Principios

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Bailabas delante mio, provocándome, yo intentaba controlarme, por encima de todo eras mi amiga y yo tenía un secreto que ocultar.Pero es que tu pelo olía a vainilla, y tus labios rojos me invitaban a pecar.

Llevabas unos shorts altos con una camisa blanca medio transparente y un sujetador rosa, joder, que pecado era tenerte tan cerca. Eran tus movimientos de culo y tus refriegas contra mi en silencio, era eso lo que me quitaba el aliento. Yo estaba borracha pero tu lo estabas el triple.

Hubo un momento en que mis manos fueron a tus caderas, hiciste ese ruido que fue mi perdición. Gemiste. Yo no pude resistirme a esa llamada, ya me daba igual el mundo, estaba borracha y drogada, solo quería disfrutar de ti, de tu piel, tus pecas, tu sabor...
Comencé repartiendo besos detrás de la oreja mientras te abrazaba, tu te quedaste tensa un tiempo, pero mis besos insistentes y mis manos demandantes te hicieron caer en mi trampa. El contacto de mis labios con tu piel era tan perfecto y harmonioso. Tu te diste la vuelta y me miraste a los ojos, tus grandes ojos café me pedían a gritos que siguiera, pero tu boca me decía otra cosa.

-Por favor...para...ah...ah....porfavor Hanna.

Yo solo recuerdo que te dije

-Olvidate de todo por hoy, disfruta conmigo.

Salimos del local y nos fuimos al pequeño apartamento que escogimos para pasar las vacaciones de verano. Una vez allí mis labios no pudieron separarse de los tuyos. Que dulce sensación, mis manos recorriendo cada rincón de tu ser, haciéndote estremecer, mi aliento contra tu aliento.

- Hanna- suspiraste, entregandote a un placer prohibido.

Intoduje mis manos bajo tu camisa, mi tacto aspero y helado contrastaba contra tu suabe piel cálida, tus pelos se pusieron de punta y sentí la electricidad de nuestros cuerpos recorrer la punta de mis dedos alli donde te tocaba, no decias nada, tenias los ojos cerrados y tu dulce boca entreabierta, que suspiraba, pidiendome más, pero el sentimiento de culpabilidad se instauró en mi pecho, no podia hacerte esto, te amaba demasiado, te respetaba suficiente, me alejé y protestaste, invitandome a lo prohibido, pero no pude, queria que si alguna vez llegasemos a tener algo lo recordaramos las dos, no estaba bien hacerte esto, aunque lo anhelara. 

Al rato te dormiste mientras acariciaba tu pelo, sabia que eso te calmaba, y que lo necesitabas, y yo amaba pasar mis manos por tu pelo moreno, seguramente me dormí al poco despues que tu. Recuerdo despertar desorientada al dia siguiente, con la boca seca y mi estómago gruñendo impaciente, recuerdo tener algo entre mis brazos, y eras tú, que despierta me observabas desde un no tan lejano espacio. Fue toparme con tus ojos que me acordé de todo lo de la noche anterior, arrepentida cerré otravez mis ojos, sintiendo un calor sofocante en mi rostro, advirtiendome que mi cara se habia puesto roja de la verguenza y la culpa que sentia. No tenia plabras para derijirme a ti, pero el tacto de tu mano en mi rostro hizo que abriera otravez los ojos encontrandome con una sonrisa burlona en tu rostro y un brillo especial en tus ojos.

Te odiaba por ser tan malditamente hermosa.

¿Que te decía ahora? Como seria capaz de aguantarte la mirada?

-Lo siento

Te dije con mi voz ronca de resaca mientras te miraba fijamente a esos ojos marrones que me perdían, y la melena castaña con puntas negras que caía hacia tu espalda. Quería jodidamente probarte.

-Sabes una cosa, princesa?

Negaste tímidamente con la cabeza mientras me regalabas una cálida sonrisa que me derretia.

-Me vuelves malditamente loca.

Dije mientras repasaba tu carnoso labio inferior con la llama de mis dedos que volvían a sentir esa electricidad prohibida. Tu cerraste los ojos y suspiraste, e inexplicablemente me abrazaste aún más fuerte. Pero no duro mucho, te levantaste como un resorte y escapaste a media carrera de la habitación.

Suspire dramáticamente.

No entendía tu comportamiento, intentaba darte espacio, tiempo..., perezosa decidí levantarme y caminé hacia la cocina, donde tu preparabas un par de tostadas y zumo de naranja, tenias mi camiseta preferida que apenas te tapaba. Humedecí mis labios resecos, y me puse a tu lado para coger un vaso de agua, la cual me supo a gloria, noté que te tensabas ante mi gemido de satisfacción. La tensión sexual que nos rodeaba se podía ver a kilómetros. Y tu lo notabas y te hacías la sueca, desviabas las miradas, dabas un paso atrás... Y me di cuenta, tu también me deseabas.

Así que decidí que iba a volverte loca, hasta que me supliques que te haga mia. Hasta que grites mi nombre y arañes mi piel.

Así que prepárate, Kassandra, serán las mejores vacaciones de nuestras vidas.

Kassandra

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Kassandra

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Hanna

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