Sihir.

El viento hacia mover mi cabello de forma alborotada, pero en cambio yo lo disfrutaba como cualquier chica normal disfrutaría de la mejor joya que pueda ser dada por ser pedida en matrimonio.  Una larga melena ondulada negra iba marcando mi paso mientras cogíamos mas y mas velocidad, y mientras mas velocidad alcanzábamos mas libre me sentía.

-¡Más alto, más alto!- No podía parar de necesitar esa sensación.

Levantando los brazos, acariciando el viento con mis manos, mientras mi cara disfrutaba el frescor del final de la noche, no cabía pensar que pudiera haber una sensación mejor.  

-Bien, perfecto, ¡Hoy probemos desde aquí Morsus*! -, Ahora es cuando empieza lo bueno, toda fibra de mi cuerpo empieza a vibrar esperando que el momento se acerque.

Me pongo de pie, todo se detiene por un momento. Y salto. 

Corazón a mil por hora y la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo, con todas mis extremidades estiradas voy notando como la Magia se revolotea en mi interior. 

-Que no acabe este momento, que no acabe- Lo unico en lo que puedo pensar mientras sonrío incluso casi con dolor de lo amplia que es la sonrisa. 

Me pongo boca arriba para no ver como me voy acercando al suelo, cierro los ojos y empiezo a liberar una especie de polvos brillantes y humo espeso, de un color unico, un color que tiene todos los colores y ninguno a la vez, que ningún ser podría reconocer, y ninguno de nosotros se atreve a ponerle nombre. Un color que significa todo y significa nada. El color de la Magia. Nuestra propia Magia. 

Pasados unos segundos empiezo a escuchar el aleteo de Morsus, deben de quedar unos 100 metros ya. 

Me coloco en la postura adecuada para que pueda recogerme y acabo en su gran lomo negro azulado recogida por el. 

Cuando abro los ojos, ya estamos en tierra. 

*Morsus: Morsus serpentum, non laedit sepentes, homo homini lupus