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Un ansia lo recorrió cuando en un lapso el Alfa pelirrojo paseo su nariz por detrás de su oreja hasta el borde del inicio del cuello de la camisa; un ronroneo escapo de su garganta y un increíble deseo de que lo lamiera enchino por completo su anatomía. Su inestable ser interno le pedía ser reclamado.

Despertó con un sudor frio y la sabana cubriéndole apenas el torso; sus tetillas resentidas por el frio se encontraban tiesas en forma de capullo y su compañero se alzaba en gloria. Gruño lastimeramente y su inclino sobre sí; quedando sentado sobre la mullida superficie. Paseo con descaro sus manos sobre su rostro para enredarse finalmente sobre sus castaños cabello, ahogo un grito y miro su entrepierna. Sin duda necesitaría una buena ducha de agua helada, si bien no le apetecía por la mañana era la única manera valida para calmar la codicia creciente en su cuerpo. Se deshizo de la cobija que cubría su cuerpo y la dejo caer mayormente en el suelo que en la cama; estiro sus extremidades y tomando lo primero del armario se dirigió a su malo y tortuoso destino. Estando allí giro la perilla y el liquido recorrió su espalda.

Lo asegurado sería el inminente resfriado que tendría después.

Tallo cual rayo la dermis y su melena con el jabón en barra; respiro entre cortadamente y bailo para mantener en calidez su anatomía; la rigidez se fue instantáneamente al momento de tocar la frialdad del suelo. Cerro la llave y sacudió su cabellera. No tardo mucho en secar su figura y buscar con desespero su ropa; sin duda alguna esa fue la aspersión más rápida de su vida.

Actuando como un crio salio del cuarto de baño y se dirigió a la cama; luchando vanamente con la humedad de sus pies descalzos contra la cubierta. Moría de frio. La sensación agradable no tardo en cubrirlo por completo y deslizar un escalofrió de gusto por su espalda, poco a poco se relajo a caer en próximo sueño cuando tocaron bruscamente la puerta de roble.

—Furihata-kun, levantate. —La insistencia de unos de sus compañeros, no le pregunten quien, se encontraba medio dormido le obligo a gruñir y lanzar una de sus esponjosas almohadas en forma de advertencia. —Ryuhei-san pide nuestras presencias en el salón en máximo una hora, dice que es importante.

Giro incomodo  y miro por la ventana.

El sol se encontraba divertido de su actual situación; se burlaba de lo que tenia por delante ese día y lo que por ende conllevaba estar todo el día fuera de su cómoda cama. Enfoco con desgano el reloj del buro y se mentalizo para alejarse de su lapso de descanso.

9:47 am...

Para su pereza aun era demasiado temprano, pero si no obedecía.

Sin apuro se levanto, de nuevo y esta vez se coloco una camisa blanca con rayas horizontales en la parte de la clavícula; busco un par de calcetines y sus clásicas zapatillas deportivas. Se pensó un par de veces el ir o no con sudadera. Tal vez después sería un fastidio cargarla.

Revolvió su melena y salio al pasillo.

El informe que tenía que entregar la noche pasada aun permanecía en sus manos, mejor dicho, en su propiedad. Además la charla que tuvo con Akashi-san debía ser informada a Kasuga; no quería que luego se viera afectado por ello, quizás unas vacaciones le vendrían bien, empero crearía sospechas del por qué. Entre todos los que trabajaban para el jefe se podía decir que Furihata era el único en tomar tres días de vacaciones cada cuatro meses.

Cambio de destino tan pronto analizo las opciones.

Kasuga. El nombre de su superior inundo sus pensamientos; fue el a ayudarlo cuando su familia se desmorono, presente siempre que existía un problema con su padre. El abandono de su hermano causo una fisura muy grande que ni el mismo tiempo pudo arreglar; ni su madre ni su padre hicieron algo para mantenerlo, simplemente dejaron que se lo llevaran como mercancía. Ryuhei impido que los Alfas lo alejaran de su libertad, trayendolo consigo a esa vida.

SencillamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora