6. Libre

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Te conocí en una fiesta alocada, de esas a las que nunca iba, y a la que fui por compromiso con el anfitrión

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Te conocí en una fiesta alocada, de esas a las que nunca iba, y a la que fui por compromiso con el anfitrión.

Uno de los tantos chicos de la casa bebía mientras me observaba de lejos, sentado en una de las pocas sillas del lugar; no lo noté hasta que un amigo te señaló.

–Oye, ese chico no deja de verte–. Cuando seguí su mirada, me sentí atrapado bajo el efecto de tus ojos. Algo en ti me llamaba–. Deberías hablar con él.

–Ni en sueños –me sonrojé por la sugerencia–, no es a mí a quien mira.

Pero dejaste tu asiento con seriedad, caminando hasta nosotros y mi amigo se despidió para dejarnos solos.

No recuerdo de que hablamos, solo que me sentía idiota riéndome de cada cosa que decías... creí que había arruinado mi oportunidad cuando simplemente te despediste para irte. Luego de unos segundos de mental agonía, diste la vuelta y regresaste para pedir mi número telefónico.

¡No podía creerlo!, sentí que moriría de la felicidad esa noche. Incluso a la mañana siguiente seguía sin creerlo.

Unos días después comenzamos a frecuentar, luego de un poco más de tiempo comenzamos a salir formalmente como pareja.

Quizá debí haberte dicho que no, ser cuidadoso y no hablar con extraños llamativos en fiestas llenas de alcohol y drogas.

No soy tan ingenuo como algunos podrían pensar, quería un novio y un chico rudo no me vendría mal... quizá hasta fuera interesante o excitante.

Pero comencé amarte y mi juego imaginario terminó.

Quizá no debí dejarme llevar por palabras bonitas y buenas acciones.

☠☠Atrapado☠☠

Se deshizo de la ropa con la que había llegado, solo me trajo un repuesto de pantalones

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Se deshizo de la ropa con la que había llegado, solo me trajo un repuesto de pantalones. Mi torso continúa desnudo... adornado de rasguños, pero también de odiosas e incómodas vendas blancas.

Me levantó antes de darme la ropa; temprano, me hizo caminar un poco fuera de la mugrosa y escondida habitación, según él para llevarme a las duchas, pero con unos cuantos pasos fuera me acorraló contra la pared.

Me tiene ante sí, temblando un poco y con las manos entrecruzadas frente a mí... mientras miro al piso.

–Sonríe –dice. Únicamente consigo hacer una mueca, recibo un golpe en la cara que me borra la expresión–. Sonríe –repite. Temblando y con lágrimas a punto de brotar, me enfrento a sus ojos y sonrío lo más que puedo. Satisfecho, me mira ameno. No dura mucho, ya que me empuja con rudeza, aplastando mi espalda contra la pared; al quejarme vuelve a golpearme en la cara–. Ya que te la estás pasando bien, ¿por qué no nos divertimos?

Cuando siento una de sus manos aferrarse mis caderas, me revuelvo incómodo.

–Sam... –intento alejar su mano, pero toma las mías llevándolas sobre mi cabeza, me deja inmovilizado; regresando su mano a mi abdomen. Y me pierdo en el techo, intentando alejar mi consciencia de aquí. Él se detiene, tengo más miedo que antes.

¿Por qué se detuvo?

–Oye–. Lo miro titubeando–. ¿En quién demonios piensas? –su voz sube de tono en la última parte.

–En nadie–. Suelta un golpe en la boca de mi estómago. Escupo.

– ¿¡Crees que soy idiota!?

–N–no –no puedo mirarle, sus ojos están en llamas–. No pensaba en nadie.

– ¡Mientes! –asegura. Ahora me gira con brutalidad, apoyando mi pecho descubierto contra el punzante muro, baja una mano hasta quitarme el pantalón. Jadeé.

Estaba acostumbrado a sus rudos juegos, pero jamás habíamos llegado a terminar con algo. ¿Sería así como me entregaría a él por primera vez?

–Es la verdad –puedo sentir como pasea su mano libre entre mis muslos. Cierro las piernas por inercia, pero se abre camino entre mi trasero. Está duro–. No pensaba en nadie, lo juro –ruego en mi mente por que se detenga, pero en vez de eso, empuja en mi interior. Saladas lágrimas me bañan el rostro, mientras me aplasta contra las imperfecciones de la pared, una y otra vez, sin descanso. Un momento que parece eterno. Pero no grito.

Termina tras largos minutos, golpeándome cada poco, no he prestado atención; escucharlo gemir como animal me hizo correrme. Me siento asqueroso una vez más, el vómito se atora en mi garganta, casi lo suelto pero imagino su rostro de molestia y lo contengo con dolor en el estómago.

Alejándose me suelta y caigo agotado; abrazo mis piernas. Me duele el trasero, me veo encogido, vulnerable, me siento fatal, como si la muerte no estuviera tan lejana.

Por fin lloro, por lo bajo, observando el piso; se arrodilla ante mí y por un momento, no reconozco a la persona que tengo en frente. Aparto lo más que puedo mi cuerpo, avergonzado.

– ¡Cá–lla–te! –grita en mi cara, remarcando cada sílaba. El miedo aleja el llanto, pero él se acercó–. Mírame –ordena. No me muevo–. ¡Que me mires!–. Levanto la vista, sorprendido, las lágrimas atoradas en mis ojos–. Ahora dame un beso.

Con temor me acerqué hasta que pude juntar nuestros labios, con la mente en blanco me permití besar a ese monstruo. Al que tanto amaba.

Entonces sujetó mi cabeza desde la nuca, como si desease arrancarme el cabello. Profundizó el beso y pronto me sentí acalorado de nuevo.

– ¡Ah! –sin consideración mordió mi labio. Más sangre.

–Estoy harto de escucharte llorar –advirtió–. No lo harás más–. Asiento sin dejar de mirar el suelo–. ¡Ey!–. Le observo–. Te amo.

–Y yo a ti –respondo en automático.

Te amo |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora