A veces las mayores guerras ocurren dentro de uno mismo

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Era de noche ya. Había llovido justo al atardecer. Los pies se le hundían en una mezcla de sangre y barro que inundaba la tierra. Gintoki estaba empapado, cansado y dolorido. La guerra era dura, hacía claudicar al más fuerte. La batalla había terminado y ahora tocaba descansar y reponerse de las heridas. Gintoki se despojaba de sus ropajes cubiertos de agua. Hacía frío pero sería peor estar mojado. Un dolor agudo palpitaba en la parte posterior de su muslo. Retiró una venda húmeda pero no atisbaba a observar la herida claramente, no le llegaba el campo de visión. De repente oyó pasos, de la misma persona que a continuación entraba en la tienda. Era Katsura.

- Ey Zura, ¿tú no sabes qué es la intimidad?

- No es Zura, es Katsura. Y no pasa nada, yo no soy una persona pudorosa.

- Eso debería decirlo yo, que soy el que está desnudo. Da igual, pasa. ¿Qué quieres?

- Traigo medicamentos para esa herida de tu pierna. Déjame verla. –Decía Katsura mientras mostraba una bolsa con diversos envases.

Katsura se situó a un lado de Gintoki, el cual estaba tumbado boca abajo para que el joven pudiera visualizar correctamente la herida. Sacó un ungüento de la bolsa y se dispuso a aplicárselo dando un suave masaje.

- Esa mierda escuece. –Se quejó Gintoki.

- Siempre me dices lo mismo. Tienes suerte de estar vivo, podría haberse infectado. Va curando bien.

- Aún me duele.

- Normal, era bastante profunda. Déjame vendártela de nuevo.

- Da igual Zura, yo lo haré.

- No es Zura, es doctor Katsura. Y levántate para que pueda vendarte.

Gintoki acabo accediendo a regañadientes y se puso de pie apoyándose en el hombro de Katsura para ayudarse a mantener una postura erguida. Intentaba no mirar hacia el hombre que tenía sentado de rodillas frente a sí mismo, tan cerca de él, anudando aquella tela blanca en una zona tan superior de su pierna. Aquellos suaves roces le daban escalofríos.

- Oye, ¿tú estás bien? –Preguntó Gintoki intentando evadirse de aquella situación.

- No, la verdad es que me duele bastante la parte baja de la espalda y me preguntaba si me podías ayudar. –Contestó Katsura, cuya inocencia no le permitía pensar en la erótica del momento.

- Será mejor que también te quites la ropa, vas a pescar un resfriado, estando todo mojado.

Katsura siguió el consejo de Gintoki y se desprendió íntegramente de sus vestimentas. Su pelo goteaba agua, y esas gotas bajaban por su espalda, realizando un sinuoso recorrido. Se apoyó sobre sus rodillas y sus manos. Gintoki se situó tras de él, sentado sobre sus sodillas, inspeccionando con sus manos la espalda de Katsura, el cual sentía las dolorosas caricias de su compañero.

- Tienes un gran hematoma en la parte baja, pero no parece haber nada roto.

- Para esas cosas también tengo una pomada. –Contesto Katsura pasándole dicho bote a Gintoki para que se la aplicase.

- Alguien debió golpearte fuerte. –Decía mientras aplicaba el ungüento mediante un masaje.

- Ah, duele. –Se quejó Katsura.

- Ahora me entiendes.

Las palabras de Gintoki, salían con desgana de su boca, estaba más concentrado en los leves gemidos de dolor de su compañero. Su piel seguía húmeda, y de su pelo blanco caían gotitas que iban a parar a los glúteos de Katsura. Un repentino ardor, comenzó a subir por sus mejillas, acelerando su respiración. Sus manos cada vez se alejaban más de la espalda.

Lujuria en la guerraWhere stories live. Discover now