30 Problemas

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30 problemas

Mi primer día de instituto, tenía doce años y mis nervios por saber como sería me comían la cabeza, ya entré una vez, era enorme con aulas con un olor un tanto raro, pero no olía extremadamente mal. Mesas azules de dos personas, un patio para el recreo con una pista de fútbol, otra de baloncesto y el gimnasio. Una pequeña cafetería para comprar bocadillos, refrescos... Por lo menos no iba sin conocer a nadie. Con Sofía mi mejor amiga de toda la vida, era dulce y simpática, sus ojos marrones hacían juego con su pelo castaño. Tenía pánico a las alturas, recuerdo una vez que fuimos a un parque de atracciones y la convencí para que se montara en una montaña rusa enorme, después del largo trayecto de velocidad, vomitó en la atracción, me puso los pies llenos, y ella estuvo mala un par de días. Y también iba con César, tenía el pelo castaño y con el tupé que se llevaban muchos chicos ahora, le gustaba hacer tonterías y ya lo habían enviado más de una vez al pasillo, a Sofía le gustaba César y estuvieron saliendo tres meses pero cortaron por algo, no lo quisieron decir, pero ahora siguen siendo solo amigos. Me levanté a las siete y media, apenas tenía sueño ya que estaba entusiasmada por mi primer día, aunque las sábanas me atrapaban y yo me retorcía entre ellas. Cuando por fin me levanté a los cinco minutos lo primero que hice fue mirarme la cara de sueño que tenía y mi pelo alborotado. Me lo cepillé rápidamente y me puse una camiseta azul y blanca que ponía “Surf” que me regaló mi prima cuando fue a la playa, unos pantalones cortos vaqueros y unas zapatillas de deporte. Bajé y desayuné la clásica leche con galletas y me dirigí andando a la casa de Sofía para ir juntas al instituto. Mientras caminábamos, íbamos comentando lo que nos esperaba:

-¿Cómo crees que será? -pregunté.

-No será como en EE.UU., allí es chulísimo con taquillas, bailes de fin de curso... -respondió.

-Eso ya lo sé, jaja.

-Si, bueno pues aquí... hay chicos feos, un gimnasio con olor a pies, profesores a los que les puedes poner motes por su aspecto...

-Chicos feos...

-Puuf, ya ves.

-Mira hay en la puerta está César.

-¡Hola chicas, corred que ya va a tocar el timbre para entrar a clase! -nos avisó César.

Entramos y nos guiaron hasta una aula, parecía grande para los que íbamos a ser, 19 alumnos. Solo había una clase por la escasez de alumnos. Obviamente Sofía y yo nos sentamos en la misma mesa de dos personas y César detrás, solo. De repente un chico entró por la puerta. Me quedé mirando sus tiernos ojos verdes y su pelo revoltoso castaño, se sentó detrás de mí, junto a César. Sofía y yo nos giramos hacia atrás. Sus ojos me miraron, mi corazón paró en un momento de latir, mi estómago eestaba revoltoso y me sonrojé:

-Hola -le dije.

-Hola-dijo directamente- ¿como te llamas?

-Ángela, ¿y tú?

-Alberto.

-Bueno, te presento, esta es Sofía y él, César.

Todos se saludaron, pasamos un día horriblemente aburrido, pero por lo menos no mandaron deberes, nos explicaron que este curso no sería tan fácil como el anterior y que nos pusiéramos “las pilas”. Cuando por fin terminó esa mañana, salíamos por la gran puerta para irnos a casa, pero Alberto me cogió del brazo.

-Oye, ¿quedamos Sofía, Alberto y nosotros este domingo en el parque?

-Vale -le sonreí.

-Bueno, adios.

De vuelta a casa yo no paraba de decirle a Sofía que Alberto me parecía guapo y que me caía súper bien...

-Tía para ya, sé que te gusta pero hija es que ya...

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