Me despierto con el "bip-bip" del reloj. Busco a tientas el interruptor de la luz y enciendo. La luz tan repentina hace que tenga que volver a cerrar los ojos de golpe. Me quedo un minuto destensando los párpados, pero sin abrirlos. Mientras tanto, huelo el aroma a tortitas que entra por debajo de la puerta cerrada. Sonrío. Nada mejor que desayunar tortitas una fría mañana de invierno. Bueno, otoño aún, ya que estamos en noviembre. Pero hace frío. Mucho frío. Hoy es sábado y son las 9:30 de la mañana... ¿por qué me he puesto tan pronto la alarma? La imagen de mi mejor amigo me viene al instante a la cabeza. "¡Luke!", pienso.
Me levanto de la cama de un salto y me miro al espejo que hay al lado de mi armario. El pelo castaño, liso aunque enredado, me cae por los hombros hasta casi el pecho. Mis ojos verdes hoy tienen un brillo extraño. Vuelvo a oler las tortitas y sacudo la cabeza y abro el armario.
Tras coger una sudadera negra vieja y unos vaqueros supuestamente ajustados (me quedan grandes), me pongo unas deportivas y bajo a la cocina, saltando de dos en dos las escaleras. Entro y mi madre está hablando por teléfono con alguien.
—¡Buenos días, mamá!
—Aretha, te he dicho muchas veces que no me interrumpas cuando hablo por teléfono—dice en tono de reproche, pero sin embargo sonríe.
Le devuelvo la sonrisa y me siento en la mesa. Hay tortitas por un lado y caramelo, sirope de chocolate y nata por otro. Me como una tortita con cada uno y termino la leche en un par de tragos. Voy casi corriendo a lavarme los dientes y peinarme. En cuanto termino, voy a la cocina, le doy un beso a mi madre, cojo un abrigo, la bici y me voy.
He quedado con Luke en un parque que queda al lado de mi antiguo colegio, ahora cerrado. Vamos allí siempre porque nunca hay nadie, ya que solo hay dos viejos columpios sin romper aún. Llevo sentada diez minutos en un columpio cuando veo que mi amigo llega. Levanta una mano mientras sigue en la bici para saludarme y eso causa que pegue un movimiento brusco con el manillar y casi se caiga. Pone cara de terror y yo no puedo evitar reírme. Luke es realmente guapo. Es rubio de ojos azules con una sonrisa encantadora. Tiene pecas, pero solo por debajo de los ojos y en la nariz. Me extraña que nunca haya salido con una chica.
—Estoy bien. Gracias —me dice, y se sienta en el otro columpio.
—De nada—sonrío y le doy un empujón en el brazo con la mano—. ¿Qué querías comentarme tan urgente?
Hemos quedado porque ayer me mandó un mensaje diciendo que tenía que contarme algo muy importante.
—¿Sabes que Addie está en el hospital?—me responde, serio.
—¿QUÉEEE?—exclamo, sobresaltada. Adrienne es la hermana pequeña de Shauna, mi mejor amiga.—¿Qué ha pasado?
—Según ella un hombre le atacó. Pero no le creen porque dicen que se ha llevado un golpe en la cabeza y está delirando.
—¿Un hombre? ¿Cómo y cuándo?
—Me enteré ayer por la tarde. Por eso quise verte. Debió ser de madrugada. Addie dice que vio una luz en la planta baja y bajó las escaleras. Y un hombre le atacó y se fue.
Me levanto del columpio y me dirijo en grandes zancadas al lugar en el que solemos esconder las bicis, que son unos arbustos unos metros a la derecha de los columpios. Luke, sorprendido por mi reacción se levanta y me grita:
—¿Se puede saber qué haces?
—Ir a ver a Shauna—le contesto, aunque creo que es algo obvio. Cojo la bici y veo por el rabillo del ojo que Luke viene corriendo y se sube en su bici.
Arranco a toda velocidad hacia la casa de Shauna, que por suerte está a cinco minutos escasos.
Llegamos a su casa y dejamos las bicis en el jardín delantero, tras pasar la verja, como siempre hacemos. Llamo al timbre y nos abre ella. Se le iluminan los ojos y sonríe. Shauna no es una belleza, pero está siempre tan contenta que parece preciosa. Aunque realmente es muy guapa. Tiene el pelo rizado, de color castaño y con reflejos rojizos. Sus ojos son grises-azulados. Es bajita y normal, ni delgada ni gorda.
—Hola chicos—nos dice con una sonrisa de oreja a oreja—. Entrad, que os cuento.
Pasamos a su salón. Nos sentamos en el sofá que tiene en el medio de la sala. Me fijo en la cajita de metal que está sobre el armario. Es una especie de baúl en miniatura pintado de verde, con una cerradura de oro y algún que otro adorno dorado, a juego con la cerradura y la llave. Lleva menos de un año en su casa y siempre me ha gustado. Dicen que la encontraron enterrada en su jardín.
Shauna se sienta en un sillón individual que está situado a la izquierda del sofá.
—Ayer sobre las dos de la madrugada escuché un grito en la plata baja, y bajé a toda prisa, pero no había nadie, solo mi hermana en el pasillo. A pesar de todo, me dio tiempo a ver un destello en el jardín y un hombre vestido de verde. Llamé al hospital a toda velocidad ya que Adrienne estaba tirada en el suelo respirando muy mal y sangrando de una herida en la cabeza. No es nada grave—dice al ver mi expresión, que es de asombro y miedo al mismo tiempo—. Mañana mismo volverá a casa.
Diga lo que diga, no le creo. Se desvanece su sonrisa y se le escapa una lágrima, pero casi no me da tiempo a apreciarla, ya que gira la cabeza y se levanta.
—¿Habéis oído eso?
Puede que Luke se lo trague, pero no cuela. Sé que es una excusa.
—Yo no he oído nada—dice Luke. A juzgar por cómo me ha mirado él también sabe que es una mentira.
Shauna se vuelve a sentar.
—Veréis. Hay algo que no les he contado a nadie aún. Duermo con la puerta abierta todos los días, así que escucho cualquier ruido. Desde hace un tiempo, aunque esté dormida a esas horas, me da la impresión de ver muchas veces un destello de luz en la planta baja, pero acabo pensando que es un sueño. Sin embargo, es el mismo que vi ayer cuando bajé a ayudar a Adrienne. Y he estado pensándolo todo este tiempo. Creo que es real. Pero... ¿qué puede ser?
No sé si creerla. Puede estar tocada por lo que le ha pasado a su hermana. Miro a Luke y se muerde el labio de abajo y levanta las cejas, como queriendo decirme que no se lo traga.
Tengo que ayudar a Shauna.
—Hoy a la una de la madrugada estamos aquí para comprobar si lo que dices es fruto de tu imaginación o no. Quédate despierta y acuérdate de abrirnos la puerta. En la calle hace frío—digo, tras pensarlo un minuto.
—¿Harías eso por mí?—reacciona sorprendida mi amiga. Me da un abrazo.
—Ni que fuera algo increíble—dice Luke, frunciendo el ceño. Le miro seria y se ríe.
Nos despedimos de Shauna y salimos a la calle.
—¿En serio piensas venir a esa hora?—pregunta Luke mientras coge la bici.
—Sí, y vas a venir tú también. ¿Vale? Vale.
—Te odio, Aretha.
—Tranquilo, Luke. El sentimiento es mutuo, créeme. Vendremos, no pasará nada y nos iremos a casa tranquilos, ya está. No hay más.
—Eso espero.
También me despido de Luke. Cada uno se dirige a su casa. Pero por el camino no puedo evitar pensar en si Shauna estuviera diciendo la verdad. ¿Qué pasaría entonces?
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66
FantasyAretha, Luke y Shauna se encuentran un día con un cazador de demonios. Según él, alguien ha abierto una insignificante caja de metal para la vista, pero contenía un gran número de malvadas criaturas. Los tres deberán encontrar, junto a Hunter (el no...