Capítulo 17: Malibu

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Esa noche Max y yo pedimos una pizza para no tener que entretenernos en la cena y centrarnos totalmente en prepararme para esta noche. No sé si alguna vez he mencionado lo terriblemente agradecida que me siento por tener a un chico como Max de estilista personal, pero por si aun caso no lo he hecho, ahí va. Me miré en el espejo y a penas me reconocí. Mi look siempre había sido muy sencillo: shorts con alguna camiseta ancha que luciera algún dibujo. Ni rastro de tacones ni complementos y poco maquillaje.

Pero ahora que me miraba en el espejo me estaba dando cuenta que tenía una elegancia escondida debajo de mis jeans y deportivas. Max había escogido un top blanco que dejaba mi vientre al aire libre y mis hombros, pero que de mis costados surgían unas mangas que me cubrían los brazos por debajo de mis axilas. La parte inferior nos habíamos decantado por una falda de tubo alta del mismo color que la prenda superior. La falda ocultaba mi ombligo y me llegaba muy por encima de las rodillas, pero de uno de los extremos, había un pliegue que hacía que el extremo izquierdo de mi falda fuera más largo.

De complementos un collar enorme que sospechaba que provocaría que al día siguiente tuviera una tortícolis de caballos. Había dejado mi cabello rubio suelto en hondas y mis labios lucían un carmesí intenso. Max también me había maquillado los ojos, haciendo que mi mirada celeste se apreciase más. Mi amigo apareció detrás de mí y yo me volteé.

-Eres increíble.- Me contemplé de nuevo y volví a buscar esos ojos avellana que se ocultaban detrás de las gafas de pasta.- Eres como una especie de hada madrina que viste a su cenicienta para el baile.

-Sí, pero yo soy un hada madrino muy sexy, y tú le das mil vueltas a la cenicienta.- Max me guiñó un ojo y abrió la puerta de su piso.- ¿Lista para el baile, mi princesa?

Max y yo dejamos su piso y nos subimos en el coche que habían enviado del local Malibu para el bolo de esta noche. Nos mantuvimos en silencio en el trayecto y aproveché para contemplar a mi estilista. Max había escogido llevar unos pitillos oscuros con una camisa de flores que realzaba su bronceado. La verdad es que esa camisa era difícil que le quedase bien a un chico y que no le quedase ridícula, pero Max sabía llevar la ropa y lo hacía parecer más sexy de lo normal. Hoy mi amigo rompería muchos corazones femeninos.

Quince minutos más tarde llegamos al local y en la puerta nos esperaba Lourdes. Era una chica joven –de unos treinta años- que lucía una camisa blanca con una falda de tubo morada. Era guapa y parecía inteligente, lo suficiente para llevar viento en popa un negocio como Malibu. Nos presentamos y la mujer nos invitó a seguirla.

Nos hizo un recorrido rápido por la discoteca mientras me explicaba que tendría que hacer esa noche. La verdad que el sitio era espacioso y lujoso. Nada más entrar había una recepción donde se compraban las entradas, seguidamente otra sala donde se dejaban los bolsos –y donde seguramente se crearían unas colas infernales por la expansión de la habitación-. Después entramos por una puerta doble y una gigantesca sala se alzó ante nuestros ojos.

Lo primero que vi fueron varias escaleras que te llevaban a la pista de baile. Allí había tres tarimas para que la gente se subiera y bailara. Cerca de la entrada había un escenario y una cabina de DJ donde se encontraba un chico joven trabajando con sus cascos puestos. A mano izquierda había una barra y justo al fondo se encontraban dos escaleras. Una de ellas te conducía a otra barra para pedir algo de consumición, y la otra te llevaba a la zona VIP.

-Vosotros pasaréis la mayor parte de la noche en el reservado.- Me dijo ella mientras me indicaba la zona VIP con su manicura.- Pondremos unas cortinas para que tengáis intimidad y podáis disfrutar de la noche.

Los baños se encontraban en la planta de abajo y mi vestuario también. Informé a Lourdes que nosotros ya estábamos listos, así que nos dijo que podríamos esperar tomando algo en el reservado.

El diario de una pretendientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora