Un viaje y ninguna despedida

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La brisa besaba las ramas y las mecía suavemente, los pétalos rosados descendían con la misma lentitud que los pasos del joven Lan Wangji. A su lado, la apacible expresión de Lan Xichen era adornada por una pequeña sonrisa que no parecía querer desvanecerse. Caminaban ambos en dirección a la entrada principal, la pieza de jade colgada en el cinturón del mayor centelleaba cuanto más cerca se encontraban.

Varios discípulos los esperaban al otro lado del sello de protección que rodeaba todo el terreno que poseía Yun Shen. De pronto, la voz de Lan Xichen captó la atención de Lan Wangji.

―¿Sabes, Wangji? Estos días he oído a unos cocineros decir que cierta persona estuvo vagando por la cocina y comportándose de manera extraña... ¿Tienes una idea de lo que ese discípulo querría hacer con un saco de picantes?

Lan Wangji contuvo la respiración por un momento. Su hermano lo miró de reojo, todavía sonriendo. Realmente ya sabía la respuesta, pero era bastante divertido que ahora supiera cómo dejarlo nervioso.

―... Tomaré la responsabilidad y el castigo que Tío elija.

―No te preocupes ―apoyó su mano en el hombro del menor, animándolo―. Te guardaremos el secreto.

Mn.

―¿No estuviste ayer castigándote tanto durante una hora? Con ese entrenamiento ya debes ser hábil haciendo el pino ―bromeó―. ¿Qué es lo que hiciste?

―Ruido.

Un adolescente no debería ser tan severo consigo mismo, mas Lan Wangji lo era y a veces resultaba un poco triste de ver. Lan Xichen ni siquiera podía llegar a ser tan estricto, ni con él mismo ni con los demás, e incluso parecía como si hubieran sido criados por diferentes personas. Pese a que el hermano mayor ―Lan Xichen en este caso― debía ser el sucesor y presidir la secta Gusu Lan, Lan Qiren había gastado una parte de su vida haciendo de Lan Wangji un modelo a seguir para la secta y el mundo de la cultivación en general. Pero el mismo hermano mayor no estaba contento con el resultado.

El sello de protección dejó que ambos cruzaran al otro lado y los otros diez discípulos se reverenciaron en señal de respeto. Lan Wangji caminó al lado de su hermano sin mirar hacia atrás, aunque por dentro estuviera soportando la tentación de girarse y dedicarle una última mirada al lugar.

Porque no se había despedido de él.

Todos montaron en sus espadas espirituales, ascendiendo ligeramente y volando lejos como un grupo de pájaros que migran en otoño.


Wei Wuxian estuvo hasta el mediodía rodando en el diván como un armadillo. Por fin se había ido la fiebre y el dolor de cabeza tras descansar por unos días, así que ya no estaba cansado en lo absoluto. Sin embargo, cuando Jiang Wanyin entró en la habitación con un cuenco en la mano, lo primero que hizo Wei Wuxian fue bromear con su propia muerte diciendo que se encontraba peor y que apenas podía moverse. Jiang Wanyin cayó en la trampa, sus ojos lucían como si fueran a salir disparados y casi dejó caer el recipiente, pero torpemente se las arregló para colocarlo en el mueble más cercano. No fue hasta que escuchó la risa ahogada de su hermano que supo lo que sucedía en realidad. Su rostro se oscureció completamente.

Mientras Wei Wuxian reía descontroladamente, con la boca entreabierta y mirando hacia el techo, Jiang Wanyin le metió la cuchara hasta la garganta sin pensarlo dos veces.

―¡Mierda, ¿quieres que muera de verdad?! ―gritó Wei Wuxian con la voz entrecortada. Sentía un líquido insulso bajando por su garganta que le hizo poner cara de asco y por un instante casi tuvo ganas de vomitar. Al mismo tiempo se frotó el cuello intentando calmar su desenfrenada tos y el agudo dolor.

―Mi pregunta es: ¡¿eres idiota?! ―exclamó enfurecido―. ¡Casi muero yo del susto!

―No, no, no. ¿Quién se moriría realmente? ¡Casi me haces comer una maldita cuchara! Si vas a darme de comer, ¡hazlo bien, aprende de shijie!

Con la mención de su hermana mayor, Jiang Wanyin emitió un largo suspiro y cambió de tema.

―Sí, parece que ya te has curado.

El joven sentado en el diván bufó y se cruzó de brazos, sonrojado por la molestia y con lagrimillas en la esquina de los ojos.

―No quiero verte a ti. ¿Dónde está Lan Zhan? Él me traía la comida y... ¿qué demonios es eso? ―señaló el cuenco que Wanyin había tomado otra vez entre sus manos―. ¿Dónde está mi sopa picante?

El otro alzó una ceja ignorando épicamente las tres primeras oraciones.

―¿Me vuelves a tomar el pelo? ¿Sopa picante? ―se rio negando un par de veces―. Pues sí que te afectó la fiebre. Nadie de la secta Gusu Lan sería capaz de añadirle picante a su más famoso plato.

―Sí, eso mismo pensé... Pero es verdad, Lan Zhan lo trajo para mí.

―Claro, claro. Y Jin Zixuan es pobre. Venga, come y no me hagas perder más tiempo.

Haha, no pienso comer eso... ¿Jiang Cheng? ¡No, no me obligues!, ¡no lo comeré, no lo haré! ¡Lan Zhan, Lan Zhan, me quieren envenenar! ¡Lan Zhan!

Jiang Wanyin estaba un poco harto de escuchar el nombre de aquel discípulo Lan dicho con tanto dramatismo, por lo que volvió a suspirar con el entrecejo arrugado y los ojos cerrados como si tuviera dificultad para meditar en paz. Forcejearon por un largo rato hasta que ambos acabaron sin energía.

¿No debía ser una situación diferente? Wei Wuxian pidiendo ayuda a Jiang Wanyin mientras Lan Wangji lo obligaba a alimentarse de los platos sosos de la secta...

¡Pero claramente ocurría lo contrario! ¿Cuándo Lan Wangji empezó a significar tanto como para quitarle el lugar? No lo entendía.

¡¿Qué demonios había pasado durante aquellos dos míseros días?!

―¿De verdad le añadía picante...? ―murmuró extrañado.

―Me ofendes, Jiang Cheng... ¿Sabes que estás hablando con un experto? ¡Era picante, en serio!

Tras unos segundos pensativo, Jiang Wanyin comentó lo poco que sabía.

―Ese Lan Wangji se fue con Zewu-jun hoy por la mañana.

―¿Eh? ¿Pasó algo?

―Parece que hubo un problema y vinieron a recoger a más discípulos, así que se lo llevaron también.

De alguna manera, Wei Wuxian se sentía decepcionado. Si Lan Wangji no estaba, no habría sopa picante; si Wei Wuxian se curaba, tampoco habría sopa picante. Al final no habría más sopa picante.

Me voy a morir de hambre antes de alcanzar la inmortalidad divina, pensó.

―Como sea ―movió la mano, alejando el cuenco de su vista y mostrándose reacio a probarlo siquiera―, tampoco es que tenga hambre.

Mentira. Su estómago rugía con el poder de cinco leones hambrientos. Mas un terco siempre lo sería, así que Jiang Wanyin también se rindió.

―Entonces puedes salir ya. Nie Huaisang nos está esperando fuera.

―Oh, ¡dame un minuto!

Mientras se vestía, recordó lo que le había pedido a cierta persona. No creo que toque para mí. ¿Qué clase de situación sería esa? Bueno, tampoco lo veía capaz de hacer semejante cosa como añadirle picante a esa sopa asquerosa que su tío se siente orgulloso de poner en un altar, ugh. Tendré que agradecérselo cuando llegue. Haha, pero ¿no es lindo? Él es capaz de ser atento con los demás, sólo necesita un empujón y estar alejado de esta aburrida secta. Se rio para sus adentros, aunque una pequeña sonrisa apareció en sus labios sin que pudiera evitarlo. Cuando lo vea volveré a pedirle que toque el guqin para mí, hehe. ¡No pararé de molestarlo hasta que acepte!

Pero los días continuaron sin nuevas noticias sobre el grupo de discípulos.

Y Lan Wangji tampoco regresó.

「Cuarzo cristalino」|  WangXian | Mo Dao Zu ShiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora