1. Sólo Emilio.

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Abrí la puerta de la biblioteca, Azul está ahí. Me sonríe en cuanto me mira entrar, ríe suavemente, meciéndose, y hace un gesto con su pequeña mano. Los rayos del sol entran por los ventanales de cristal, iluminando amablemente el interior del lugar. Era invierno, y el sol sólo servía para brillar a esas alturas del año.

-Joaco-me saluda amablemente, tal y como todas las mañanas en que llego a leer un rato antes de mi próxima clase-, buenos días. ¿Qué quieres leer hoy?

Azul siempre se asegura que yo pasé un buen rato ahí. Conoce mi situación, especialmente porque ella misma la vive. Ser parte de una telenovela mexicana no es muy fácil cuando se tiene quince años, la fama llegó rápido, claro. No es que me desagrade tener a gente admirando y preguntando por mi trabajo, me gusta mucho saber que estoy haciendo algo bien. Es sólo que, algunas veces, mantener mi vida privada al mínimo es imposible.

El caso de Azul es aún peor, no tiene muy buena reputación en el colegio. No hizo nada malo, sólo que tener el personaje antagonista siempre causa revuelo con los fans. Por eso, empezó a refugiarse en la biblioteca y después se aseguró de mostrarme este lugar como mi nuevo 'sitio' para pasar el rato. Ayuda a la encargada para mantener el orden, y yo le hago compañía, leyendo un buen libro para no aburrirme en la tarea.

-No estoy seguro...

-¡Te buscaré uno!-se ofrece casi al instante.

Es tan amable que me hace sonreír con cariño: cálida, agradable y reconfortante, como todo en su persona. Azul es una niña preciosa. Blanquísima como las perlas, con una sonrisa enorme y unos carnosos labios rosas. Ojos grandes y hermosos, como gemas, enmarcados por una hilera de pestañas tupídas y arimeladas.

-No, no-digo, negando con mi cabeza de lado a lado con una sonrisa-, yo lo hago. No te apures. Gracias

-¿Seguro?

-Por supuesto que sí. Sigue con lo tuyo.

La ánimo antes de salir rumbo al pasillo de clásicos. He pasado tanto tiempo acá que me es difícil elegir uno que no haya leído antes, así que cambió mi táctica: no tengo un título en mente, así que tomaré el que más llamativo me parezca. Listo para ser ojeado en una de las mesitas de madera al fondo, el cual es mi lugar cotidiano.

Suelto el libro sobre la mesa y recorro la silla para sentarme en ella. Estoy listo para comenzar una nueva historia, sacándome los guantes de las manos y el gorro que mamá me obliga a llevar para el frío matutino que cala los huesos. Me acomodo el cabello y sigo con lo que hacía, acariciando un poco la portada de colores vibrantes antes de abrirla. Huele a libro viejo: a humedad y hojas que están a punto de romperse. El blanco de las hojas de papel es amarillo y la tinta se ve remarcada sobre ella. Entierro mi cabeza entre el libro abierto. Seguidamente, me pierdo entre líneas de letras puntiagudas.

Leo y leo, y leo, pero nada en el libro me dan ganas de parar. No agotan nunca. No encuentro nada que no me guste, ni los versos, que son suaves, ni el léxico bien cuidado. La frases estampadas sobre el papel están escritas con una maestría impresionante. No quiero levantar la vista del libro entre mis manos, pero la pequeña risa masculina me obliga tras mi curiosidad incontenible.

El tiempo se me fue de las manos, lo noto cuando la pequeña risa masculina se convierte en un joven alto de cabello rizado. Es Emilio. Y es raro. En la escuela, casi nunca coincidimos, no nos vemos hasta la hora de grabación.

De reojo veo su silueta caminar a mi lado, está solo y me sorprende. A él le encanta la atención, así que no es de sorprenderse que siempre esté rodeado de chicos y gente que lo tiene en un pedestal. Le miro perderse entre los estantes repletos de libros, cerrando el propio antes de finalmente asumir que estoy interesado por saber la razón de que él esté aquí, solo y buscando un libro en la sección de romance.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora