Introducción

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Jugó con la carta entre sus dedos sin querer abrirla. La pasó de uno a otro incansablemente, mientras mantenía la mirada fija perdida en algún punto distante, con la mente divagando y persiguiendo sus inalcanzables sueños antes de que se le escaparan del todo de las manos. Temía leerla, porque sabía lo que vendría después: un temerario mar desafiante y dispuesto a tragarse todas sus miserias de una sola vez.

Se dijo para sus adentros que no importaba ya, no había nada que perder. ¿Qué más daba? Ya lo había perdido todo. Suspiró profundamente y rompió el sobre con una ira desenfrenada que recalcaba inconscientemente todo lo que llevaba guardado desde que la había recibido. Sabía el por qué, pero eso no importaba ya. No había nada más que hacer.

- Esto va por todas las veces que me dejaste caer - le dijo, como si el papel fuera un fiel testigo del mensaje que quería darle a alguien más -. ¿Acaso crees que ya lo he olvidado? Mi memoria no es tan frágil. Nunca debí creer en ti. La fe es un cuento de niños.

En medio de la euforia, la soledad, el desenfreno y un profundo recelo, desenvolvió el papel que había en el interior y lo abrió con la punta de sus dedos, como si tocarlo le enfermara. En cada línea, se le veía desmoronarse a pedazos.

- No debiste volver si ya te habías dispuesto a marcharte. No debiste. ¿Por qué ahora? ¿Por qué yo?

Dobló el papel y lo tiró lejos, mientras tomaba otro de su cajón y con el revés de la pluma golpeaba la superficie del escritorio. ¿Qué responderle? Ya se le había expuesto todo, no había nada más para agregar. Todas sus miserias brillaban a la ténue luz de las velas. Todas, porque no había donde más esconderlas. No había nada más para hacer.

Sabía lo que venía, pero le temía. En ese momento es cuando entendí a quién le hablaba al abrir el sobre. ¿Dios le había abandonado? ¿Temía pagar por sus pecados? ¿Creía ir al Infierno? 

Se le vio tragar saliva con fuerza, como si le costara. Temblaba, traspiraba, le costaba mucho mantener la respiración sin que se le entrecortara. Cobró fuerzas para escribir aquello en el papel que había tomado, y cuando sintió que la seguridad regresaba como finas lágrimas amargas cayendo de un cuentagotas, dispuso la pluma con tinta fresca sobre él. 

Y es que no había nada más. Sólo podía responder 'adiós', aunque nunca se supo a quién iba a serle dirigido. ¿A Dios? 

Bajó la mano, con toda la disposición posible para escribir tan corta y fría palabra, para terminar de exponer la nada misma en puño y letra. Pero antes de que empezara a escribir, la luz de las velas se apagó, los candelabros sólo mostraban la extinción de sus siluetas y un viento lúgubre y frío arrasó la habitación...

Golpearon su puerta y entonces lo supo: el mar llegó.

No pudo despedirse de nadie, no pudo gritar, no pudo defenderse. Aquel ente se lo llevó todo en un segundo. Antes de perderse en la penumbra de la noche, susurró su nombre de una manera irrepetiblemente escalofriante, y desapareció siguiendo su morada... a su próximo destino.

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⏰ Last updated: Jan 22, 2019 ⏰

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