Llegada

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Odio todo esto.
Estar obligada a ir de nuevo.  Otro verano más, es asfixiante. Otro año en el que mis papás se van a trabajar, de gira por algún lugar del país (cosa que no pasaba hace muchos años ya) y yo me tengo que bancar a Uma siendo la hermana menor insoportable que sabe ser. Otra vez me tengo que bancar a mis abuelos -que aunque están grandes y cansados todo lo tengo que hacer yo- con los típicos "poné la mesa", "traeme la reposera", "guardá la mayonesa", "regá las plantas". ¡Qué fácil que es ser abuelos así!
Me molesta que no me dejen quedarme en Buenos Aires. Puedo manejarme sola. Estos últimos años mis papás no tuvieron tanto trabajo, y eso les dejaba tiempo para poder quedarnos solas con Uma alguna que otra semana, yendo entre a la casa de mis tíos maternos o paternos, o con mis abuelos; pero siempre en la ciudad.

- ¿Cuánto falta?- su infantil voz me aturde.

- No sé Uma! Preguntás una vez más y te quedás acá sola.

Ya vamos 20 minutos esperando en la puerta de casa a que lleguen Nagy (abuela en húngaro) y Opu (abuelo en húngaro), mis abuelos. No me banco más a Uma preguntando cada dos segundos cuándo van a llegar. Mis papás se fueron muy temprano en la mañana, después de haber desayunado los cuatro juntos, y nosotras nos quedamos viendo una serie con los bolsos ya armados. Mucha gente diría que es muy irresponsable de la parte de mis papás dejarnos solas y que esperemos afuera pero es una clara demostración de que somos capaces de arreglarnos.

- ¡¡¡Llegaron!!! Iris, dale, vamos que ya llegaron!! -Uma ya está saltando y gritando otra vez, no entiendo de dónde saca esa energía. Desde que nos levantamos, ella está muy emocionada porque es prácticamente un lugar nuevo, no se acuerda de casi nada.

Mi abuela abre la ventana del copiloto con una sonrisa de disculpa y mi abuelo sale del auto para agarrar nuestras mochilas y meterlas en baúl.  Yo lo ayudo con un bolso de comida bastante pesado, mientras Uma va directo a sentarse al auto.  Creo que en realidad, pese a la desbordante energía que tiene desde que nos levantamos, se muere de ganas de volverse a dormir.

El viaje, hasta ahora (un poco más de treinta minutos), se pasa lento y silencioso.  Amenizamos con un mate calentito, digno de esta mañana fría entre mis abuelos y yo. Uma no duró ni 5 minutos despierta, lo que es bastante bueno, considerando que había una alta probabilidad de que el movimiento del auto la marée y vomite.
Faltan unos 20 o 30 minutos para llegar al ACA (Asociación de Campistas Argentinos). Acabamos de pasar el peaje y empiezo a reconocer algunos de los carteles de aviso en la ruta. Opu puso la música clásica de la radio que siempre le gusta poner.
Uma empieza a hablar o a canturrear entre sueños, pero se vuelve demasiado molesta y la empiezo a mover para que se levante. Cuesta. Cuesta como siempre cuesta despertarla, pero al rato me mira con una sonrisa dormida y con los ojos medio abiertos y haciendo unos ruidos raros mientras se estira.

- ¿Uma se despertó? -consulta Opu.

- Sí -mi hermana responde con un hilo de voz.

- Trajiste los morrones, no?-ahora es mi abuela la que pregunta.

- ¿Qué morrones, Nagy?

- Los que te dije que tenías que traer! -dice en un tono más oscuro y enojado.

- No sé de qué me hablás.  Cuánto falta para que lleguemos? -lo dice con tanto desinterés que la miro como retándola con bronca.

- A vos no se te puede pedir nada! Sos una nena muy irresponsable -responde Nagy

- Bueno, pero tiene 9 años nomás! Me hubieras dicho a mí, Nagy -digo en defensa de mi hermana.

- Bue...

- ¿Siempre la misma cosa vos? -esta vez es Opu quién habla a Nagy.

- ¿Qué misma cosa? No puede ser! Uma es una despistada irresponsable a la que no se le puede pedir nada, y yo soy la que está mal?

ACÁ LUJÁNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora