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Jack miraba atento la portada de la libreta frente a él. Aún estaba incrédulo tras haber leído su contenido. Sabía que tal vez no había sido lo correcto, y que lo más posible era que Elsa se había equivocado al darle el cuaderno, tenía la costumbre de solo tener libretas con tonalidades azules y blancas, se veía venir que algún día llegaría a confundirlas.

Frunció el ceño ligeramente. Por más excusas que su mente intentara crear, no podría negar delante de Elsa lo que había hecho. Incluso dudaba que pudiera mirarla directamente a los ojos y hablarle al mismo tiempo.

—¡Jack!— gritó una voz aguda a su lado, sobresaltándolo al instante. Volteó su rostro asustado y vio que dicha persona era su amigo castaño que lo miraba enfurecido, haciendo un mohín para hacer su enfado más evidente. Aunque en una persona tan amable como él no daba resultado ninguno.

—¿Eh? ¿Qué quieres Hiccup?

—¿Cómo que qué quiero? Llevo llamándote por lo menos 5 minutos— se quejó de manera infantil sin quitar su puchero en ningún momento. Nadie diría que el chico con el que hablaba tuviera ya 18 años. Y después él era el que se comportaba un niño—. Mérida me pidió que te informara sobre el cambio de horarios del entrenamiento— Hiccup frunció el ceño al ver a su amigo otra vez divagando en sus pensamientos, sin embargo sonrió cuando una idea pasó por su cabeza— Elsa quiere cambiar los horarios de entrenamiento de mañana— Jack puso su atención sobre él al escuchar el nombre de la chica y Hiccup no pudo evitar rodar los ojos divertido al darse cuenta de ese detalle—. Al parecer cambiaran la sesión que tenían el jueves al viernes debido a un examen.

—Ya veo. Gracias por la información, Hiccup.

El nombrado suspiró resignado.— ¿Cuándo te darás cuenta, Jack?— el contrario lo miró confundido—. Nada, mejor olvida lo que acabo de decir —Jack se sorprendió al verlo sonreír—. Acabo de ver a tu dulce Cenicienta a lo lejos, ¿no crees que ya es hora de que le lleves su zapato de cristal? —al principio el chico de cabello albino no comprendió sus palabras, pero se sonrojó al ver a Elsa pasar por su lado y comprender las palabras de su amigo.

—Idiota— lo insultó en voz baja.

—¿Idiota? No soy yo el que está temblando por tener que devolverle un cuaderno a una compañera de clases —dijo socarrón. Se sentía bien burlarse un poco de aquel que tantas bromas le había gastado en el pasado— Ni tampoco él que es incapaz de decidir entre dos chicas cuando es más que obvio cuál le gusta más.— pensó para sí mismo.

Jack bufó molesto y con pasos agigantados se dirigió hacia Elsa. No dejaría que el castaño tuviera motivos para burlarse de él.

—¡Snow!— la llamó una vez hubieron salido del edificio.

Ella se detuvo y se giró hacia él con cierto temor y ligeramente ruborizada. Sabía cuál era la razón de que la llamara y no podía evitar sentir vergüenza por ello.

—¿Q-qué quieres, Frost?— su voz salió más temblorosa de lo que esperaba, pero no podía impedirlo.

—Quería devolvértela —dijo, tendiéndole su libreta. Elsa la cogió lo más rápido que pudo, para que no se diera cuenta de los movimientos inquietos de sus manos y notara a partir de eso su nerviosismo.

La adolescente tragó saliva, antes de aventurarse a hablar.

—¿L-lo has leído?— intentó sonar firme, pero su voz acabó traicionándola.

Atenta, observó los agitados movimientos de sus ojos azules, mientras paciente esperaba su respuesta.

—S-sí —habló tras unos segundos, claramente nervioso.

Elsa, por su lado, suspiró al ver como todas las esperanzas que había tenido eran destrozadas en segundos. Aunque al menos agradecía que fuera sincero con ella y no se lo hubiera ocultado. Eso habría sido peor.

—Ya veo— hizo una pausa—. No se lo digas a nadie— dijo de manera autoritaria.

Jack la miró contrariado—. ¿Por qué no? —le replicó.

—No tengo la necesidad de responder esa pregunta— concluyó de forma tajante.

—Claro, sería muy humillante para la grandiosa Elsa Arendelle que la plebe supiera que ha escrito una historia para niños— atacó molesto.

—¡No es una historia para niños! —gritó ella irritada, ganándose la mirada de varias personas cercanas. Elsa bufó, intentando recuperar la compostura—. E-es más bien una autobiografía un poco ficticia.

Jack ladeó la cabeza aturdido. Toda la ira había desaparecido de su mente y ahora solo había espacio para su confusión.

La chica volvió a suspirar—. Simplemente cambia los poderes de hielo por mi bisexualidad, Jack— guardó el olvidado cuaderno en su mochila y comenzó a caminar, sabiendo que estaba siendo observada fijamente por el joven albino—. Sé que no somos los mejores amigos, pero por favor no se lo digas a Anna. No quiero que cambie la visión positiva que tiene sobre nuestros padres— dijo, dando su conversación como concluida.

Impulsivamente agarró su muñeca —. No somos los mejores amigos, pero puedes contar conmigo.

Los rivales también se ayudan de vez en cuando, ¿no es así?

Elsa se volteó—. Eso es exactamente lo que no hacen los rivales. Eres un rival muy extraño, Frost.

—Tal vez~ Pero no seré yo quien vea al otro yendo a la fiesta de Meg con Mérida.

—Eso ya lo veremos. Aunque deberías de preocuparte más de otros asuntos. Por ejemplo, conseguir que alguien te deje los apuntes de Economía antes de que comience la clase— miró su reloj divertida y segundos más tarde la sirena tocó—. Suerte Frost —murmuró socarrona, antes de adentrarse en el edificio contiguo.

Jack chasqueó la lengua, mientras repasaba mentalmente a los posibles candidatos a los que pedir los apuntes. Aunque posiblemente no le sirviera para nada a esas alturas. Quizá si alagaba lo suficiente a Elsa volvería a dejarle el cuaderno.

Jack suspiró, entretanto deseaba mentalmente que fuera tan fácil adular a esa chica como lo era con Eugene. Aunque en el fondo sabía que aquello era imposible.

RecíprocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora