XX. Guardajuramentos

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Kings Landing

Se encontraron a las afueras del Red Keep, ella llevaba buen rato esperándolo. Jaime comprobó que la moza estaba tan fea y desgarbada como siempre. La habían vestido con una armadura azulada, era más adecuado para ella que el ridículo vestido que le dio Roose Bolton en Harrenhal.

—El azul le sienta bien, mí lady —observó Jaime— Hace juego con sus ojos.

«Tiene unos ojos asombrosos.»

Brienne agachó la mirada, sonrojada.

A Jaime le llamó la atención como una mujer como Brienne podía ponerse nerviosa con un halago, pero no con hombres armados o con un oso vivo dispuesto a atacarla.

«Vaya mujer idiota.» Pensó con gracia. Su bobería o inocencia la hacía más interesante que su esposa, la ciertamente bella pero calculadora Ellys Reyne; incluso era más difícil de entender que la propia Cersei.

—El príncipe Oberyn de Dorne ha muerto, Ser Gregor Clegane hace moribundo y Tyrion ha sido condenado ante los ojos de los dioses y los hombres. Lo tienen en una celda negra y van a matarlo mañana.

—Tú no crees que haya sido él —dijo Brienne mirándolo.

—¿Lo ves, moza? —Jaime le dedicó una sonrisa burlona— Nos conocemos demasiado bien el uno al otro. Tyrion ha querido ser como yo toda la vida, pero nunca seguiría mis pasos en de matar reyes. Sansa Stark mató a Joffrey. Mi hermano calla para protegerla. De cuando en cuando le entran estos ataques de caballerosidad.

—No —dijo Brienne— No ha sido la hija de Lady Catelyn. No ha podido ser ella.

—Ésa es la moza testaruda que recordaba.

Ella se puso roja.

—Me llamo...

—Brienne de Tarth —Jaime suspiró— Tengo un regalo para ti.

Con la mano que aún le quedaba, sacó un objeto envuelto en pliegues de terciopelo escarlata que previamente había puesto sobre el barandal de piedra.

Brienne se aproximó como si el objeto le fuera a morder y apartó la tela con una enorme mano pecosa. Los rubíes centellearon a la luz. Cogió el tesoro con timidez, cerró los dedos en torno al puño de cuero y muy despacio, desenvainó la espada. Las ondulaciones brillaban de color sangre y negro. Un dedo de luz se reflejaba a lo largo del filo.

—¿Es acero valyrio? Nunca he visto colores como éstos.

—Ni yo. Hubo un tiempo en el que habría dado la mano derecha por esgrimir una espada como ésta. Parece que lo he hecho, pero conmigo estaría desperdiciada. Es para ti —siguió hablando antes de que Brienne tuviera oportunidad de rechazarla— Una espada así tiene que tener un nombre. Me complacería mucho si la llamaras Guardajuramentos. Una cosa más: la espada tiene un precio.

A la mujer se le nubló el rostro.

—Ya te dije que no serviré...

—A perjuros o asesinos. Sí, ya lo recuerdo. Escúchame bien, Brienne: los dos hicimos juramentos relacionados con Sansa Stark. Cersei se empeña en sacar a la niña de su escondrijo para matarla...

El poco agraciado rostro de Brienne se retorció de ira.

—Si crees que voy a matar a la hija de mí señora por una espada, estás...

—Escucha y calla —le espetó, furioso por su presunción— Quiero que encuentres a Sansa antes que ella y la pongas a salvo. Si no, ¿Cómo vamos a cumplir el juramento que hicimos a tu querida y difunta Lady Catelyn?

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora