05 El misterio de Ignacio

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En el sur los días son más largos en invierno, por eso nuestros días de clase empiezan y terminan sin un mísero atisbo de noche. Pero esta historia no es sobre los días y las noches, es sobre mi amigo Ignacio.

Él se enfermó y faltó por varios días. Es feo, o al menos eso dicen nuestras compañeras de secundaria. Tiene una verruga con pelos, cuerno de unicornio, en medio de la frente.

Volvió distinto: ya no era frágil e inseguro, mutó en un Brad Pitt del sub-sub-desarrollo. Al verme, lo primero que dijo fue:

–Voy a salir con la Cecilia.

–Vos perdiste la cabeza –respondí incrédulo. Cecilia es una rubia despampanante y muy inteligente, en otras palabras, fuera del alcance mortal.

Y... al día siguiente estaban los dos de la mano. Una cosa de locos y, para peor, a los tres días la dejó. Entonces el tumbado se fijó en la Laura –morocha, misma categoría que Ceci–, se puso de novio y, después de una semana, la dejó .

Al toque Martha y Gervasia se sumaron al "efecto Ignacio": palidecían, perdían muchísimo peso y caían en cama. Una epidemia entre las exnovias.

Creo que fui el primero en darme cuenta. En esos tiempos, la tele transmitía mucho Scooby–Doo, quien en gran medida me inspiró a resolver "el misterio de Ignacio". Una a una, les pregunté sobre sus "historias" con él; y nada raro: besos, caricias, tomarse la mano y una foto; más tarde cortaba la relación. Volví a mi casa sin nada.


Soñé con Ignacio que se sacaba fotos con las chicas y después las dejaba. No sé por qué pero ese tramo del sueño giraba en torno a la cámara. Desperté con una certeza: "Algo no me cierra con eso".

En la mañana hablé con ellas. Les pregunté: "¿Exactamente en qué momento cortó con vos?"; a lo que respondían "después de la foto con la cámara rara". Me la describieron como una polaroid, las cámaras instantáneas. Ahora tenía una pista. Restaba ir a la casa de Ignacio.


En lo más alejado de la cordillera, ahí se levantaba su ranchito. Aplaudí y salió su mamá.

–Hola, Doñita, ¿puedo hacerle unas preguntitas sobre el Ignacio?

La señora se echó a llorar y se metió adentro. Al rato salió el padre:

–¿Qué querés, pingo?

–Hablar del Ignacio, ¿Por qué anda muy raro?

–Mijo está enterrao, se lo llevó la hepatiti A.

El padre decía la verdad por las lágrimas que se escabullían, pero entonces ¿quién era el que se hacía pasar por Ignacio?


El lunes en la escuela quedé sorprendido y atemorizado por verlo de la mano con mi hermana. Ella no era una chinita fiera pero tampoco linda. Me acerqué a saludarlos; cuando abrace a mi hermana le dije "no te saqués la foto" y me miró descolocada por la advertencia.

Los seguí un rato hasta que Ignacio intentó sacar la foto; mi hermana puso el grito en el aire. Aparecí por atrás y lo tumbé. Puse mi humanidad encima, pero me tiró al diablo. Su cara se hinchó y de su boca emergieron colmillos; estaba a punto de morderme cuando mi hermana lo amenazó. Sostenía una piedra grande encima de la cámara.

–¡NO, no, nooo! Pará... si me la das, no les hago nada y me voy –dijo Ignacio.

–¡Rompela! –grité. El espectro de Ignacio se retorció, se prendió fuego y en menos de un minuto se redujo a cenizas.


Por suerte hoy, al momento de escribir esto, las ex están mejor y la Laura estaba tan agradecida que ahora es mi novia. Igual no me explico cómo engordaron tan rápido, pareciera que están... embarazadas...

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