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Al irse, todos los miedos que estaban solo en su cabeza se habían hecho realidad, el dolor se clavó en su pecho y se aferró a aquella gorra como si fuese el tesoro más valioso que tenía y en efecto, lo era.

Cambiar de ciudad, cambiar de vida, cambiar todo no era nada fácil, pero, debía ser fuerte, debía cumplir su promesa y se aferraría a ello pasará lo que pasará, se enfocaría en ser un gran investigador y no fallarle a Ash cumpliendo aquella promesa que se habían profesado.

Aunque su padre y su abuelo no lo comprendieran, aunque el mundo estuviese en su contra y tuviese que aparentar, aquel juramento lo cumpliría, pues, estaba convencido de que su amor no era un juego y jamás lo sería, él amaba a aquel tonto enano y jamás se dejaría vencer, no les daría jamás la satisfacción a su familia de hacer exactamente lo que quieren que haga, aunque, en un principio les haría creer que tuvieron razón y que ellos ganaron, debido a que entre sus planes no está que le hagan daño a su amado pelinegro pues los conoce y sabe de lo que son capaz de hacer con tal de ganar.

Al ser de familia acaudalada siempre había sido lo mismo, solo y rodeado de gente avara y doble cara, su abuelo era muy bueno con él, pero, tan conservador como un hombre del siglo pasado  e incluso de mucho antes, por lo que él solía tener una vida muy solitaria, hasta que lo conoció, un niño feliz y enérgico que tenía lo que él más anhelaba "libertad", al principio se autoproclamó su enemigo y rival, pero, finalmente, más que rivales él lo consideraba un amigo, uno sincero quien no se dejó llevar por su poder ni riqueza, que siempre estuvo ahí para llevarle la contraria y nunca actuaba en contra de sus principios, alguien a quien admiró en silencio, a quien admiró y amó, alguien de quien se enamoró y aún ahora lleva en su corazón.

Su sonrisa, su terquedad, su falta de tacto, su sencillez, su honestidad, su enojo, su amabilidad, todo eso lo había enamorado llenando su vida de algo que solo conocía con su abuelo pero que a la vez, era muy diferente, él no se merecía a aquel chico, no merecía su amor, no merecía su sonrisa, nada de él y sin embargo, ahí estaba ahora con sentimientos que florecían y lo llenaban, sentimientos a los que tenía miedo, pero, que a su vez ansiaba, se había convertido en su fuerte, en su todo, un simple campesino cuyo padre lo había abandonado hace mucho tiempo o, al menos, eso se rumoraba en el pueblo, algunos decían que había muerto y otros tantos que la madre de Ash era la querida, una verdad que hasta el mismo Ash desconocía pero que no le importaba en lo más mínimo, sin duda, era muy fuerte y hoy más que nunca sentía admiración y amor por aquel chico que hizo cambiar su mundo.

Miró hacía su costado y vió a su pequeño Evee recostado en su cama, así que lo acarició, su padre se lo había regalado en cuanto se marcharon, cómo si con eso comprase su amor y quedará arreglado aquello que causó, pero, el pobre no tenía la culpa y, desde el día en que se marchó aquel pequeño Pokémon era un recuerdo de su convicción, un recuerdo de su promesa y juraba que nunca la olvidaría ya que en su corazón Ash permanecería...

TrébolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora