Mérida sintió el suelo bajo sus pies temblar cuando el dragón aterrizó como si una roca enorme se hubiera estrellado. Tenía una mirada fiera que la analizaba paso a paso, como si estuviera pensando en qué parte del cuerpo hincar sus afilados dientes primero. Ella empezó a dar pasos atrás.
—Mérida, no te muevas bruscamente —le recomendó Valka—. Asaltanubes, avisa al resto.
La princesa oyó al dragón de Valka salir volando, pero ni ella ni la bestia plateada que tenía delante de ella parecían interesadas en los refuerzos. Los pensamientos de Mérida eran una mezcla de «huye» y «¿Cómo te atreves a hacer daño a un pobre dragoncito?», y su mirada estaba clavada en la cara tosca del dragón, con ese cuerno que tenía por morro y sus ojos serpentinos que parecían desprender odio.
—Ya has ganado —le dijo, sin pensar. El dragón empezó a gruñirle, pero Mérida tuvo la desfachatez de mirar a su espalda, donde la víctima del ataque se recuperaba. ¿Era sólo ella, o ese animal ahora era de color púrpura, en vez de rojo? Mérida se giró de nuevo cuando el atacante rugió para atraer su atención—. ¿Qué quieres?
¿Qué hizo que Mérida se plantara en su sitio y no cediera un centímetro más? Ella no tenía ni idea, pero al dragón no le sentó bien y rugió de nuevo, arqueando su cuello como si se hubiera quedado sin espacio en frente.
—¿Qué? ¿Te parece poco haber derrotado a dos dragones en pocos minutos? —le espetó. Ni siquiera sabía por qué le estaba hablando como a un humano. Por alguna razón, le recordaba a Angus enfadado, sólo que sus escamas eran mejor que una armadura de caballero y su cola podría haber servido de arpón ballenero—. ¡Mírate! No hay quien te gane, estás hecho de metal y que los dioses nos salven de acercarnos a tu cola.
El dragón no reaccionó, lo que Mérida consideró como bueno, porque ni se movía ni gruñía. Parecía interesado en lo que tenía que decir ella.
Por otro lado, la princesa se preguntaba por qué nadie la detenía, y dónde estaba la caballería, pero prefería pensar que estaba aguantando por ese pobre dragón derrotado.
—Tienes un vuelo muy ágil y en cualquier momento me podrás desgarrar como un trapo y... —Varios dragones con sus jinetes se acercaron al claro, algunos haciendo ruido para atraer a la bestia plateada. Ésta les miró con fiereza, y parecía dispuesta a remontar el vuelo—. ¡Eh, eh! ¡Mírame a mí, olvídales! —Mérida volvió a ocupar el campo visual del dragón y éste retrocedió un tanto, encorvado, como si no esperara que lo detuvieran—. Eso es, mírame. Sígueme.
La princesa recordaba haber visto peces cerca del agua del estanque, en un cesto, probablemente de Valka. Mérida se movió mirando de reojo a ver si los encontraba y fue guiando al dragón, que no dejaba de poner cara de enfado, pero tampoco parecía querer atacarla. Más de una vez tuvo que distraerle de los jinetes, que estaban rodeando la cuenca y algunos hasta habían aterrizado. Había oído a Valka impedirles que tomaran acción contra el intruso, pero sí había permitido a un par a examinar al dragón más pequeño.
Al final casi acabó tropezando con un pescado de esos, y lo cogió con calma. Estaba pringado de baba, pero tuvo que aguantarse de expresar el asco y se lo presentó al dragón plateado.
—Toma. —El dragón olisqueó rápidamente y le gustó, así qué a por él rápidamente, pero a Mérida no le gustó esa brusquedad—: ¡Eh, eh! ¡Lentamente! Abre.
Mérida abrió la boca para enseñarle lo que tenía que hacer. El dragón le intentó arrebatarle un par o tres de veces el pescado de la mano (lo que se la hubiera arrancado de cuajo, se temía ella), pero la princesa se lo alejaba cada vez. Al final, el dragón parecía igualmente ofendido por ese trato como tozudo por conseguir solamente ESE pescado, pese a que había varios más cerca. Mérida esperaba que haberle herido el orgullo de esa manera le sirviera para que se olvidara del resto.
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Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]
FanfictionHace ya muchas décadas que los hombres del norte se han asentado por doquier en las islas británicas. Los clanes escoceses han vivido tiempos convulsos desde entonces. Y después de cinco años desde su primer desafío, una Mérida más madura descubre...