Cuando te encuentras en un momento difícil, piensas que no hay nada más, hasta que el destino dice lo contrario y manda a ese ángel, esa persona que cambiará todo.
Tienes una sensación que recore tu cuerpo y tu corazón late cada vez más rápido, es algo tan fuerte que no puedes detenerlo y sin quererlo, sin esperarlo, llega, y llega de una forma tan increible que es imposible rechazarlo.
Sabes que es la persona indicada.
Se miran, como si fuera la primera vez que lo hacen, sonríen, ella piensa en su cara roja y su pena aumenta. Él no sabe para donde ir, le da pena que ella se de cuenta de que siente algo.
Llega el momento de hablar, recuerdan cuanto tiempo llevan de ser amigos, pero un sentimiento los invade y ya han perdido el control, es el amor quien los manda, comienza el coqueteo, las pláticas largas, las risas y las ganas de verse diario.
Se asercan más, llega el momento de la pregunta: ¿quieres andar conmigo? y la obvia respuesta -sí.
Todo marcha bien, pero ¿qué pasa cuando el amor crece y sobrepasa los límites?.
Ellos se han vuelto inseparables, hacen todo juntos, son uno solo, hasta que dejan de coincidir, dejan de pensar igual, dejan de soportarse.
Él piensa que la mejor opción es separarse, pero ella, ella se aferra y hace cuanto puede por seguir juntos. Lo ama, no tiene duda de ello, pero ¿él la ama o sólo está por rutina?. Ella odia no tener respuestas claras, odia no ser el universo de él. Empieza a sentirse sola, todo es diferente. Ve la realidad, entiende que no es un sentimiento mutuo, odia tener la culpa, se culpa de sus errores, ella llora y sufre. Él un día dice que la ama y al otro le dice que se aleje; Ella no entiende nada, odia no poder hacer nada, odia no haber disfrutado más el tiempo a su lado. Su corazón siente amor y odio...