Capitulo 15

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Alfred estaba impaciente por volver a tocar a Amaia, por tenerla en su brazos y escuchar sus gemidos.

Se detuvo en la recepción de la consulta y le dio al doctor Finney el informe de los pacientes que había visto para que lo revisara. Quedaba poco para la hora de cerrar y estaba ansioso.

De pronto, la puerta principal de la clínica se abrió.

-Doctor, ha habido un accidente en la autopista dieciséis. El equipo de rugby del instituto iba en el autobús siniestrado.

El doctor Finney dejó los archivos sobre la mesa y se volvió hacia Alfred.

-Agarra vendas, desinfectante y cualquier cosa que nos pueda ser útil.

La adrenalina empujó a Alfred a actuar con efectividad y rapidez. Aunque el abastecimiento y almacenamiento de la clínica no era como el de los grandes hospitales de primera a los que estaba acostumbrado, recopiló lo que pudo y salió hacia recepción.

-Pam, por favor, llama a Amaia y explícale el motivo de mi tardanza.

-De acuerdo.

Nada más ver a Alfred con el traje impregnado de sangre, a Amaia le dio un vuelco el corazón.

Se levantó inmediatamente del sofá.

-Alfred, ¿estás bien?

-La sangre no es mía -dijo él, claramente exhausto. Tenía el pelo revuelto-. ¿Y Dani?

-Está durmiendo. ¿Y Chuck, está bien? No pude localizar a Ana.

El lamentable aspecto de Alfred le hacía pensar que el accidente había sido tan malo como las malas lenguas decían.

-Chuck estaba en el pasillo del autobús jugando con unos chicos cuando el autobús volcó. Se rompió unos cuantos huesos y se golpeó la cabeza. Aunque en apariencia el pronóstico no es grave, hay que mantenerlo en observación. Ana está en el hospital con él.

-¿Y los niños?

-No ha habido víctimas mortales, pero algunos de ellos no van a poder jugar al rugby en bastante tiempo -dijo él en un tono de derrota.

Ella sintió deseos de abrazarlo, pero se resistió al impulso.

-Estoy segura de que lo hiciste lo mejor que pudiste.

-Al menos conseguimos mantenerlos estables hasta que la ambulancia llegó.

-Después, seguiste a las ambulancias hasta el hospital, esperaste a los padres y hablaste con ellos.

El sonrió.

-Ya veo que los rumores son un método efectivo de comunicación.

-Sí. En esta ciudad si uno estornuda, se presenta la mitad de la población con un tazón de sopa de pollo. Lo hacen con buena intención. ¿Quieres que trate de limpiarte el traje?

-No, es inútil. Necesito una bolsa de basura.

-Date una ducha caliente mientras yo te sirvo la cena.

Al llegar a mitad de la escalera, se volvió hacia ella.

-Amaia, siento no haber podido llegar antes esta noche. Quizás más tarde...

-Alfred, estás agotado y dudo que estés de humor para...

-¿Para revolucionar tu apacible noche? -dijo él en un intento de sorna.

Ella sintió que todo su cuerpo se alteraba.

-Eso... Quizás será mejor que lo dejemos para otro momento. Ahora, sube y ponte cómodo. Yo iré a por la bolsa de basura.

Puso la cena en el microondas, agarró la bolsa y subió las escaleras. Pero, en el instante mismo en que ella entraba en la habitación, él salía del baño, rodeado de vapor y con una leve toalla alrededor de la cintura. Se quedó sin respiración.

Las gotas de agua se deslizaban por la cadena que llevaba al cuello, hasta la cadena que llevaba como colgante. Luego seguían hacia sus pectorales y su abdomen, quedando finalmente atrapadas en la toalla.

Amaia sintió que la sangre comenzaba a hervirle en las venas.

-¿Amaia? -el tono de su interrogación dio a entender lo explícita que había sido su expresión.

Ella expulsó todo el aire que había contenido en los pulmones.

-Echa el traje en esta bolsa para que me lo lleve.

El se aproximó lentamente.

-La cena puede esperar.

Su ronco y sugerente susurro le debilitaron las rodillas.

Ella retrocedió un paso.

-No, Alfred. Es más de medianoche. Tienes que levantarte en menos de seis horas y los dos sabemos que Dani se despertará como mínimo una vez esta noche. Por favor, esperemos al momento adecuado, cuando no tengamos que hacer las cosas atropelladamente.

Una sensual promesa apareció en su sonrisa.

-Me parece bien, porque quiero tener el tiempo y la energía necesarias para saborear cada centímetro de tu cuerpo.

Amaia se dio media vuelta, rogando porque sus rodillas la sostuvieran y se encaminó hacia las escaleras.

El corazón se le aceleró anticipando una tarde de diversión en el instante en que Amaia abrió la puerta. Llevaba un vestido de verano que destacaba sensualmente su figura y se había dejado el pelo suelto, como a él le gustaba.

Tenía una cesta de picnic en el brazo.

-¿Has planeado una salida al campo para aprovecharte de mí en mitad de ninguna parte?

Ella le indicó con la mano que entrara.

-Sube rápido y cámbiate, mientras yo meto las cosas en el coche.

Alfred le dio un beso al pequeño Dani.

-¡Date prisa o llegaremos tarde!

-¿Adonde?

-Se te había olvidado el aniversario de Katy y tu padre, ¿verdad? Maldición.

-Sí.

En vez de una apasionante tarde noche envuelto en sábanas solo con Amaia, le esperaba una ruidosa velada.

Tomó a Dani de los brazos de su niñera y se removió al sentir que los dedos del pequeño trataban de retorcerle la nariz.

-Tengo instrucciones precisas de llevarte a esa fiesta. Cada uno de tus hermanos ha llamado para asegurarse de que irías.

Cerrando la puerta, la tomó de la cintura con un suspiro frustrado.

-¿Nos quedará tiempo para nosotros más tarde? Tú, yo, la luna y nuestros cuerpos desnudos...

Su cálido aliento rozó el escote de ella, que alzó la barbilla en un intento de distanciamiento. Pero sus ojos la traicionaron. Hablaban claramente del deseo que la consumía.

-Ya veremos.

El gimió en anticipación de la promesa no formulada.

-Necesito un beso que me dé fuerzas para superar el trance de la ducha.

Ella soltó una carcajada que acalló el sensual beso de Alfred.

-Estoy ansioso por saborear cada parte de ti, empezando por aquí -deslizó suavemente el dedo por sus labios-. Y terminando... -descendió la mano por sus senos hasta su bajo vientre.

-¡Será mejor que te prepares! -lo interrumpió ella-. Cuanto antes nos vayamos, antes regresaremos.

El sonrió y le besó la mano.

-Te prometo que haré que la espera valga la pena....

Una proposición apasionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora