Ernesto y yo salimos del pueblo porque el Intendente Zafallardi nos contrató pa' levantar un molino caído.
En el campo nos tocó un sol, que hasta al mismísimo diablo habría sudado como chancho, pero nos aguantamo' y también sobrevivimos gracias al estanque junto a las patas del molino.
De noche prendimos fuego y cociné guiso de fideos con pollo, acompañado por un tinto. Es cierto, comimo' a lo pichicho prestado.
Me eché panza arriba, mientras el Ernesto afinó la viola dispuesto a cantar una cueca. Se puso a ladrar "las estrellas, las estrellas..." y las miré. ¡Pucha, qué linda noche, majestuoso lo que hizo el padrecito divino con tantas luces! y el Ernesto meta ladrar, ladrar y más ladridos...
–¡Cerrá el buche, bicho fiero! –le increpé– Te doy una estrella pa' que te callés.
–Bueno –dijo el Ernesto, así que estiré el brazo a la noche, agarré una estrella más chica que una bolita lechera y se la di al cantor.
Pucha que hizo caso, soltó la viola y se durmió.
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Feria de Sensaciones
Diversos23 historias cortas de intriga, suspenso, pasión y delirio... mucho delirio.