Epílogo IV

499 46 25
                                    

El Norte
Winterfell

Winterfell estaba llena de fantasmas por Theon Greyjoy.
Este no era el castillo que recordaba del verano de su juventud. Este lugar era aterrador y estaba destrozado, más ruina que un reducto, una maldición de cuervos y cadáveres. El gran muro cortina doble se mantenía en pie, el granito no cedía tan fácilmente al fuego, pero la mayoría de las torres estaban sin suelos. Algunos se habían colapsado. Los techos de paja y madera de pino habían sido consumidos por el fuego, enteros o en parte y bajo las vidrieras rotas del Jardín de Cristal las frutas y verduras que habrían alimentado al castillo durante el invierno, estaban muertas, negras y congeladas.

Por todo el patio, hombres muertos colgaban medio congelados al final de las cuerdas de cáñamo, caras blancas hinchadas llenas de escarcha. Winterfell había estado plagada por invasores cuando la caravana de los Bolton llegó al castillo. Más de dos docenas habían sido conducidos a punta de lanza desde los nidos que habían hecho entre los torreones medio destruidos del castillo. Los más atrevidos y más agresivos habían sido colgados, al resto los pusieron a trabajar. Primero se habían levantado nuevas y robustas puertas para reemplazar aquellas que habían sido quemadas. Después el techo derrumbado del Gran Salón había sido despejado y se había elevado uno nuevo rápidamente en su lugar. Cuando el trabajo estuvo realizado. Lord Bolton colgó a los trabajadores. Fiel a su palabra, les mostró piedad y no despellejó a ninguno.

Hediondo no entendía porqué los Bolton había decidido dejar Fuerte Terror para tomar posesión del castillo de los Stark, no entendía tampoco el porqué de su presencia. Pero el propio Lord Roose había pedido que lo llevarán, no como sirviente, sino como invitado.

Luego oyó de casualidad el motivo de ese traslado; era una conversación privada entre dos guardias Frey, no tuvo intención de espiarlos, pero estaban muy cerca y ellos hablaban bastante fuerte.

—Lord Roose va a casar a su bastardo —dijo uno de ellos— Dicen que su prometida llegará pronto.

—¿Y por qué no la recibió en Fuerte Terror? —le preguntó el otro— Winterfell está hecho mierda, además, ¿qué dama querría casarse con ese bastardo?

Los dos se echaron a reír.

«Lo que hacen es peligroso... Si Lord Ramsay los oye reírse de él, puede tener repercusiones.» Pensó.

Pero a menos que Lord Ramsay estuviera escondido detrás del cobertizo, nadie más había escuchado aquella platica, y ciertamente, Hediondo no le contaría nada.

Fue por esa época que llegó el resto del ejército de Bolton. Izaron el ciervo y el león del recién coronado Rey Tommen sobre los muros de Winterfell mientras el viento soplaba del norte, y bajo él el hombre desollado de Fuerte Terror.

Una multitud de invitados empezaron a alojarse en las habitaciones de la Torre de Huéspedes, la mayoría de ellos eran norteños, antiguos vasallos de Lord Eddard, ahora habían doblado la rodilla ante Roose Bolton.

A Hediondo no le dieron una de esas habitaciones, pero sí le dieron ropa limpia y nueva: un jubón de terciopelo negro con pantalones a juego, una capa de piel oscura y botas altas con recubrimiento de lana.
Los guantes fueron el gran problema, pues las manos le empezaron a temblar de dolor con fuerza. A menudo sus manos le dolían muchísimo, especialmente sus dedos perdidos.

¿Realmente había habido un tiempo en el que las mujeres anhelaban que las tocara?

«Me convertí en el príncipe de Winterfell». Pensó. «Y de eso he llegado a esto». Él había pensado que los hombres cantarían sobre él durante cientos de años y contarían historias de su audacia. Pero si ahora alguien hablaba de él, sería de Theon el Cambiacapas, y las historias que contarían, serían sobre su traición.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora