11. Partir con viento a favor

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El banquete se alargó hasta altas horas de la noche, después de que el fuego consumiera la pira y todo lo que había en ella. La mayoría de los presentes, incluido el jarl, acabaron borrachos de hidromiel. Mérida no se atrevió ni a probarla, visto los efectos que tenía.

Por suerte, antes de empezar el banquete, Sigurd prometió a Egil, Mérida, Ástrid y Mocoso que se podían quedar a dormir en sus habitaciones para invitados. El escaldo no dudó en tomarle la palabra y, después de comer bien y mantener la educación de aguantar una primera ronda de hidromiel, se fue a dormir. Mérida no tardó en hacer lo mismo, pues se sentía bastante fuera de lugar entre tantos vikingos barbudos deseosos de cantar alegremente con una jarra entre sus dedos. No supo de Ástrid ni de Mocoso hasta la mañana siguiente.

No supo exactamente a qué hora despertó, pero después de tener pesadillas una vez más sobre la sangre que había derramado y el fuego del dragón, fue agradable despertar sin sustos, ni en peligro, ni a punto de ser evaluada. Se levantó de la cama y salió de la habitación con toda tranquilidad.

—Buenos días —la saludó Ástrid. ¿Pero cuántas horas había dormido para estar tan fresca? Mérida sentía que para estar tan activa necesitaría otras tres horas de sueño—. Nos preparamos para partir. ¿Has dormido bien?

—No. Pesadillas —soltó, simplemente.

La princesa echó un vistazo al salón. Estaba hecho un desastre. Ella ni se había enterado de todo el ruido y la fiesta, apenas, pero al parecer había sido bastante salvaje.

—¿Y Egil?

—Ya está fuera.

Mérida salió a buscarle, sólo por la seguridad de estar con alguien que ya conocía (o eso le había parecido hasta ahora).

El viento helado le golpeó en la cara en cuanto dio un paso fuera del palacio. Había varios guerreros de aquí para allá intentando aparentar que hacían guardia y trabajaban, pero se les notaba en la cara que tenían una buena resaca.

Mérida encontró a Egil hablando con los islandeses al pie de su barco. Parecía que estaba como siempre, firme, con buena cara. Nada que ver con lo que había visto el día anterior. Se sintió bastante aliviada.

—Mérida, ¿cómo te encuentras?

—Bien, bien. ¿Y tú? Me preocupaste mucho ayer.

—Es lo que tiene ser de la élite de Odín, supongo —suspiró, como si fuera una carga más que una bendición—. ¿Preparada para irnos?

—Sí.

—Llama a los demás y dile a Sigurd que partimos.

Mérida se encontró a Mocoso y a Ástrid por el camino. Su pregunta más inmediata fue «¿Y el dragón?», porque era obvio que tendrían un problema de espacio en el barco. Dudaba que Garfios pudiera estarse lo suficiente quieto y replegado como para no hacerles volcar a todos.

—Ya verás. Este barco está preparado para ello —dijo simplemente la nórdica rubia, sonriendo triunfante.

Mocoso fue a buscar a Garfios, y Mérida siguió su camino hasta el palacio de nuevo.

Volvió a entrar, con el permiso de los guardias resacosos de la entrada, y encontró a Sigurd y a su consejero Arne hablando. Los dos estaban muy serios. No parecía que fuera una resaca lo que ambos sufrían en silencio.

—Princesa Mérida —la saludó el jarl con educación—. Espero que nos volvamos a ver en circunstancias más pacíficas. Espero también que encuentres lo que buscas aquí en el norte.

Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora