Karthus parte 3

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Karthus vació las arcas del templo y compró un pasaje para Aguas Estancadas, una ciudad atormentada por una extraña neblina negra que, según se decía, arrastraba las almas hasta una isla maldita situada en el interior del océano. Ningún capitán se atrevía a llevarlo a las Islas de la Sombra, pero finalmente encontró a un pescador empapado de ron, cargado de deudas y sin nada que perder. Su embarcación afrontó las aguas durante muchos días y noches, hasta que una tormenta la empujó contra la rocosa ribera de una isla que no figuraba en ninguna carta de navegación. Una neblina negra flotaba sobre un paisaje espectral formado por árboles retorcidos y viejas ruinas. El pescador, aterrorizado, sacó la barca de las rocas y volvió la proa hacia Aguas Estancadas, pero Karthus saltó al agua y avanzó chapoteando hasta la ribera. Apoyándose en su vara de contador, cantó con voz orgullosa el lamento que había preparado para su propia muerte y un viento helado arrastró las palabras hasta el corazón de la isla.

La niebla negra sopló a su través y su ancestral brujería devastó su carne y su alma, pero tan intenso era el deseo de Karthus de trascender la mortalidad que no lo destruyó. En su lugar, lo rehízo de nuevo y así fue como renació Karthus en las aguas de la isla, convertido en un espectro descarnado.

El conocimiento inundó su espíritu al transformarse en lo que siempre había creído que debía ser: una criatura que existía en el umbral entre la vida y la muerte. La belleza de este momento eterno lo maravilló mientras los destrozados espíritus de la isla, atraídos por su pasión como los depredadores del océano al olor de la sangre, se alzaban para presenciar su transformación. Por fin, Karthus estaba donde debía estar, rodeado por aquellos que comprendían de verdad la auténtica bendición de la no muerte. Imbuido de recto celo, comprendió que debía regresar a Valoran para compartir su don con los vivos y liberarlos del peso de las mezquindades de la mortalidad.

Se volvió, y la neblina negra lo arrastró sobre las olas hasta el bote del pescador. El hombre se postró de rodillas ante Karthus suplicando por su vida y Karthus le concedió la bendición de la muerte. Acabó con su sufrimiento y le permitió levantarse como espíritu inmortal mientras él cantaba un lamento por la partida de las almas. Fue el primero de muchos espíritus a los que liberaría, el primer soldado de una legión de espectros no muertos a las órdenes de la Voz de la Muerte. Para sus sentidos acrecentados, las Islas de la Sombra estaban sumidas en un estado de apático limbo donde se malgastaban los dones de la muerte. Por tanto, galvanizaría a los muertos en una cruzada para llevar la belleza del olvido a los vivos, para acabar con el sufrimiento de la mortalidad y propiciar la llegada de una gloriosa era de no muerte.

Karthus se ha convertido en el emisario de las Islas de la Sombra, un heraldo del olvido cuyos lamentos son himnos a la gloria de la muerte. Las legiones de almas incorpóreas que comanda secundan sus cánticos funerarios con voces pavorosas que se extienden más allá de la neblina negra por camposantos y mataderos de todo Valoran.

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