Epílogo

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Las últimas palabras de Maura antes de terminar su llamada se repetían constantemente en la cabeza de Jane.

"No llegues tarde, por favor".

Y sí, llegaría tarde, una hora tarde para ser exacta. Se sintió la peor persona en la tierra, pero su  obsequio no se recogería solo.

Cuando estacionó el auto frente a su, ya tan conocido hogar dio un suspiro de victoria, la puerta se encontraba abierta con un gran cartel que la adornaba: "Feliz cumpleaños".  El cartel contrastaba  con el estilo victoriano de la casa, pero ahí estaba. Era tan colorido que Jane quiso arrancarlo al instante, pero no podía, había sido idea de su madre y no quería escuchar su regaño las siguientes tres horas.

Caminó al interior de la casa con una botella de vino en una mano y una pequeña caja negra de terciopelo en la otra. Al llegar fue recibida por el abrazo de Tommy Junior, quien para ese momento tenía los diez años apenas cumplidos y  Laura, la pequeña hija de Frankie y Nina, que con siete años amaba pasar tiempo en casa de Maura disfrutando de la gran biblioteca de la forense.

— Llegas tarde, tía — Susurró el chico con burla logrando que Jane hiciera una mueca de miedo. Estiró su brazo hasta la mesa de madera y dejó la botella de vino.

La aguda voz de Laura se escuchó a un lado de Tommy Junior sin la más mínima pizca de burla, más bien sonó como una advertencia, pues su mente de siete años había aprendido a relacionar determinadas acciones de Jane con los regaños de su abuela: — Estás en problemas…

— Vaya forma de recibir a su tía favorita — Susurró para sí misma pero ambos niños la escucharon y rieron junto a ella, ambos comenzaron a contarle una historia que, al menos a ellos les resultaba interesante, pero entre su relato Jane escuchó el sonido de tacones golpear el suelo de madera de la casa y perdió por completo el interés, logrando que los niños entendieran la razón y se alejaran.

La detective miró a su, ahora esposa caminar hacia ella con la marcada elegancia que tanto la distinguía, apoyada en su cadera y entre sus brazos cargaba a una pequeña niña de no más de un año con el cabello igual de negro que Jane y los ojos avellana de Maura.

La morena sonrió al mirarla y recordar el día que la conocieron. Jane se enamoró de los ojos de la niña desde que los vio porque tenían el tono exacto de los ojos de Maura, que tuviera el cabello negro fue pura coincidencia.

La pequeña balbuceaba cosas apenas entendibles para ambas mientras movía de un lado a otro su sonajero de gatito, causando una sonrisa en la detective. El cabello rubio de Maura caía sobre sus hombros con cada paso y sus grandes ojos avellana inspeccionaron el vestido negro que la morena llevaba, formando una sonrisa en sus labios mientras formulaba la frase "Que hermosa". La morena sonrió al acercarse a ambas para dejar un casto beso en los labios de Maura y sonreírle a su hija.

— Hola, pequeña — Habló casi en un susurro, como si elevar el tono de su voz fuera capaz de herir a la bebé. La niña comenzó a patalear entre los brazos de Maura y extendió sus bracitos hacia Jane para hacerle saber que quería ser abrazada por ella, la morena no pudo negarse y llevó sus manos hacia la niña para después llevarla hacia su cadera y dejarla ahí mientras la bebé cerraba ambos puños en el cabello de Jane para inspeccionarlo.

La morena extendió una mano hacia Maura dejando ver el pequeño estuche de terciopelo, le dedicó una gran sonrisa y se encogió de hombros como disculpa — Tengo una buena excusa para llegar tan tarde.

Maura abrió el estuche con movimientos delicados, al ver el contenido de este sus ojos se abrieron por sorpresa y sonrió — Es hermoso, Jane — pasó sus dedos por el pequeño collar contorneando la figura. Era un relicario dorado con la forma de tres corazones unidos. Maura lo retiró del estuche y lo abrió para ver el interior.

En los corazones de las esquinas estaban las fotos de cada una, Jane en la izquierda y Maura a la derecha, en el corazón del medio, cuyo tamaño era menor se encontraba la fotografía de la pequeña Elizabeth, mirar ese collar le hizo recordar cuando, años atrás, Jane le había confesado su amor con el anillo que aún adornaba su mano — Es hermoso — Repitió la rubia con lágrimas cubriendo sus ojos.  Abrió el collar y lo llevó hacia su cuello con la intención de ponérselo, y lo habría logrado de no ser porque Jane se apresuró a detenerla

— Oh no, cariño, no es para ti — Maura miró a la morena con las cejas fruncidas pero comprendió a los pocos segundos — Es para Liz — La bebé cesó sus balbuceos cuando Jane pronunció su nombre y la miró como si pudiera entenderla. Maura aprovechó que la pequeña se había quedado quieta y pasó el relicario alrededor de su cuello para cerrarlo después.

— Perfecta — Susurró Maura para ambas y llevó sus brazos hacia la bebé, que se lanzó a ellos sin pensarlo. Jane miró a Maura llevándose la mano al corazón simulando una ofensa y después rió. — Tengo una sorpresa para ti.

La rubia caminó hacia una gaveta en la sala y de ella sacó un sobre, entregándoselo a Jane con una sonrisa. Cuando la morena vio el sobre no supo cómo reaccionar, la última vez que había visto uno así fue un año antes de adoptar a Elizabeth, cuando Maura intentó embarazarse por segunda vez.

Habían visitado esa clínica por última vez unas semanas antes de que adoptaran a Liz, estaban seguras de que la adopción no se autorizaría y querían intentarlo por tercera vez, sinceramente, Jane había perdido las esperanzas desde que Maura perdió al segundo bebé, pero la rubia no, estaba completamente segura de que esa vez iba a funcionar. Claro, se olvidaron del asunto cuando tuvieron a su bebé en casa, y cuando menos lo esperaron, llevaban cuatro meses de embarazo, dos meses más que con los anteriores. O al menos eso decía aquel sobre.

— No me jodas… — Susurró la morena, sus ojos se tornaron brillosos y su boca se entreabrió sin dejar salir ni una palabra, estaba emocionada con aquella noticia, ambas lo estaban.

La felicidad de Jane fue interrumpida por Maura, que hizo una mueca de desagrado en cuanto escuchó las palabra de su esposa — ¡Jane! — Regañó. La morena se encogió de hombros con una sonrisa y se disculpó, pues había olvidado que Maura prohibió las malas palabras frente a su hija, cosa que a Jane le parecía tonto, pero si mantenía a su rubia feliz, lo haría. — Fui a una revisión y me han dicho que todo va perfecto. Necesitaré descansar y debo llevar una dieta que se adecúe a nosotros, pero… Vamos a estar bien.

Y Maura tenía razón. Los días pasaron y como toda pareja tuvieron sus altas y sus bajas, pero siempre se mantuvieron unidas, cualquier problema o desacuerdo que pudieron haber tenido fue resuelto — y se mantuvieron así por muchos años — . Así llegaron al final del año y fue ahí cuando su familia creció, no podían pedir más, pues tenían todo lo que quisieron desde el principio: Una familia con la mujer que amaban.

Déjame Amarte «Rizzoli & Isles»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora