12. Olvido

254 15 6
                                    

Llegué a casa temprano y lo primero que hice fui colocar la bola de cristal en mi mesita de noche, estirarme encima de la colcha y ponerme la primera canción que pillé hasta que sin darme cuenta mis parpados se cerraron y luego, caí en los tentadores y placenteros brazos de Morfeo.

Ya había pasado una semana desde la cena en casa de Dani. No había salido mucho de casa, simplemente para salir a por el pan y cosas de esas... Pasaba los días haciendo deberes, las faenas de casa y viendo la televisión.
No tenía muchas ganas de nada. Tampoco tenía ganas de ver a Dani o Bruno, ni siquiera de ir al puente de Triana a pensar.
Estaba viendo la tele estirada en el sofá con una bolsa de patatas sobre mi estómago riéndome de lo mala que era la película. No era creíble que mataran a un tipo y al dispararle en el pecho la sangre que salía fuese el rio del Amazonas...
Cuando iba a meterme la última patata de la bolsa en la boca llamaron al timbre.
Me levanté a regañadientes y abrí de sopetón.

― Hola. ― dijo mirándome de arriba abajo.

― Qué.

― Bonita camiseta... ― dijo mirándome la camiseta.

Iba con un pantalón corto de chándal gris muy viejo y una camiseta ancha rosa pastel rota por las mangas.

― Mm... ¿Gracias? ¿He de sentirme alagada?
Sabía perfectamente que el chico de pelo rubio y mirada gélida nunca, pero nunca alagaba a alguien que no fuera a sí mismo. Por eso me resultaba extraño.

― ¿Puedo pasar? ― preguntó con aires de superioridad.

Sí, ese sí que era el Bruno que todos conocían... Y eso, fue lo que me hizo sonreír.

― Pasa... ― murmuré.

Me aparté un poco de la puerta , entró y directamente se sentó en el sofá.

― Esta peli ya la he visto. ― dijo el rubio mirando fijamente el televisor. ―Es una mierda.

Me senté a su lado y empecé a mirar el teléfono.

― Bruno. ― dije en susurros.

― Dime.

― ¿Conoces a Teresa y Tatiana? ― pregunté firme.

Suspiró y apagó el televisor.

― Ah... ― bufó. ― Esas dos... tan solo ignóralas.

― ¿Saliste con ellas...? Y con Estela... ¿Saliste con las tres a la vez?

Se pensó su respuesta hasta que finalmente y en un inaudible susurro se atrevió a decir palabra.

― Sí.

Me quedé helada, y no solo por su gélida mirada.

― ¡Eres un cretino! ― exclamé.

― Ya te dije que enamorarme no estaba en mis planes... ― me recordó.

Bufé.

― Vaya tontería... ― murmuré.

― Resulta que llevo enamorado de una chica desde los siete años. ― musitó.

Y ahí, acabó la conversación.

***

Me hallaba en la oscuridad. Como siempre, no se escuchaba ni veía nada. Todo era oscuridad y frio. Iba vestida con vestido blanco sin tirantes y dos dedos sobre las rodillas con una puntilla muy mona. Y como siempre, iba descalza. Sobre mi cabello negro azabache se posaba una diadema de flores que olían muy bien.

Corrí durante un buen rato buscando una salida para este lugar que, aunque ya había venido varias veces aún me costaba controlar mis reacciones. Sabía que correr no iba a funcionar pero no podía estarme quieta. Necesitaba moverme.

¿CASUALIDAD O DESTINO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora