivos para odiar a Joffrey. Además tengo entendido que has hecho amistad con Oberyn Martell, todos saben de su afición por los venenos.

Ella lo miró desafíante y sonrió sin apartar los ojos.

—Por lo visto los rumores corren rápido
—rió— Me agrada el príncipe Oberyn, lo conocí hace poco. Es alguien... interesante. Pero no trabajamos juntos en la muerte de tu hijo. Yo no lo maté, Sansa tampoco y creo que tu hermano tampoco es el culpable.

«¿Entonces quién?» La mitad del reino odiaba abiertamente a Joffrey, y la otra mitad sólo fingía devoción para no ser víctima de alguna de sus venganzas ridículas. Nadie amaba a ese rey, él mismo ni siquiera lo quería como hijo.

—¿Cómo fue tu visita al Norte? Mis guardias dicen que te recibieron bien en Puerto Blanco y en Fuerte Terror —dijo, para cambiar de tema.

Ellys exhaló sin fuerza y se alejó de él. Caminó hasta el velador y se sentó en el sillón que estaba frente al gran espejo con bordes de oro, empezó a acomodar su cabello, sin ganas, metía los mechones rebeldes adentro de la redecilla.

—Fue un viaje largo —se limitó a decir— Lo único bueno es que pude traer conmigo a mí hijo.

—Y a tú guardia —añadió Jaime— ¿Cómo es que se llama? ¿Dorean?

—Lorean —lo corrigió— Sí... También lo traje a él, dijiste que no había problema con eso.

—Y no lo hay. Pero me llama la atención saber cómo llegó a ti después de huir de Roca Casterly...

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora