Blow Your Mind

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Me encontraba recostado en mi cama en mi pequeño apartamento, amaba la comodidad de no sentir ruidos fuertes o ser interrumpido en mi tranquila y cómoda soledad. Claramente si esta fuera reemplazada con sexo no me quejaría tampoco.

Después de media hora escuché la puerta, el perro había vuelto con el rabo entre las piernas, y si que tiene un rabo, si supieran.

Rode los ojos sin ánimos de levantarme, era la misma rutina de Siempre,  el llegaba de una misión en el ejército, me criticaba después de meses sin verme, discutíamos y a la media hora el volvía arrepentido para darme una excusa y tener una sesión de sexo intensa.

Siempre es lo mismo.

Me estoy cansando de dejarlo estar.

Los golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos así que me levanté con pesadez de la cama. Mi departamento estudio estaba en completa oscuridad y con solo dar tres pasos a zancadas llegue hasta la entrada abriendola con personalidad.

–Es medianoche, ¿Que es lo que quieres ahora? –Pregunte harto de la situación, yo ya sabía lo que el iba a contestar, lo que quería, así que cuando me dirigió esa mirada de cachorro abandonado sin saber que hacer simplemente lo besé.

Lo besé hasta quedar sin aliento y sobre la cama.

Ahora nos encontrábamos bebiendo a medias una botella de whisky con el ardor del alcohol en nuestras gargantas y piel. La velada de siempre se repitió en embestidas rápidas, duras y certeras. Nos conocíamos hace años, conocíamos el cuerpo del otro como si fuera propio.

Nuestros suspiros húmedos intensificando el calor en la única habitación que era mi departamento.

En la quinta ronda maldije de manera sonora, Steve me miró con los ojos brillantes y esperé un regaño que nunca llegó.

Iba a preguntar porque, pero me hizo callar con un beso. Nuestras lenguas coordinadas estaban sensibles, sintiendo el sabor ajeno mientras yo me aferraba con mis uñas a su espalda y el me apretaba las caderas con más fuerza.

Me desarmé y arme nuevamente entre sus brazos tantas veces que ya me acostumbré a buscar mis piezas a la mañana siguiente.

Quizás en alguna ocasión no encontré mi corazón. Pero eso no parecía ser importante. En realidad de las pocas piezas que encontraba siempre se iban quedando una o dos atrás, abandonadas en quien sabe dónde, quizás algún rincón de mi departamento o de aquel bar.

Como a la décima ronda nos detuvimos, sedientos, con nuestros cuerpos sudados y llenos de marcas.

Era un silencio neutro, no era cómodo ni lo contrario a ello, ambos estábamos pensando, recostados uno al lado del otro, pero con una distancia prudente. Fue solo un silencio que duró minutos, pero para nosotros parecieron horas.

Para mí se sintieron como horas en que volví a unir mis piezas, está vez no buscaría mi corazón, ya no lo necesitaba. Había decidido terminar con esto.

El primero en tomar la palabra fui yo.

–¿Si odias mi personalidad porque sigues conmigo? –hable sin mirarlo, no hacía falta ver su expresión y su seño fruncido.

–No lo sé –hablo sin pensarlo a fondo –Simplemente siento que debo volver. Contigo- –se detuvo bruscamente, cambiando el tema– ¿Qué somos exactamente?

–Lo que tú quieras, supongo, aunque estoy seguro de que si oficialmente te haces gay, tu padre probablemente te ignore de por vida –tantee terreno inseguro, sabiendo la posibilidad de que el me rechazara.

–Asi es... –lo sopesó por un par de segundos– somos compañeros de vida –me dijo seriamente, ahí estaba le respuesta que me lleva años diciendo, estoy harto. Solo me reduje a una bolita dándole la espalda y me largue a reír, era eso o llorar y no quería mostrarme débil frente a el.

Blow Your Mind (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora