Iluminabas los días, eras sol, eras estrellas.
Convertías mi vida en cuento, eras musa, eras doncella.
Eras mi mayor sueño, eras también la luna llena,
eras calma de mis noches, Afrodita junto a Helena.
La pena se desarmaba cuando pieles se tocaban,
y bailaban una pieza que esperaron no acabara.
Éramos uno mismo en cuerpo, también en alma,
éramos romance en la plaza y en la cama.
Dama, aquí termina todo aquello que tú eras,
no quiero respirarte, ni sentirte en mis poemas.
No más versos de amor, son todos de despedida,
dejarte es lo más difícil que haya hecho en esta vida.
Pero hoy no soy el mismo, ni quiero ser esclavo
del recuerdo de las gemas que admiraba yo a diario.
Pasarán los meses, estaré solo en la cena,
pero no te extrañaré, solo extraño lo que eras.
Extraño el amar, mas no extraño a tu persona,
reina ya no eres, abandona la corona.
Eras tantas cosas, eras rosas y milagros,
pero eras y no eres, pues hoy sólo eres pasado.