ZOMBIE Infection Area. Capitulo 2.

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-¿Al refugio?- cuestiona Roseta alarmada.

-Exacto. Debemos ir. Allí habrá sobrevivientes- coincide Katerina.

-¡Pero el viaje sería largo! No se manejar- se hace bolita y abraza sus piernas.

-Pero yo sí- le digo.

De repente un ruido atronador hace que todas nos callemos. Miramos a la cocina, que fue de dónde provino el sonido.

-Oh no…- musito- la puerta trasera.

Lo había olvidado, ¡se me pasó por encima! La maldita puerta lateral estaba abierta, sin cerrojo. Con el sudor bajando por el borde de mi rostro, asomo la cabeza y una barbada de zombies ingresa a la casa provocando que las cuatro gritemos histéricamente. Eran como 10 de esas cosas. Hambrientas, deseosas y repugnantes. Como mi casa es muy pequeña, ni nos dio el tiempo para poder escapar. Uno de ellos acorrala a Roseta contra la pared y…

-¡NO!- grito para luego tapar mi boca sintiendo las lágrimas rodar por mi pómulo.

El zombie muerde su cuello haciendo que mucha sangre se resbalase por su cuerpo. Empapando y manchando su bella blusa color beige. Corro hasta el baño que estaba junto a la sala y entreabro la puerta; observando todo con demasiada claridad.

Otro vestido con un traje sucio y roto, sujeta el brazo de Katerina y se lo lleva a la boca engullendo sus dedos y mano completos. El alarido que pegaban todas era algo impresionante, y yo permanecía como una espantadiza escondida. Sin ser capaz de mover un músculo del terror, mi cuerpo no respondía y se permanecía crudo.

Skyler toma la barra que yo había usado para clavárselo al primer zombie, pero todos los restantes se abalanzan sobre ella y la tumban al suelo. Escucho como gritaba, aullaba mi nombre pero lo único que salía de mí eran simples lágrimas de miedo y arrepentimiento, junto con sollozos estúpidos y temblores cobardes.

-¡_____! ¡No vengas! ¡NO VENGAS!- gritaba y repetía una y otra vez. Hasta que su voz se apagó completamente haciendo que lo único que lograse escuchar fueran esos gemidos y gimoteos de zombies irritantes.

Con mucho cuidado, cerré la puerta completamente y me senté contra ella. Pegué mis rodillas a mi pecho y las abracé mientras lloraba sin consolación. Además de que veía como se comían a mis amigas, descuartizándolas y destrozando su cuerpo, no había hecho nada. Y jamás me lo perdonaría. Era una gallina y ahora estaba sola. Me lo merecía.

Estaba cansada de llorar. De sentirme como una boba con el rostro y rodillas empapadas de tanta agua salada proveniente de mis rojos ojos. Había dejado morir a mis casi hermanas, pero supongo que para vivir en un mundo así debería acostumbrarme. A partir de hoy anularé mis sentimientos, ya no me dolerá nada. Las había dejado caer y no sería capaz de perdonármelo ni mucho menos olvidarlo. Pero no dejaría que me comiesen viva, ni que me consuman mentalmente.

Habían pasado tres horas desde que me había encerrado en el baño a escuchar mis lamentos y llantos. Pero ya era momento de bloquear mi cerebro, eliminar el recuerdo y buscar el refugio.

Me paré e indagué a mí alrededor algún arma servible contra esas cosas. Lo único que localicé fue la barra que sostenía la cortina de la bañera. Con el menor mutismo posible, la bajé quitando las telas impermeables con cuadrados de colores.

Definitivamente, era muy larga. Pero ¿Qué otra cosa utilizaría? A penas tenía un poco de punta, y yo no cabía en la pequeña ventana como para escapar. Tomé un gran bocado de aire, pero igual no era suficiente. Pegué la oreja a la puerta; los gemidos casi habían cesado. Pero de todos modos algunos jadeos lograban filtrarse por mis oídos.

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