Ya había pasado una semana desde aquél ataque apocalíptico desastroso. Habíamos ido al mercado pero no encontramos signos de mi madre. Reunimos los suministros que pudimos hasta que una barbada de zombies – o como prefiero llamarlos ‘caminantes’ – se abalanzó sobre nosotros y solo recogimos algunas latas de lo que sea y otras comidas no perecederas.
Pasamos por una comisaría, cogimos algunas armas que desconozco el nombre y, desde allí, solo éramos Austin y yo. Los dos con solo un destino: Inglaterra. Utilizamos una Hummer h3 que encontramos por casualidad con las llaves puestas. Aniquilamos al caminante dentro y seguimos con nuestro camino; desolado, abatido y siniestro.
Aún extrañaba a todos; Katerina, Skyler, Roseta y Mamá. Pero abolí aquellos sentimientos. Si bien la culpa jamás se iría, pero ya no sentía la necesidad de llorar y patalear por ellos.
Habíamos cruzado el curso de agua que dividía Francia de Inglaterra mediante una balsa, en donde subimos el choche y nos trasladamos por La Manche; o ‘The English Channel’. Ahora, mediante un mapa, nos dirigíamos hacia el norte de dicho país, junto con mi hermano mellizo.
-¿Cuánto calculas que falta para llegar?- preguntó mientras conducía la Hummer, un jueves a las ocho de la noche.
-Hum…- pensé un momento deduciendo la distancia y comparando lo recorrido con anterioridad.- Quizá otra semana más a este ritmo. Y hemos tenido suerte con las gasolineras, probablemente comiencen a escasear a partir de ahora Austin.
-Esperemos que no. Estuvimos varados tres días sin combustible arrastrando esta máquina hasta una estación de servicio. Ojalá o vuelva a suceder- suspiró y centró su concentración en la carretera.
Negué con la cabeza recordando aquél lapso de tiempo, que parecía interminable. El coche se había quedado sin gasolina y tuvimos que arrastrarlo tres días perpetuos hasta que logramos encontrar un lugar donde llenar el tanque.
-Enciende la radio, quizá haya sobrevivientes cerca- me sugiere.
Según las películas, la gente puede utilizar las radios para enviar mensajes grabados. Así, otros sobrevivientes pueden escucharlo y saber que hay aún personas con vida.
-Buena idea- concordé presionando ligeramente el botón.
Nada. Un ruido ensordecedor indicando que la señal estaba muerta, penetró en nuestros oídos como sinfonías mal tocadas. Fruncí la nariz demostrando mi disgusto ante aquél sonido.
-¿Te parece algo de música?- pregunté buscando el pendrive donde habíamos seleccionado canciones juntos, y las descargamos en el pequeño dispositivo.
-Es mejor que esto- asiento con desgano y, justo antes de apagar la radio, una voz me congela inmediatamente.
-Hola sobrevivientes, llamamos desde el Norte de Inglaterra para informarles que ofrecemos refugio, comida, seguridad, y una serie de científicos que investigan la causa de la infección zombie. Si desea mantenerse a salvo, solo siga los letreros que se sitúan desde la ciudad de Londres y los guiará hasta nuestro paradero. Que tengan buen día, y que Dios esté con ustedes. Cambio y fuera.
La señal se cortó volviendo a aparecer aquél ruido espantoso. La mujer que había transmitido ese mensaje gravado nos había otorgado esperanza, porque ya comenzábamos a creer que, ese tal refugio, estaba bajo la misma epidemia que había acabado con el mundo. También nos proporcionaron señalizaciones ya que no teníamos idea de cómo llegar a tal lugar.
-¿Oíste eso?- pregunté con emoción indiscutible.
-Al parecer vamos bien- sonrió ampliamente de la misma manera en la que yo lo había hecho.
-¡Más que bien Austin!- aullé cargada de alegría- No estamos solos hermano.
Asiente y presiona el acelerador provocando que las gomas rechinaran y quedaran marcadas en el asfalto. Aquella transmisión fue como una inyección de bienestar, felicidad, adrenalina. Todo se surtía, las expectativas volvían y aquella sonrisa boba no se borraba ni con una cachetada.
-Una gasolinera- señalo viendo la estación a un lado del camino.
-No podría ser mejor- canturrea- aparquemos la Hummer y durmamos en el mini-mercado.
-Buena idea- concuerdo.
Incluida en la gasolinera, había un mini-mercado donde estaban los baños y vendían artículos, como mapas, golosinas, recuerdos de la zona, bebidas, entre otras cosas. Estacionamos la máquina y sacamos un par de machetes. Sujeté la linterna fuertemente y abrimos la puerta de aquél shop. Con agilidad, nos movimos alumbrando por todas las esquinas, rincones, y pasillos.
-Allí hay uno- informo apuntando a una caminante, atrapada en la barra. Supongo era la que atendía el lugar.
-Yo me encargo.
Trota hasta el zombie y clava el cuchillo en su cráneo provocando un sonido desagradable. Cae al suelo con los ojos de par en par y su hidionda boca abierta.
Revisamos un poco más y no encontramos nada, entonces regresamos al auto donde bajamos unas colchonetas y las apoyamos dentro del mini-mercado, en el suelo. Armamos un bollo con un poco de ropa como almohada y cogimos algunas cobijas. Cubrimos la puerta con un par de anaqueles y listo.
-Mañana busquemos algo de comida y carguemos el tanque- le dije cuando ya estábamos acostados boca arriba.
-Sí- coincide- que descanses _____.
-Que descanses Austin.
Cierro los ojos y dejo que la mano del sueño me cubra el rostro, haciendo que caiga en un profundo letargo al instante. Estaba muy cansada ya que, cada día, nos levantamos a las ocho de la mañana para conducir hacia el refugio.
Mientras soñaba con quién sabe qué, un ruido extraño me despertó. Mire la hora en mi reloj de muñeca y eran las nueve ¡Nos habíamos pasado!
Sacudo mi cabeza y miro a mi costado, Austin dormía con su dedo gordo en la boca. Pero… ¿de dónde provino el sonido que me había avivado? Me levanto con dificultad y miro por la ventana del local: un grupo de chicos había llegado con una camioneta Mercedes Benz.
-¡Austin!- exclamo en susurro y le doy una patada.
-¿Qué mierda…?- parpadea reiteradas veces y se reincorpora- ¿Qué pasó?
-Hay chicos afuera, no zombies, ¡personas!- le dije aun murmurando.
Se levanta alterado y asoma la cabeza por el ventanal. Sus ojos se abren como platillos y cae su boca al suelo. No habíamos visto sobrevivientes desde… nunca. Es decir, la última vez que vimos gente con vida fue antes de la infección.
-¡Hola!- grita agitando las manos- No nos oyen, saquemos los estantes.
Asiento y corremos las repisas que obstruían la puerta a un lado. La abrimos y corrimos hasta el encuentro de aquellos muchachos. Éstos se dieron vuelta en posición de ataque, al escuchar nuestro trote retumbar por la gasolinera. Ambos sonreíamos al encontrar malditos sobrevivientes, ¡al fin!
Nos detuvimos frente a ellos, con la respiración agitada. Los cinco chicos nos observaron de arriba abajo, para luego esbozar una sonrisa y dedicarse miradas entre ellos.
Yo conocía a estos muchachos… los había visto con anterioridad, pero no sé dónde. Registraba esos rostros, pero no recuerdo haber hablado con ninguno. Eran muy guapos, cada uno. Pero el que más llamó mi atención, fue aquél con los rizos y ojos verdes, que mostraba un par de hoyuelos a ambos lados de su semblante. Era alto, muy alto. Con piernas ligeramente delgadas, y brazos musculosos.
Ahora los recuerdo, la imagen se me vino a la mente como un destello.
-¿No son ustedes… los Big Time Rush?- preguntó Austin con inocencia, frunciendo la nariz.
Solté una carcajada seguida por los cinco muchachos. ¿Big Time Rush? Debe estar de broma.
-Creo que nos has confundido- dijo uno aún riendo- soy Liam- le extendió la mano a Austin, gesto que él correspondió- Somos One Direction.
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The Walking Dead.
AventureComo individuos vivos que somos, nuestro instinto siempre ha sido sobrevivir ante cualquier amenaza, problema o dificultad que se nos cruce por nuestro camino. Pero… ¿Qué pasa cuando esa tal especie llamada ‘ser humano’ llega a su punto de extinción...