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Pasaron un par de días desde aquella llamada de su abuelo. En este tiempo, volvió a intentar decírselo a la rubia una vez más, pero al ver la sonriente cara de la rubia, su fuerza flaqueó y tan solo pudo decirle que intentara hacer los deberes de verano para que no se le acumularan todos al final. Algo a lo que la gyaru no hizo caso ninguno. Y al final se le acumuló un montón de trabajo.

La presidenta del consejo por su parte, había acabado de repasar y hacer todas las tareas. Iba de vez en cuando a la academia para preparar las cosas para la vuelta de las vacaciones. Y en su casa leía y repasaba de nuevo, o eso intentaba, porque muchas veces se encontraba a sí misma mirando a la nada, pensando de nuevo en qué debería hacer. Una de esas veces, frustrada, cogió su taza de té, salió de la habitación, y fue al comedor. Allí estaba Yuzu haciendo los deberes o tal vez sería mejor decir refunfuñando sobre ellos.

- Después de finalizar las clases de refuerzo me confié y me pasé los días divirtiéndome y jugando... ahora estoy en un lío. ¿De verdad soy capaz de acabar todo esto?

- Uhm... - Se quedó observándola un rato con cara preocupada.

- ¡Ah! - Escribiendo como loca. - Estoy haciendo los deberes. ¡Los estoy haciendo, lo juro!

- ... - Sin decir nada se sentó en el sofá. Mirando la mesita vacía, en estos días poco a poco empezó a ser casi la misma de antes.

- ¡Ah! ¡Oye, Mei! - Se apoyó sobre el sofá, a un lado de su hermanastra. - Cuando acabe los deberes. ¿Qué te parece si tenemos una cita? Te prometo que los dejaré listos antes de que se acaben las vacaciones de verano. ¡Por favor!

- ... - "Tal vez no debería haber salido de la habitación" pensó. Y aunque no la apetecía demasiado hacerlo, la incesante mirada de cachorrillo de su hermana la ganó. - De acuerdo, pero no será hasta que no acabes.

- ¡¡¡¡Sí!!!! - Gritó alegremente levantando los brazos. - Ahora tengo una motivación para seguir haciendo los deberes. - Se sentó para volver a trabajar en ello de nuevo.

- Haa... - Suspiró más fuerte de lo que quería.

Al día siguiente, se sentó a leer en la mesa del salón, junto a Kumagoro, en la esquina diagonalmente opuesta en la que Yuzu estaba haciendo los deberes. De vez en cuando esta la preguntaba alguna duda. Bastantes menos de las que esperaba, sin duda se estaba esforzando y eso la hacía sentir orgullosa. En ocasiones la miraba de reojo para comprobar si iba bien o necesitaba ayuda. En una de esas ocasiones notó una punzada. - ... - Suspiró. Aunque había avanzado bastante en lo que a volver a ser estoica frente a Yuzu se refería. Esporádicamente sentía debilidad. El teléfono sonó, sobresaltando a la morena.

- ¿Están llamando...? - Quitándose los cascos.

- Yo lo cojo. - Dejó el libro sobre la mesa y fue hacia el teléfono.

- Gracias, Mei.

- ¿Dígame? - Contestó al aparato.

- ¿Mei?

- Abuelo...

- ¿Tienes la tarde libre?

- Sí.

- Vamos a celebrar una reunión con la familia de tu prometido. ¿Puedes venir? Así podéis ir conociéndoos.

- Sí... entiendo.

- Ve a mi casa, yo llegaré en breve y te informaré sobre todo lo relacionado con él. Hasta luego.

- Hasta luego.

Miró a la rubia, que seguía concentrada en sus tareas, se dirigió a la puerta. Antes de salir del salón se quedó parada en el umbral. Tras unos segundos meditando, prefirió no decir nada y fue a la habitación a cambiarse de ropa. Mientras se cambiaba, miró el anillo en su mano. Hacía apenas unos pocos meses que lo tenía y ya era como una parte de ella. Decidió que siempre lo llevaría con ella, aunque no pudiera estar con Yuzu, ese anillo mantendría su vínculo y le daría fuerzas en los malos momentos, como hizo quien se lo regaló. Buscó la cadena, con ella se lo colgó en el cuello y por unos momentos lo agarró firmemente. Después se vistió con el uniforme. Volvió al salón para despedirse de su hermanastra.

¿El sueño que le salvó la vida? [Citrus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora