Único

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Kookie era un conejito que vivía triste por no haber nacido con un pelaje de color blanco, castaño o pinto como los demás conejitos.

Kookie era un conejito muy chiquito y de color gris como el cielo lluvioso.

Los demás conejitos se apartaban de él y hablaban cosas muy feas de él a sus espaldas, pero él podía notarlo. Sentía dolor en su pobre corazoncito, él quería ser tan bonito como los otros conejitos, él quería amigos.

Un día, mientras paseaba solitario, Kookie tropezó por accidente, cayendo en un arbusto de rosales lleno de dolorosas espinas, lastimándose. Al notar el dolor incrementar en su cuerpecito, tuvo una idea: cuando Kookie se sentía muy, muy triste, iba hacia aquel arbusto y metía sus patitas entre las ramas, haciéndose daño con aquellas crueles espinas que le llamaban entre susurros burlones.

Kookie sentía que era mejor sentir dolor en sus patitas que en su pobre y ya muy lastimado corazón.

Un día en que se sentía especialmente triste, se dirigía hacia aquel falso amigo que era el arbusto que tanto daño le hacía en sus pobres patitas, pero que a la vez aliviaba a su pobre corazón, cuando se topó con un pequeño cachorro de zorro.

El zorrito lo miró asombrado y exclamó "¡Oh! ¡Qué conejito tan peculiar! Eres muy bonito, ¿Cómo te llamas? Yo me llamo Tae". Kookie no podía creer que aquel zorrito parlanchín le hablaba a él ¡Alguien lo estaba tratando como un conejito normal! "Me llamo Kookie, ¿Tú no piensas que soy feo? Yo soy gris y muy pequeño". Tae le explicó que eso era lo que lo hacía más interesante, más bonito y más especial, y que por eso quería ser su amigo. El conejito pudo sentir por primera vez el calor adentrarse en su ser tras escucharle, llenarlo de ilusión.

El conejito y el zorro se volvieron los mejores amigos con el paso de las semanas, poco después Tae le presentó nuevos amiguitos: un pollito, una ardilla, un búho, un erizo y un gatito. Todos eran muy buenos con él y lo querían, le decían cosas bonitas sobre su color y su tamaño.

Con el paso del tiempo Kookie aprendió que no necesitaba lastimar sus patitas para sentirse mejor, sólo necesitaba de amigos y criaturas que lo quisieran como era para sanar su corazón, y no hacer caso a los tontos conejitos que sólo querían verlo triste. Comprendió que aquello que lo hacía diferente, lo hacía especial y que no todos los animalitos eran malos, que en el mundo existían animalitos que lo querrían tal como era, sin importar cómo luciera.

Sobre todo, Kookie aprendió a amarse a sí mismo con todo y sus diferencias.

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Espero que estés feliz con este regalo, lamento haber tardado, pero quería que fuera justo hoy.

Eres como la hermana que no tuve y más. Te amo e incluso esas dos palabras no bastan para expresar lo mucho que significas para mí, sin embargo, estoy segura de que sabes que es así.

Feliz cumpleaños, beba, te amo de nuevo y mil veces más. ♥

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2019 ⏰

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