—Ve con tu hermano. —Al ver que su hijo estaba paralizado, le abrió él mismo la puerta del Impala, le agarró con fuerza el hombro y lo sacudió—. ¡Dean, ve con tu hermano!
Dean salió de su estado catatónico y respiró entrecortadamente pero con fuerza un par de veces. Miró por la ventanilla; los enfermeros se estaban llevando a Sammy al interior del hospital.
—Pero… ¿Pero tú…?
Su padre le apretó el hombro, y Dean hizo el esfuerzo de mirarlo.
—Yo tengo que acabar el trabajo. Si se escapan costará mucho volver a localizarlos.
— ¡¿Vas a irte?! ¡¿Vas a dejar a Sam solo?!
—No está solo. —John Winchester le dio un pequeño empujón a su hijo para obligarlo a salir del coche—. Tú estás con él.
Eso fue lo último que dijo su padre antes de cerrar la puerta del coche, meter la marcha y presionar con ferocidad el pedal del acelerador, alejándose en la noche. Le dolía que su padre se hubiese marchado de esa forma y antepusiera en esa situación el trabajo, aunque comprendía que confiaba en que Sammy estaría bien con él. Al final, Dean siempre comprendía a su padre, cómo pensaba y por qué actuaba como lo hacía.
Ahora Dean estaba mirando a su hermano ensartado en tubos, con respiración asistida y rodeado de médicos y enfermeras. La enfermera que le trataba en la sala contigua fue preguntándole cosas, sobre si le dolía esto o aquello; si estos arañazos eran de alguna rama con la que había chocado o si eso era una mordedura de un perro; observó si respondían bien sus pupilas al molesto haz de luz de la linternita… Dean contestaba a todo con monosílabos o movimientos afirmativos y negativos de cabeza. La enfermera le fue curando y poniendo tiritas o vendajes, según convenía y según la gravedad y tamaño de la herida en cuestión. En ningún momento Dean apartó los ojos de su hermano.
Sammy sólo tenía dieciocho años, y era la primera vez que resultaba herido de manera crítica en una cacería. Su padre había recibido la llamada de que en un pueblo cerca de Ohio había un hombre lobo. Les pilló por sorpresa que no solo fuera una, sino dos criaturas, y una consiguió darle un zarpazo tremendo a Sammy que hizo que saliera por los aires y recibiera un fuerte golpe contra una pared y…
— ¿Eres su hermano?
Un doctor entró en la sala, se presentó y lo sacó de sus pensamientos. Dean se limitó a asentir con la cabeza y a mirarlo expectante, ansioso porque le contara algo.
—Sufre varias contusiones y tiene una costilla rota. Hemos conseguido parar la hemorragia del brazo, y la infección no tenía muy buena pinta. ¿Tú se lo vendaste? —Dean volvió a asentir—. Lo hiciste lo mejor que pudiste, no lo dudo, y pronto mejorará. El peligro ya ha pasado, no te preocupes, ¿pero qué es exactamente lo que ha pasado?
En una situación normal, Dean se habría inventado algo con su característica soltura a la hora de improvisar; le habría soltado alguna bromita acompañada de una amplia y socarrona sonrisa, pero el resultado de una caería nunca había llegado a esos extremos, y nunca con Sammy. Se quedó en blanco.
—Tranquilo —le dijo el doctor. Le acompañó hasta la ventana de la habitación de su hermano—. Tendrá que quedarse aquí durante unos días. Todo irá bien, y en un rato podrás pasar a verlo, aunque está sedado.
Dean le dijo que no importaba, y el doctor le dejó a solas, esperando a que el equipo médico que estaba en la habitación la abandonara para que él pudiera entrar.
Aunque Sammy ahora estaba impoluto, con la camisola de hospital y las heridas superficiales limpias y vendadas, Dean no podía dejar de ver la imagen de su hermano ensangrentado en la oscuridad de la cabeza a los pies. Olía la sangre, su sangre, un olor pegajoso y húmedo, en el momento en el que le vendó como buenamente podía el brazo. Los ojos de su hermano se iban cerrando poco a poco y no dejaban de mirarle, hasta que al final se cerraron del todo. Dean sólo podía ver eso, a su hermano tentado por la Muerte.
Su estado físico era puro, estaba en calma. Bien podría parecer que estaba muerto, pero la máquina que controlaba los latidos de su corazón y el susurro áspero que salía del tubo que le ayudaba a respirar por la boca delataban su estado de vida. De alguna manera esos detalles ‘’tranquilizaban’’ a Dean lo suficiente como para que dejara de llorar en silencio.
Se secó las lágrimas y se sentó en la silla al lado de su hermano. Buscó su mano.
—Te has dado una buena, ¿eh, Sammy? —dijo sonriente, intentando evitar que pensamientos de muerte invadieran su mente y le derrumbaran—. La próxima vez estate con un par de ojos en la nuca. Ya sabes lo que dice papá: siempre en guardia. No te preocupes, todo va a ir bien. Además, las enfermeras de aquí son horribles, tú ya me entiendes. —Soltó una pequeña y ronca carcajada—. No te vas a ir a ningún sitio. Yo estoy contigo, hermano.
Dean se prometió que, si estaba en su mano, si podía evitarlo, no dejaría que nadie le hiciera daño a su hermano otra vez. Y si no podía cumplir su promesa, haría todo lo posible porque su hermano siguiera o volviera a su lado.
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With you [Supernatural Mini-fanfiction]
Hayran KurguMinific basado en la serie Supernatural. Acontecimientos previos a la trama televisiva. Tras una cacería de los hermanos Winchester con su padre, el desenlace de esta no termina especialmente bien para Sam, quien acaba en el hospital...