Capítulo 14: Tortura

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- Dayana, Pstt...

- Hay no... Déjame dormir, tengo sueño... - Moví mi cabeza en modo de negación y seguí durmiendo.

- ¡Dayana!

- No toy'

- ¡Dayana Lightwood, por Dios!

- Ya, ya... – Abro los ojos pesadamente y lo primero que me encuentro es a Anthony y Jack atados a una silla, al parecer yo no era la excepción - ¿Ah? ¿Pero qué...? – Recordé lo que sucedió con Rocky anteriormente – Ohh... Al parecer sí hizo venganza con V mayúscula... Rayos.

- Por fin podemos hablar como se debe – Tomas entra nuevamente, como de película. Para mí que lo hace apropósito.

- ¡Por todos los gatos encantados! – Miré asombrada al chico. Su tez que era verde como la mía por estar en la última etapa, junto con su pelo, que tenía manchas verdes y negras, volvieron a su normalidad. Ya no era Zombie.

- ¿Qué pasa? ¿Qué tengo en la cabeza? – Lo siento, no puedo evitarlo... Pero tengo que seguir jodiéndole.

- Aire – Los chicos soltaron una carcajada y pude ver que Tomas se volvía rojo de la ira.

- Bien – Ignora mi comentario, pero yo igual puedo notar la vena sobresaliendo de su sien por el enojo – Empecemos con el juego.

- ¡Juguemos con canicas! – Acoté alegre.

- Prefiero el Monopoli – Comenta Jack.

- El Jenga tampoco está mal – Sigue Anthony.

- Jugaremos lo que yo quiera – Fue hacia una mesa donde había un montón de herramientas y armas de tortura – Primero juguemos con Dayana – Sacó un alicate.

- Espere, espere – Aclaré mi garganta - ¿Para qué quieres torturarnos?

- Oh, cierto – El chico se queda pensativo – Me dejé llevar por el sadomasoquismo y se me olvidó mi propósito.

- ¡¿ A qué villano se le olvida su objetivo?!

- Ahh... Ya recordé – Se acercó a mi volviendo a la tortura - ¿Qué usaste para hacer la cura? ¿Y por qué a ti no te funcionó? – Me tensé y pude ver que los chicos igual, estaban expectantes esperando mi respuesta, después de todo, ellos igual querían saber.

- No... - Agaché la cabeza. No quiero decirles que yo no tengo salvación, sería una muy mala noticia para ellos, a pesar de que a mí no me importa mucho seguir así pues lo tomo como mi castigo de mis actos – No puedo...

- ¿Sí...?

- ¡No pienso decirlo!

- Entonces empecemos con la tortura – Me sacó mis zapatos, dispuesto, lo más seguro, a sacarme cuantas uñas se necesiten para hacerme hablar – Una menos – Puso el alicate en mi uña y la arrancó sin piedad haciendo que soltara un grito de dolor.

- ¡Dayana!

- ¡Enana, solo dilo!

- ¡No puedo!

- Otra menos – Me sacó otra uña haciendo que soltara otro sonoro grito.

- ¡Por Dios, Dayana! ¡¿Qué es lo que te impide hablar?!

- ¡No quiero hablar! – Cierro los ojos y noto como las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos - ¡No quiero decir mi triste realidad! ¡No quiero que sientan pena por mí, que se angustien nuevamente por mi culpa!

Amor Psicópata~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora