ocho;

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Tan genial era Aitana y tan en serio iba Nerea que no pudo sacársela de la cabeza. Ya era de noche cuando llegó a la orilla de la playa y se desnudó, quedándose solo con la parte de arriba del bikini. Guardó todo en la mochila de plástico que le había dado Roi, junto con el dibujo que Aitana acababa de hacerle, y se sumergió en el agua.

Cuando llegó a su casa, Rocío ya estaba dormida. Nerea suspiró: al menos ya no le quitaba el sueño el hecho de que se fuera. Dejó su mochila en el suelo, le puso varios pedruscos encima para impedir que flotara y se fue a dormir.

Al día siguiente, Aitana seguía en sus pensamientos. Sus conversaciones de la tarde anterior se repetían en su cabeza, de modo que una de ellas fue el tema de conversación que le sacó a su hermana en el almuerzo de ese día.

-Oye, Ro -la llamó tras tragar un trozo de su pescado-. ¿Cómo te diste cuenta tú de que te gustaban las chicas?

La mayor de las rubias se encogió de hombros y se metió un bocado de su comida en la boca.

-Alba empezó a tirarme caña y caí -contestó mientras masticaba.

-¿Entonces cualquier chica a la que Alba le tirara caña se cambiaría de acera?

-No puedo ser objetiva contestando a esa pregunta. -Se encogió de hombros y siguió comiendo.

-¿Y Alba? -preguntó Nerea, dándose por vencida en lo que a su hermana respectaba-. ¿Cómo se dio cuenta ella?

-Ella creo que lo supo desde muy pequeña. De todas maneras, ¿por qué no le preguntas a ella?

Rocío se levantó, cogió su plato y nadó con él hacia la alacena para guardarlo después de restregarlo un poco con una esponja. Nerea, aunque también había terminado, se quedó sentada a la mesa doblando y desdoblando su servilleta.

-Está bien.

-Mira, ¿y cómo es que te ha dado por esto?

Esta vez fue Nerea la que se encogió de hombros, con los ojos fijos en su servilleta y su plato. Al no obtener respuesta, Rocío se giró y la escrutó con la mirada. La menor permaneció sin mirarla, y la mayor abrió la boca y cogió aire para decir algo, pero pareció pensárselo mejor:

-Iba a preguntarte algo, pero la verdad es que no sé si quiero oír la respuesta.

Volvió a darle la espalda, y Nerea volvió a tranquilizarse. Aunque no debería haber entrado en tensión. Al fin y al cabo, no le pasaba nada, ¿no?

~~~

Nerea consiguió ambos trabajos y logró compaginarlos para no faltar a ninguno de los dos. Trabajaba en la cueva de la maga de lunes a viernes, aunque el horario de los martes y jueves era más reducido, ya que tenía que ir a tierra a trabajar en la academia.

Consiguió un grupo reducido de alumnos de entre siete y diez años con los que se comunicaba no sin cierto esfuerzo. Se dio a conocer como española, excusando así el poco dominio que tenía sobre la lengua local. Por suerte, los niños se portaban muy bien con ella y se esforzaban por aprender, así que la situación fue lo más fácil que podía haber sido.

Roi se consolidó como uno de sus mayores apoyos. La rubia debía reconocer que era un alivio que al menos una persona supiera de su situación. Además, podía confiar en él para que le guardara cosas, ya fueran objetos físicos o confidencias, aunque a veces se sentía mal porque tenía la sensación de no devolverle nada a cambio.

Por otro lado, su otro gran apoyo fue Aitana.

Al haber conseguido el trabajo en la academia, Aitana y ella se convirtieron en compañeras de trabajo. Esto provocó que ambas chicas se vieran como mínimo dos veces por semana, aunque solían ser más, pues Nerea procuraba subir a tierra casi todos los fines de semana.

El roce hace el cariño, y las chicas se fueron haciendo cada vez más unidas. Aitana estuvo presente el día de la entrevista de trabajo de Nerea, también en el primer hueco libre que encontró para presenciar una de las primeras clases de la rubia, y también la primera vez que fue a comprarse ropa con el dinero conseguido en su nuevo trabajo.

Pero la morena no solo empezó a estar más presente físicamente en la vida de Nerea: también seguía presente en su mente cuando la sirena volvía a su forma original y nadaba hasta su casa en las profundidades del océano. Estaba presente cuando trabajaba con Sonia por las mañanas antes de subir a verla, y también cuando lo hacía los días que no le tocaba salir del mar. Estaba en su cabeza en los ratos muertos o en los momentos de silencio con su hermana, cuando recordaba conversaciones recientes y sonreía o contenía risitas para no parecer una loca. Y, cada noche, estaba presente en la mente de Nerea antes de dormir.

La amistad desinteresada, el respeto y el cariño que Aitana le ofrecía estaban dejando huella en ella. De por sí, Nerea no era alguien que hubiera tenido nunca muchos amigos. Desde pequeña estaba sola con su hermana y Alba como únicas personas cercanas. Debajo del agua nadie le prestaba especial atención. Siempre había tenido la sensación de que la gente prefería no acercarse a ella, ni para trabar amistad ni para una relación como la que Rocío y Alba compartían.

Sin embargo, Aitana no solo la acompañaba cada vez que podía, sino que además parecía querer estar en su compañía y sentirse a gusto con ella. Nerea nunca había estado tan segura de esa sensación con nadie como lo estaba con ella, ni siquiera con Rocío o Roi. Sentía que Aitana de veras la apreciaba, que era alguien para ella y no una carga o un apéndice de alguien más. Y eso hacía que valorara la amistad de la morena cada día más.

De esta manera, Aitana y Nerea fueron acercándose más y más durante el mes de diciembre, mientras algo en las calles cambiaba. Todo se llenó de decoraciones luminosas, árboles adornados con bolas brillantes y guirnaldas y los colores rojo y verde como protagonistas. A finales de mes les dieron vacaciones en la academia, y Aitana le comunicó con una sonrisa llena de orgullo que ese año iría a pasar las Navidades en Sant Climent, con su familia.

Y Nerea se quedó desorientada ante la perspectiva de pasar dos semanas sin Aitana.

Where the ocean meets the sky | iFridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora