Stardust

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Abraxel subió las escaleras de manera cuidadosa para no tirar la bandeja de plata y lo que portaba encima de esta: uvas y una copa con vino. Cuando estuvo ante las inmensas puertas las abrió despacio con su codo. El lord al parecer se había levantado temprano, ya que música provenía de su amado tocadiscos.
Mientras tanto abajo, otros sirvientes, estaban amontonados escaleras abajo, esperando que el novato cometa algún error. Una bandeja se estrelló, vidrios se rompieron.
Ellos saltaron, aplaudieron, y rieron todavía más cuando el pobre novicio despeñó y bajó rodando como un barril en su intento de bajar corriendo.
Las risas se detuvieron. Con la cara contra las losas, el pobre dio una terrible noticia. Su infortunio no terminaba, pues tuvo que rodar y hacerse a un lado para no ser pisoteado mientras los otros subieron corriendo.
Frank Sinatra cantaba Stardust, pero en los aposentos no había publico alguno. El lord había desaparecido.
Brincando en una pata ya que había pisado los vidrios rotos, Sartael uno de los siervos más antiguos, miró a través de una las pequeñas ventanas de los aposentos. La infinidad astral no daba indicio alguno de a donde pudo haber ido.
Todo el reino se movilizó rápidamente. Aquí y allá, arriba y abajo, Los rangos en tu totalidad emprendieron una búsqueda desesperada. Incluso, los arcontes desde su oscuro y lejano rincón Estaban ayudando. Era un tema que tenía a todos preocupados. No podía haber enemistades ahora mismo, pues si un equilibrio de tal magnitud ocurría, no habría nada para odiar siquiera. Mientras, los novicios como Abraxel tenían la tarea de Vigilar el reino sagrado por si el Lord regresaba.
El jovenzuelo sentía una profunda tristeza. ¿Habría hecho algo mal? Hace poco tiempo que había comenzado a servir al Lord, no lo había visto mal, no escuchado queja alguna. Incluso lo trataba bien, invitándolo a sentarse con él y llenarlo de sabiduría. Entonces pensando en uno de esas charlas, Abraxel tuvo una idea.
No había lugar en la dimensión que no estaba siendo rastrillado, excepto un lugar que se creía abandonado hace Eones.
Con mucho cuidado de que no lo descubran, Abraxel se escabulló, hasta uno de los rincones más lejanos del reino. Se trataba de los Campos Elíseos. La reja estaba abierta. Abraxel penetró en tan sacro lugar.
El césped actuaba como caricias en la planta de sus pies, todo en ese lugar en un abrazo a la existencia, una plenitud inabarcable. Quizás un castigo brutal le esperase por entrar en ese lugar, pero no le importaba, ya nada parecía importar estando allí.
De pronto, entre el silencio, Frank Sinatra volvía a sonar. Pero no aquel tocadiscos en los abandonados aposentos. Era una tonada majestuosa y etérea, sacra y como suaves besos en el oído. Podía oírse en cada rincón posible. Los seres que revoloteaban de un lado a otro se detuvieron para oir. Los humanos salían de sus casas y elevaban la mirada al cielo aterrados ante el extraño fenómeno.
Solo Abraxel seguía adelante. Perseguía la voz y aquel extraño rastro que alguien había dejado. Ropa, sandalias, barba, cabello, joyas, anillos y amuletos.
En una cornisa de los campos Elíseos una silueta estaba sentada. Desnuda y calva contemplaba una inmensa luna roja. Las estrofas de My Way eran entonadas con una potencia descomunal, voz más de allá de cualquier tenor conocido.
Abraxel se fue acercando, quiso llegar al Lord, pero era demasiado tarde. La figura se iba desintegrando volviéndose partículas que se elevaban, retornando al cosmos de donde habían venido.
Abraxel se arrodilló y lloró, mientras aquel al que había servido, ahora solo era polvo estelar. 

StardustWhere stories live. Discover now