Capítulo 47

635 114 34
                                    

— Pórtate bien, Eri. Volveré por ti cuando salga del trabajo— musita Mirio, viendo a la niñita que asiente tímidamente—. Si pasa algo puedes llamarme al móvil, ¿sí?

—Está bien. Ten cuidado.

—Claro que sí— sonriendo, ahora se gira a mirar a su mejor amigo que tiembla de los nervios, estrujandose los dedos y mirando inquieto a la menor que sujeta las correas de su mochila amarilla—. ¿Tamaki?

Un respingo es provocado por la voz del rubio, ocasionando que el aludido alce la mirada rápidamente a éste, atento.

—¡Puedo hacerlo!— asegura inmediatamente Amajiki, recibiendo una risa suave de parte de Togata—. No. No te preocupes, Mirio. Cuidaré bien de Eri.

—No lo hago. Confío en ti. Simplemente me quiero despedir, ya tengo que irme.

— Por supuesto. Tienes razón. Se hará tarde si no te vas ahora. Nos vemos luego.

—Adios. Diviertanse.

Y, luego de revolver cariñosamente el cabello claro de Eri, Mirio se retira del apartamento, dejándolo en un pesado silencio incómodo.

Tamaki se mira las manos, pensando en lo descuidadas que aún se encuentran; gracias a la ansiedad, suele jalarse la piel de los dedos, sobre todo alrededor de las uñas, a veces causando el sangrado y más de una vez alguna infección. A continuación, observa a la menor que se mantiene cabizbaja, mirando sus zapatillas de color negro con brillos.

¿Qué podría hacer él para mantener entretenida a Eri?

—¿Tienes hambre?— pregunta él, logrando que los ojitos rojizos de ella se claven en los propios.

—Un poco.

—Ven. Te serviré algo.

Haciendo un gentil ademán de su mano, Tamaki le pide a la menor que le siga y, por costumbre, Eri no duda en sujetarle con su manita, poniendo aún más inquieto al mayor que se queda un eterno segundo en su sitio antes de caminar hacia la cocina.

—¿Te parece bien curry verde? — Eri asiente en respuesta—. Bien. Primero vamos a lavarte las manos.

Se acercan al lavabo que hay en la cocina; Eri es bajita en comparación con el mueble que le llega a la altura de los ojos y sus brazos no son suficientemente largos como para alcanzar las llaves del agua. Así que Tamaki se ve en la necesidad de cargarla mientras ella se enjabona y se enjuaga hasta entre los dedos, secándose posteriormente con una toalla. Luego, la niña es dejada sobre una de las sillas frente a la mesa, permitiendo que el morocho se mueva con libertad; vacía un poco de curry verde en un plato hondo y lo mete en el microondas.

—¿Qué te gustaría tomar?

—¿Tiene jugo de manzana?— pregunta ella, meciendo sus pies.

—Me parece que sí.

Al buscar en la alacena, se encuentra con la grata sorpresa de que aún tiene un par de cajitas de jugo, algunos de durazno, otras de uva y manzana. Al regresar sobre sus pasos, deja el envase frente a la menor, y al escuchar el pitido del electrodoméstico, extrae el plato de curry.

Un brillo de emoción se abre paso en los ojos de Eri al percibir el exquisito aroma de la comida y no demora ni un segundo en tomar la cuchara para comenzar a comer. Mientras ella se concentra en sus alimentos, Tamaki se desliza hasta el asiento frente ésta y se sumerge en sus pensamientos.

Todo ha sido de imprevisto. Hace a penas menos de 15 minutos que Mirio le ha llamado, pidiéndole que cuide de Eri, ya que Nejire no ha tenido tiempo libre y Aizawa-sensei se encuentra en una excursión escolar. El rubio había balbuceado algo acerca de que Midoriya estaba ocupado y no tenía el apartamento libre en esos momentos. Y ya estaba comenzando a preocuparse, porque tenía que irse a la agencia de Hawks y no encontraba a nadie que pudiese encargarse de vigilar a la pequeña. Tamaki ha aceptado al pedido de su mejor amigo, después de todo él ha afirmado que lo apoyará en lo que pueda.

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora