Esos labios rojos que pedían que los probase saboreando el dulce néctar que desprendían .
Esa mirada que al observarme fijamente dejaba mi ser a su merced estremeciendo mi interior.
Ese cabello alborotado que le otorga un toque infantil y travieso .
Al comienzo solo eramos dos chicos que buscaban saciar aquel apetito de placer carnal, donde el contacto de nuestras pieles creaban sensaciones inimaginables que jamás habíamos conocido, logrando solo más curiosidad y provocando que siguiesemos explorando.
Dos curiosos que llevaban toda esa diversión al límite y llegando a este creábamos uno nuevo para volver a alcanzarlo.
Con el tiempo logramos formar un lugar más íntimo apartados de la lujuria. Crecio la confianza y con esta nos convertimos no solo en amantes , si no en confidentes.
Nuestros encuentros se hicieron cada vez mas largos y no por lo sexual .
Nos sentábamos en aquella cama durante horas desahogando cada uno de nuestros pensamientos , mientras el otro escuchaba atentamente para luego dar su opinión . Aunque parezca algo muy común, la verdad es que ninguno de los dos teníamos, en ese entonces, alguien en quien confiar. Y es verdad que no eramos los más cercanos , pero tampoco era tanta la diferencia entre entregar tu cuerpo y al mismo tiempo tus ideales rebuscados e importantes . Era de cierta manera desnudarse en todo aspecto delante de los ojos del otro. Y eso nos gustaba.
Pasaron varios meses y dejamos esa habitación por un parque cercano a su casa. Estar bajo ese árbol , o balancearnos en los columpios se hizo nuestra rutina favorita . Luego subimos un escalón y comenzamos a viajar juntos por ciudades donde cada recuerdo era atesorado por ambos.
Con cada día al lado suyo me daba cuenta de algo...
Aquella personalidad tan definida.
Su sentido de humor que lograba sacarme más de una sonrisa.
El aura que desprendía paz y protección.
Era pureza, era inocencia.
Era un lienzo en blanco el cual me prometí jamas manchar ...pero no lo cumplí.
