Capítulo Décimo Cuarto; Mi historia.

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Narra Elisa;

Luego de escuchar la conversación y notar que Clara salía del cuarto me escabullí por los pasillos de la planta alta hasta dejar el sitio libre de sospechas; me escondí en el cuarto de huéspedes y entre fatigas y respiraciones entrecortadas logré sentarme en la cama del mimo cuarto.

○ Por poquito me atrapa - suspiré apoyando mis manos en las rodillas.

Continuamente llevé mis dedos a la frente y el otro viajó a la sien para realizar un leve y suave masaje, serré mis ojos y medité todo lo que estaba ocurriendo, la enfermedad de Isaac, mis acciones por hacerme de la fortuna de la familia y mi capricho por hacerle mal el pobre enfermo.

Todos esos pensamientos taladraron mi cabeza, pero mi corazón no se dejó censurar por esos pensamientos estúpidos. Mi vida fue igual o más dura que la de Isaac y merezco tanta fortuna cómo él, si el obtuvo como recompensa una vida de lujo ¿Porqué yo no podría tenerla?.

Sin temor a arrepentirme dejaré sin un centavo a ésta familia, no saben quién soy en realidad.

Con todos esos pensamientos en mi cabeza me dirigí al baño del mismo cuarto y miré mi rostro en el espejo, al observarlo noté a la Elisa de ahora, esta Elisa era una persona totalmente diferente a la de años atrás, la vida me obligó a ser quien soy ahora y les confieso que me gusta la Elisa de estos tiempos, serré mis ojos y viajé a mi pasado, no fue muy difícil recordarlo ya que mi historia no es fácil de olvidar.

Todo comenzó en una pequeña casa en las afueras de la ciudad, allí vivíamos mis padres y yo, pero... no se vallan a pensar que era una familia feliz como en los cuentos de hadas donde la madre ama y cuida a su hijo y el padre los protege de todo mal, mi madre era una total degenerada que no se preocupaba si me llevaba algo al estómago, sinceramente debió tener una muerte más dolorosa, y mi padre era un total explotador alcoholizado agresivo, me obligaba a traer dinero a la casa todo los días del mundo, si no regresaba con dinero, esa noche dormía afuera de la casa, eran unos ogros, se vivían agrediendo verbal y físicamente, y pues los dos el noventainueve por ciento del día se encontraban embriagados. Mi família no servía para nada, aunque no se si se le pueda llamar familia a los trogloditas esos.

Trabajaba de Sol a Sol recolectando chatarra en un tiradero, que el cual me daba el dinero necesario para llenarle la vejiga de alcohol a las dos piltrafas que tenía como padres.

Un jueves cuando la tarde se tornaba ya de negro, como de costumbre fui a cobrar mi paga del día, ese día había trabajado más de lo normal, había encontrado mucha chatarra y por consiguiente iba a tener una buena paga.

De camino a casa era muy educada, saludaba a cuanta gente por el camino se me cruzara y... la gentuza no creía que era hija de esa familia, siempre se reflejaba en mi una sonrisa y más aún a la hora del cobro.

A raíz de mi arduo trabajo ese día me sentía realmente exhausta y pues no tuve más opción que hacerle señas a un chofer que venía de camino, el buen chofer me hace unos gestos con sus manos indicándome que me sentara en el asiento del copiloto lo cual lo sentí muy generoso de su parte.

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