PRÓLOGO

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Incapaz de conciliar el sueño, miraba el cielo atreves de mi ventana y me preguntaba si había algo más.

Con todo lo que sucedía en casa no podía... No quería aceptar que el mundo fuera así. ¿Acaso los finales felices sólo eran una invención más de fantasía?

La noche era fría y silenciosa. Transmitía una calma que sólo se detenía momentáneamente con el cantar de los grillos. En cualquier otra ocasión, me habría abrigado dentro de mis cobijas para dormir cómodo y calientito, pero esa noche era diferente.

Decidí salir de la cama y vestirme teniendo mucho cuidado para no hacer ruido y despertar a mi mamá. Me puse los tenis nuevos que papá me había regalado hace un par de semanas y el suéter color vino que la tía Lucina me dio en mi cumpleaños.

Acostado o no, no podría dormir pronto, así que decidí salir al balcón para ver las estrellas más cómodo, sin embargo este estaba en la habitación de mi madre.  Las cosas habían sido muy duras en casa y mamá necesitaba descansar, así que entré a su habitación con mucho cuidado de no despertarla y salí al balcón.

Me senté en una esquina y miré fijamente al cielo.  Esperando que las estrellas bailaran como solían hacerlo hace muchos años, pero no sucedió nada.  ¡El clima estaba tan helado que incluso podía ver mi propio aliento! Al final, esa sensación de frescura junto a la calma que emitía el cielo estrellado apaciguaron mis inquietudes.

Y así, caí en los brazos de Morfeo sin siquiera darme cuenta.

Se sintió como si hubiera dormido durante horas. Mis emociones explotaron y escuché un millar de voces gritando mi nombre.  Durante mi sueño nunca fui capaz de ver algo más allá del profundo color negro que entintaba el mundo a mi alrededor, pero las imágenes de mi madre llorando y el pecado de mi papá no salían de mi cabeza; no se escuchaba ni un ruido a los aledaños, pero la ensordecedora voz de alguien que gritaba ahogado en dolor retumbaba en mis oídos. La noche pasó de helada a gélida y sentía como si una mano envolviera mi cuello y me impidiera gritar o buscar ayuda.

El ruido, los recuerdos, la presión, el frío. Todo se hacía más y más intenso a cada segundo. Comencé a detestar la armonía de aquella noche que me arrulló hacía esa horrible pesadilla. Hincado en el suelo e incapaz de hacer nada, sufría mientras mi garganta se cerraba y lloraba por el miedo y la frustración. Sin embargo...

¡Una luz! ¡Una luz comenzó a brillar frente a mí y todos mis males desaparecieron! Los gritos cesaron y la presión sobre mi cuello desapareció, ya no sentía un frío hipotérmico, sino un cálido fulgor en mi corazón.

Sequé mis las lágrimas y levanté mi cabeza para ver mejor aquella luz que calmó mis penurias. Era una brillante esfera color azul que flotaba frente a mí. Su hipnotizante destello me hacía sentir que todo estaba bien.

Mi mirada se perdió en su limpia luz celeste. La miré fijamente durante varios minutos hasta que la esfera comenzó a orbitar a mí alrededor y moverse como si de un baile se tratara. Lentamente, la luz que emitía se comprimió y tomó la forma de una hermosa doncella alada. Un ángel que me miró tiernamente a los ojos y extendió su mano en señal de ayuda.

Acepté el gesto y me levanté. Su piel era cálida y mucho más suave que la más fina de las seda mientras que sus palmas era pequeñas y delicadas, pero firmes y seguras.

Finalmente solté su mano, y me di cuenta que seguía en el balcón del cuarto de mi madre, la luna seguía en lo alto y los grillos continuaban con su cantar. La pesadilla había terminado, pero mi luz redentora seguía frente a mí...

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⏰ Last updated: Jan 13, 2019 ⏰

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2813, el cuento de nunca acabar.Where stories live. Discover now