El ruido de unos tacones suena por todo el lugar, pero no son unos tacones cualquiera, él lo sabe, son aquellos tacones color avellana que anuncian nada más y nada menos que la llegada de la mujer de los papeles.
Había decidido llamarla así desde que un triste 7 de enero ella apareció en la puerta de su antigua casa cargada con muchísimos papeles en brazos y agitando sus hombros por el agetreo de haber corrido tanto.
-¿Aún no ha querido salir?
-No- contesto la anciana recepcionista del lugar, cansada ya de tener que lidiar con esa mujer por un año entero- Y no creo que lo haga, su historia es tan triste que me atrevo a decir que es un caso perdido.
La mujer de los papeles giro con rapidez al escuchar eso, ¿Cómo podía pensar eso?, Sí, él había sufrido pero ¡Por Dios! Tenia tan solo 5 años, en definitiva no era un caso perdido, o ella se encargaría de que no fuera así.
Salió del pequeñísimo cuarto que se osaba llamar recepción y se dirigió a la banca de debajo de un árbol viejo en dónde él se encontraba, con un intento de sonrisa, ya que al haber intentado tantas veces de sacar una sonrisa al menor la suya había perdido algo de ganas de aparecer.
-Hola- dijo casi en un susurro que él captó perfectamente- ¿Cómo has estado?, Las hermanas me dijeron que no has querido salir a jugar con los niños, ni comido bien, ¿Te sientes mal?
Ya que el pequeñito ni siquiera se molestaba en mirarla se vió obligada a tomar sus pequeños cachetes y hacer girar su rostro a ella, sus ojitos verde azulados seguían igual que aquel día que recibió la llamada que tanto había esperado, su primer trabajo y el más difícil hasta el momento.
Sólo que sus facciones habían cambiado demasiado, si ya naturalmente el pequeño era de tez blanca ahora estaba segura que si lo ponía enfrente de una pared color blanca casi ni podría percibirlo, además había adelgazado, demasiado para un niño de 5 años.
-Necesito que entiendas que estoy trabajando muy duro en esto,-
Comenzó a hablar con palabras suaves pero a la vez la voz se le entrecortada, ella tenía ya 29 años, el era un niño, ¿Por qué hablar con él era lo más difícil a lo que se había enfrentado?. Recuerda la primera vez que hablaron, ella habló hasta por los codos diciendo quién sabe qué ya que los nervios la comían viva y el sólo había dicho una simple oración.
-Pero tú tienes que ayudarme un poco, ¿Sabes? Todas las familias sueñan con tener un pequeño como tú y...-
Error.Vió como los bracitos del niño se tensaron y segundos después comenzaron a temblar.
-Emm... Bueno, te prometo que me esforzaré más, yo misma hablaré con las visitas, explicaré cómo sucedieron las cosas y verás que todo saldrá bien ¿Sí?-
Nada.
Ni siquiera un puchero, ni un parpadeo dejó ver cómo se sentía ese pequeñín de ojos tristes y cansados.
Ella le dio un apretón en el hombro y se dispuso a retirarse, pero una pequeña y frágil manita se lo impedía.
-e-ellas, ¿Aún no quieren saber de mí?-
La miraba fijamente, su vocesita había salido suave, casi imperceptible, pero para ella llegaron como tabiques directo al pecho.
Esas brujas.-no te preocupes por ellas ¿si?- le sonrió, pero el pequeño la soltó con tal sentimiento que algo volvió a romperse en ella, y no dudaba que en él también.
Una lágrima recorrió su mejilla al ver a ese niño, un pequeño que la vida había tratado tan jodidamente mal en tan solo 5 malditos años; limpia su mejilla, le da un pequeño abrazo al niño sin recibir sus brazos por ello, pero al menos lo ha hecho y se siente satisfecha por ahora, así camina titubeante a la recepción para poder salir por la puerta de entrada.
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A ese miedo que no pienso regresar.
RandomPiensa por un momento en una familia feliz, ¿puedes verlos? delante del televisor hay 4 personas que feliz e hipócritamente se sonríen unos a otros, el padre carga a la hija menor y la mujer acaricia la cabellera rubia del mayor a su lado... joder...