María Stark Rogers 《La hija de Tony Stark》

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Querida mamá:

Frambuesa, Melissa y yo salimos de paseo, fuimos a explorar la playa.

Recolecte muchas conchas, caracolas y estrellas de mar con diferentes tamaños y colores.

Puse una estrella encima de mi oreja, con la esperanza de que me susurrara palabras aduladoras.

No funciono.

Melissa me dijo que no siempre crea lo que veo en televisión.

Me di un buen chapuzón en el agua, al igual que Frambuesa. Nos quedamos, varios minutos, tomando el sol a la espera de que una sirena saliera a la orilla y nos saludara.

Al parecer a la sirena no le apetecía tomar el sol.

¡Uf! Sera en otra ocasión.

Frambuesa y yo decidimos que era tiempo de buscar nuevas conchas marinas. Dejamos a Melissa atrás, ya que ella es demasiado lenta y se agota muy pronto.

Camine varios minutos, apreciando el azul turquesa del mar bajo un cielo celeste rebosante de nubes.

Tome muchas fotografías. Guarde las mejores para que, cuando regreses por mí, te las enseñe.

Detuve mis pasos al observar a un niño sentado en una roca en las orillas de la playa.

Me aproxime a ese niño, con pasos silenciosos, me detuve a unos pocos centímetros de él y pude apreciar el color de sus cabellos, eran de un negro intenso idéntico al carbón.

Una idea cruzo por mi mente, quería espantarlo. Cuando estaba a punto de hacerlo, Frambuesa comenzó a ladrar, incontrolablemente.

Suficiente para que ese desconoció volteara su vista hacia nosotros.

¡Oh por todos los cielos!

Jamás en toda mi corta vida observe a una persona con pupilas rasgadas e iris de un brillante azul grisáceo.

Sus ojos me recordaron a los de un felino y el color de su iris me hizo pensar en un cielo azul despejado y al mismo tiempo a un cielo gris y tormentoso.

Antes que pudiera preguntarle su nombre, Melissa me llamo entre suaves gritos y tuve que marcharme.

Espero volver a ver a ese niño de ojos  "peculiares"...