8. Orkneyjar

681 75 27
                                    


Una vez más, Mérida se encontraba con un montón de preguntas sin respuesta. Además, se sentía bastante inútil.

Ástrid Hofferson había lanzado ese desafío y luego había arrastrado a todos a su barco lleno de nórdicos que parecían bastante más peligrosos que Egil. Estuvieron trabajando frenéticamente para conseguir meter el barco en aguas más profundas y coger los vientos del oeste, que les llevarían hasta la aldea del jarl Sigurd, aunque Mérida no tenía ni idea de dónde se encontraba.

Ella se sentía como si obstaculizara todo, porque, dejando de lado a Ástrid, que daba las órdenes y estaba atrás, en el timón (un vulgar cacho de madera enorme que se hundía en el agua), todos iban de aquí para allá en lo que la princesa creía una maraña de cuerdas, remos y barbas pobladas perfectamente sincronizada. Incluso Mocoso, que estaba hecho un desastre, se había puesto a remar.

—Tú, la chica —la llamó Ástrid. Mérida se giró, algo cohibida—. Aparta, que no veo lo que hacen. Siéntate aquí.

Mérida no acabó de entender lo que decía excepto lo de «siéntate», pero tampoco se atrevía a contradecir a alguien que había plantado cara a una docena de guardias de esa manera, así que acabó sentada en un banco lateral, al lado de Ástrid.

—Eh... ¿Dónde...? ¿Hacia dónde...? —No le salían las palabras en nórdico. Su capucha la agobiaba con el calor de la vergüenza, así que se la quitó, dejando ver su melena pelirroja atada en una coleta.

—¿A dónde vamos? A Orkneyjar, por supuesto. —Ante el silencio y la mirada extrañada de Mérida, la nórdica la miró un poco más de cerca—. Ah, ya veo, un tartán. ¿Skota?

Por suerte, Mérida ya se sabía su propio gentilicio en nórdico. Era casi el mismo que usaban los ingleses y todos los diplomáticos que habían aparecido por el castillo. En gaélico escocés Escocia era «Alba», tan distinto que apenas le valía la pena contarlo.

—Sí. Aprendiendo nórdico. Me llamo Mérida, de DunBroch.

—Ástrid Hofferson, de Berk —se presentó. Mérida se dio cuenta en ese instante que no tenía ni idea de que ella era princesa, pero después de poner un pueblo patas arriba por Mocoso, le dio igual—. Orkneyjar es donde vive Sigurd.

—¡Ah! Las llamamos Insi Orc, o Arcaibh. —Ástrid puso cara de «no está mal» cuando oyó a la Mérida hablar en su idioma, e hizo un signo con la mano para decir que se parecía bastante al nombre nórdico. Luego dio un par de gritos a sus compañeros, que desplegaron la vela, de colores rojo y blanco desgastados—. ¿Dónde está Berk?

—Es un secreto —sonrió Ástrid, con orgullo—. Te basta con saber que vengo del Mar Sin Sol, como Mocoso.

Mérida volvió a mirar a su amigo, trabajando duro, ajeno a la conversación. Ahora sí que le podía ver como alguien respetable entre los vikingos, no como cuando estaba tumbado en la cama de su castillo.

Pasó un rato en el que el viento azotaba el cogote tapado de Mérida y ayudaba a propulsar el barco. Los tripulantes dejaron de remar cuando consideraron que tenían buena velocidad y se pusieron a hablar entre ellos. Egil y Mocoso se acercaron al timón, probablemente con muchas ganas de hablar.

—¿Vamos a recuperar a Garfios? —preguntó inmediatamente Mocoso, bastante serio.

—Sí.

—No deberíamos —repuso Egil—. El jarl Sigurd es un hombre peligroso con mucho poder. Su linaje se remonta a los colonizadores de Orkneyjar, incluyendo un rey de Noruega.

—Sabes mucho, al parecer —le miró Ástrid.

—¡Pero hay que ir! ¡Es mi amigo! ¡No puedo dejar que se lo quede!

Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora