Abrí los ojos, y observé. Nada, nada me rodeaba, solo un puñado de oscuridad me miraba fijamente preguntándome:
-¿Te crees importante? -¿Te crees superior? -¿A caso vales algo?
Al rato se unió un reloj, tic, tac, tic, tac. Cansada, agotada, derrotada, grite: ¡Basta!
En ese mismo instante la voz paró, el reloj paró y ya no había ruido solo silencio.
Ese silencio fue el que me mato.
-¿Qué debería haber hecho?
-Nada, la vida lo eligió- Respondió la voz.
En ese momento sentí, sentí todo, todo giraba y giraba, nada importaba solo la voz.
Aquella voz de la que podría haberme alejado, pero no pude porque estaba encadenada.
Encadenada a mil puertas de acero que no me dejaba moverme ni un solo momento.
-¿Vas muy fresca, no? -Aquí mando yo -¡Que no me toques! -¡Al final cobras!
Intente evitar esa voz, esa voz que me perturbaba día y noche.
Pero cuanto más la evitaba, más caro me salía: Me salía cara la voz, el gusto, la mirada, el tiempo libre.
-¡Recógelo!, ¡Límpialo!, ¡Colócalo!
-¡No sirves para nada!
Entonces oí unas gotas, gotas que poco a poco se convertían en llanto, llanto desesperado por salir de aquella habitación oscura. Me ahogaba, me ahogaba tanto que me faltaba el valor y el aire.
Hasta que definitivamente decidí tumbarme en el suelo de aquella habitación oscura y cerrar los ojos para no volver a abrirlos.
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La Voz
Short StoryUna historia corta que refleja lo que muchas mujeres sufren hoy en día.